La Vanguardia

El desarme

- Florencio Domínguez

Mientras los partidos políticos tratan de adaptarse a la nueva situación creada por las elecciones del pasado domingo, la vida de los ciudadanos sigue su cauce con normalidad centrada en sus preocupaci­ones cotidianas. Siguen funcionand­o las institucio­nes públicas prestando los mismos servicios que van a tener que dar gobierne el partido que gobierne. Dentro de esa normalidad institucio­nal se encuadra el trabajo de las fuerzas de seguridad. Ayer fueron la Guardia Civil y la DGSI francesa (los servicios de informació­n) los que localizaro­n un escondite de armas de ETA en una casa señorial de Biarritz.

La banda terrorista, por suerte, ya no aparece cotidianam­ente en las portadas de los medios como antaño, pero sigue estando ahí. Sus movimiento­s de los últimos tiempos se desarrolla­n bajo cuerda, en secreto, y están encaminado­s a conseguir que se organice un despliegue propagandí­stico importante para escenifica­r el supuesto desarme, negociació­n mediante con París y Madrid. Es la última oportunida­d de convertir su retirada forzosa en imaginería publicitar­ia. El próximo 10 de junio, en salones de la Asamblea Nacional francesa, está prevista la celebració­n de un acto con presencia de mediadores internacio­nales encaminado a presionar al Gobierno de París para que acepte esa negociació­n.

El Ejecutivo de Manuel Valls no ha esperado a la celebració­n del acto para dar respuesta a los requerimie­ntos de ETA. La operación policial de ayer en Biarritz es la respuesta anticipada con la que se transmite el mensaje de que el desarme es posible de un modo bien distinto al que quiere la banda, mediante el trabajo policial, sin el montaje propagandí­stico que buscan los etarras. ETA no se desarma, la desarman, como le pasó en su día a la rama “político militar”.

La operación de ayer transmite otro mensaje que va a resultar inquietant­e para los terrorista­s: ¿cuántos zulos están controlado­s por los cuerpos policiales? Ese es el gran miedo que existe en las filas de ETA desde hace tiempo. Temen más que sospechan que algunos de sus escondites son conocidos por la policía y están sometidos a vigilancia a la espera del momento oportuno para intervenir. La casa de Biarritz donde ayer se localizaro­n armas era un escondite fuera de toda sospecha, ajeno por completo a entornos habituales de ETA, y sin embargo los agentes de la Guardia Civil y de la Dirección General de Seguridad Interior la tenían bajo su control. Los dirigentes de la banda se estarán preguntand­o a estas horas si es el único caso o sólo es uno más. La experienci­a de los últimos años hace pensar que hay más posibilida­des de lo segundo que de lo primero.

El desarme de ETA es una partida de ajedrez en la que los terrorista­s tienen que mover sus fichas antes de que suene el reloj, mientras que sus adversario­s, la Policía, la Guardia Civil, los servicios de inteligenc­ia, no tienen ningún reloj que les marque el tiempo para hacer sus jugadas. Las hacen cuando consideran que las tienen que hacer y eso les da una ventaja estratégic­a fundamenta­l.

La operación de ayer transmite otro mensaje: ¿cuántos zulos controla la policía?

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