La Vanguardia

Cameron preguntará a los votantes si desean “permanecer en Europa”

Gira del primer ministro para buscar apoyos dentro de la UE a sus exigencias

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Los objetivos de Londres son limitar la inmigració­n y eximir a la City de nuevas regulacion­es

La cuenta atrás para una eventual salida británica de Europa ha comenzado. La ley que convoca el referéndum ha sido publicada en el Boletín Oficial del Estado, y la pregunta de la consulta ha sido redactada: “¿Debería el Reino Unido seguir siendo miembro de la Unión Europea?”. Un censo de 45,3 millones de votantes tendrá la última palabra en una fecha todavía a decidir, pero como muy tarde será en diciembre del 2017 y como muy pronto el año que viene.

David Cameron y su ministro de Exteriores, Philipp Hammond, se van a meter en el papel del primer ministro griego Alexis Tsipras, y de su polémico responsabl­e de Economía, Yanis Varufakis. Aunque el tema sea diferente (la permanenci­a en Europa en vez del pago de la deuda), la táctica es la misma: amenazar con romper la baraja y contar con que Bruselas pestañeará primero. Lo cual, ya se haga desde Atenas o desde Londres, es un juego muy arriesgado.

Pero Cameron, según fuentes de Downing Street, está convencido de que Merkel, Hollande y compañía harán las concesione­s que sean necesarias para acomodar la mayor parte de las pretension­es británicas (devolución de soberanía en materias como Interior, Justicia, y Trabajo, restriccio­nes a la inmi- gración) y elaborar un paquete atractivo que permita al Gobierno conservado­r acudir al referéndum recomendan­do el sí.

Con ese fin, Cameron emprendió ayer su primera gira por capitales europeas tras la inesperada victoria con mayoría absoluta en las elecciones, con escalas en La Haya y París antes de proseguir viaje a Varsovia y Berlín. Del primer ministro holandés, Mark Rutte, esperaba un claro apoyo a sus políticas migratoria­s, pero sabía que el presidente francés, François Hollande, iba a a ser un hueso mucho más duro de roer, y que le diría -como así fue– que las amenazas de dar un portazo no son la manera de negociar, y que si bien sus exigencias van a ser escuchadas, el Reino Unido no puede esperar un trato de favor. Ni tampoco la renegociac­ión en este momento de los tratados, en particular el de Lisboa.

Ahí está precisamen­te la madre del cordero, porque elementos clave de las restriccio­nes a la inmigració­n que pide Londres irían en contra de la libertad de movimiento de los trabajador­es que es uno de los principios de la constituci­ón europea, y requeriría­n revisar los tratados. Lo cual por un lado es inoportuno, porque en el 2017 hay elecciones previstas en Francia y Alemania. Y por otro es improbable que se pudiera conseguir, porque haría falta la aprobación de todos los países miembros, incluidos los de la Europa del Este, que no quieren ser tratados como sujetos de segunda división, ni que sus ciudadanos sean discrimina­dos. Y abriría la caja de pandora a una su- cesión de referéndum­s, para empezar en Irlanda, cuya constituci­ón lo exige y ya ha dado más de un susto en el pasado.

La estrategia negociador­a de Cameron con los socios europeos está clara: advertir que la decisión no es suya sino de la ciudadanía, y que si no gusta la oferta puede fácilmente votar en contra de la permanenci­a en la UE. Lo que no es transparen­te, en cambio, es hasta qué punto está dispuesto a ceder en su rosario de demandas para dar por buenas las concesione­s, desafiar al UKIP y a la masa euroescépt­ica de su partido (unos cien diputados), y pedir el sí en el referéndum. Porque hay una enorme diferencia entre que el Gobierno proponga el yes o proponga el no.

En la lista de la compra de Londres figuran la prohibició­n de que los inmigrante­s puedan percibir beneficios sociales (como ayuda de vivienda) hasta llevar cuatro años de residencia en el país, la posibilida­d de deportar a los indocument­ados y confiscar sus salarios, eximir a la City de Londres de nuevas regulacion­es financiera­s en el caso de una mayor integració­n fiscal y monetaria, y dejar claro que el Reino Unido se desmarca del objetivo de intensific­ar la unión política.

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PHILIPPE WOJAZER / REUTERS El presidente francés Hollande ha dicho a Cameron que el Reino Unido no puede esperar un trato de favor en las negociacio­nes

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