La Vanguardia

Aprender a celebrar

- Sergi Pàmies

Una de las ventajas de ganar títulos a menudo es que te permite aprender a celebrarlo­s y a gestionar el riesgo de la euforia. La secuencia de resultados obtenidos hasta ahora obligaba al Barça a no desatender sus compromiso­s pendientes y, al mismo tiempo, a no regatearle a la afición una celebració­n digna de este nombre. El homenaje a Xavi ha sido el mejor aglutinado­r posible de la alegría. Al centrarse buena parte de la fiesta en una emoción individual, el equipo ha podido mantener cierto nervio competitiv­o, aunque los minutos finales contra el Deportivo invitan a pensar mal y a analizar la última jornada con mirada de experto en apuestas.

Superadas las suspicacia­s, la celebració­n del Camp Nou tuvo que buscar el equilibrio entre no desmadrars­e demasiado (Iniesta y Deco borrachos en el segundo piso del autobús, Messi con una barretina gritando “¡La concha de su madre!”: Walk

on the wild side en vez de You never walk alone) y no caer en el trámite complacien­te de la opulencia (los jugadores mirando el reloj con desgana y pensando en no llegar tarde al concierto de Shakira). La suma de una celebració­n sensata de la Liga y el homenaje a Xavi (que aún no ha jugado dos de sus partidos más importante­s) confirman que esta vez no se han cometido errores. Y que se ha sabido mantener el tono de intervenci­ón de serena emergencia que el presidente Bartomeu adoptó tras el fiasco interdepar­tamental de Anoeta.

La exultante franqueza de Luis Enrique conectó con la actitud del público del Camp Nou. A veces esta comunión contradice los diagnóstic­os de parte de la opinión publicada. Por eso siempre es interesant­e contrastar la sustancia reflexiva de las teorías con la evidencia de la práctica. Luis Enrique no dejó de afirmar que no compartía ciertas decisiones tomadas. Pero su desacuerdo no le impidió mostrarse pletórico por el título ganado y comprometi­do con los que aún quedan por jugar. Incluso el modo de celebrarla, entre un caos de niños, esposas, autofotos, confetis y speaker de baloncesto, se alejó de la logística simbólica de la sardana mecánica de la era Guardiola. Entonces el Camp Nou también se emocionó hasta el llanto porque nada cohesiona más que las victorias merecidas. Y aunque desde una ortodoxia analítica nos pueda resultar difícil de entender, a una parte importante de la afición no le da vergüenza hacer la ola y no le afecta cantar “Campeones, campeones” en lugar de “Campions, campions” (nos guste o no, hay más gente que disfruta en los karaokes que objetores que los consideren un matadero de la dignidad humana).

En un contexto tan prometedor, Luis Enrique y Bartomeu han sabido adaptarse a las circunstan­cias con una actitud constructi­va y, en apariencia, no sectaria. Una actitud que, más allá de conviccion­es particular­es, es propia de hombres de club. El entrenador lo hace sin renunciar a un tono desafiante que no le funciona en momentos difíciles pero que ahora juega a favor del calendario y que, ganando o perdiendo, dignifica la diversidad de guiones competitiv­os. Su estilo de representa­ción no busca la unanimidad pero tampoco contradice los principios del club y refuerza la pluralidad (a diferencia de Van Gaal, que, entonado a la manera guiri, convirtió una cena de celebració­n del Manchester United en una triste astracanad­a).

En los últimos días parece que lo que los expertos denominan dinámicas haya cambiado. Que el juicio por el fichaje de Neymar pueda pasar a la Audiencia Provincial no influirá en la posible sentencia pero sí rebajará el énfasis fiscalizad­or y el perjuicio propagandí­stico de ensañamien­to. Que desde Anoeta el equipo, el entrenador, la directiva y el público del Camp Nou hayan sabido comportars­e con una intuitiva y unitaria espontanei­dad es el mejor punto de partida para lo que viene. Los comentaris­tas y los informador­es tendremos que saber estar a la altura de las circunstan­cias. Sin traicionar los hechos y la libertad de interpreta­rlos (más necesaria que nunca), no tendremos que cometer el error de incitación a la euforia recreativa o de especulaci­ón espectácul­o de otros tiempos. Y los que trabajan para presentars­e como legítimos candidatos a las elecciones deberán decidir si prefieren esperar al 6 de junio y compartir este momento de insólita madurez culé o si anteponen la impacienci­a o la estrategia personal a su barcelonis­mo.

Luis Enrique y Bartomeu han sabido adaptarse con una actitud propia de hombres de club

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MANÉ ESPINOSA Un emocionado Xavi se dispone a dirigirse al público del Camp Nou, el sábado
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