El desarme
Mientras los partidos políticos tratan de adaptarse a la nueva situación creada por las elecciones del pasado domingo, la vida de los ciudadanos sigue su cauce con normalidad centrada en sus preocupaciones cotidianas. Siguen funcionando las instituciones públicas prestando los mismos servicios que van a tener que dar gobierne el partido que gobierne. Dentro de esa normalidad institucional se encuadra el trabajo de las fuerzas de seguridad. Ayer fueron la Guardia Civil y la DGSI francesa (los servicios de información) los que localizaron un escondite de armas de ETA en una casa señorial de Biarritz.
La banda terrorista, por suerte, ya no aparece cotidianamente en las portadas de los medios como antaño, pero sigue estando ahí. Sus movimientos de los últimos tiempos se desarrollan bajo cuerda, en secreto, y están encaminados a conseguir que se organice un despliegue propagandístico importante para escenificar el supuesto desarme, negociación mediante con París y Madrid. Es la última oportunidad de convertir su retirada forzosa en imaginería publicitaria. El próximo 10 de junio, en salones de la Asamblea Nacional francesa, está prevista la celebración de un acto con presencia de mediadores internacionales encaminado a presionar al Gobierno de París para que acepte esa negociación.
El Ejecutivo de Manuel Valls no ha esperado a la celebración del acto para dar respuesta a los requerimientos de ETA. La operación policial de ayer en Biarritz es la respuesta anticipada con la que se transmite el mensaje de que el desarme es posible de un modo bien distinto al que quiere la banda, mediante el trabajo policial, sin el montaje propagandístico que buscan los etarras. ETA no se desarma, la desarman, como le pasó en su día a la rama “político militar”.
La operación de ayer transmite otro mensaje que va a resultar inquietante para los terroristas: ¿cuántos zulos están controlados por los cuerpos policiales? Ese es el gran miedo que existe en las filas de ETA desde hace tiempo. Temen más que sospechan que algunos de sus escondites son conocidos por la policía y están sometidos a vigilancia a la espera del momento oportuno para intervenir. La casa de Biarritz donde ayer se localizaron armas era un escondite fuera de toda sospecha, ajeno por completo a entornos habituales de ETA, y sin embargo los agentes de la Guardia Civil y de la Dirección General de Seguridad Interior la tenían bajo su control. Los dirigentes de la banda se estarán preguntando a estas horas si es el único caso o sólo es uno más. La experiencia de los últimos años hace pensar que hay más posibilidades de lo segundo que de lo primero.
El desarme de ETA es una partida de ajedrez en la que los terroristas tienen que mover sus fichas antes de que suene el reloj, mientras que sus adversarios, la Policía, la Guardia Civil, los servicios de inteligencia, no tienen ningún reloj que les marque el tiempo para hacer sus jugadas. Las hacen cuando consideran que las tienen que hacer y eso les da una ventaja estratégica fundamental.
La operación de ayer transmite otro mensaje: ¿cuántos zulos controla la policía?