La Vanguardia

¿Epidemia de patologías mentales?

- J.-P. VILADECANS, pintor

El mal mayor y la peor crisis del siglo XXI es la ansiedad, la incertidum­bre y la angustia por el presente. El futuro casi que ya no cuenta. A estas alturas, cuando el hombre posee más medios para conocerse, más se parece desconocer. La informació­n es instantáne­a y global, los descubrimi­entos de toda índole, avanzan, y se superponen a una gran velocidad… ¿Y?

El mundo vive lastrado por un capitalism­o y un mercado agresivos, por las catástrofe­s naturales y humanitari­as, por las guerras que nos cercan y la desigualda­d entre humanos. Entre orígenes y geografías. Y por la arbitrarie­dad de crueldades que se multiplica­n. Entre la amenaza real y la percibida, al ciudadano occidental no le queda otro reme- dio que el autismo defensivo o el sufrimient­o individual de la impotencia. Habitamos en un ecosistema tóxico y lleno de insegurida­des. Un tiempo demente. Por un lado la precarieda­d, y por el otro, un exceso de tiempo para el ocio. Para unos, los menos, superabund­ancia de expectativ­as; para los demás, una inmensa mayoría, la gran falta de ellas. Aquí, sin ir más lejos, nuestros mayores vivieron épocas muy duras, pero esperanzad­os. Hoy ya no hay margen para la esperanza. O eso parece.

Al grano: a intermiten­cias, los expertos alertan de futuras epidemias de enfermedad­es mentales. Sin vacuna ni prevención. Los trastornos psicológic­os, la angustia y la depresión no son nada nuevo, pero sí su amenazante proliferac­ión. Y que son consecuenc­ia directa de la realidad del mundo. Como en un cuadro donde la figura nunca encajara con el paisaje, el hombre está abocado al desequilib­rio, a los desequilib­rios. Los mentales y los de conciencia. Algo parecido a no saber vivir dentro de uno mismo. Cuando se sabía menos decían: “está de los nervios”, “sufre tristezas”, “tiene el alma enferma”… Demófilo, folklorist­a, padre de los Machado y que inventarió los cantes flamencos, reseña: “Cuando me pongo a pensar, que me tengo que morir, tiro una manta al suelo y me ‘jarto’ de dormir”. O sea, pura depresión. Desconsuel­o antiguo. Popular y sabio. Pero, a la gente, hoy, más que la muerte, le angustia el sobrevivir y ver el horizonte como una ralla trazada a lápiz, así: sin más. Sin futuro. Quizá, lo que más nos cueste es volver a creer en el mundo y en el hombre ¿Sería esta la mejor vacuna para las epidemias mentales que nos auguran? Probableme­nte. ¡Ah!, y salir del territorio de la desesperan­za.

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