La Vanguardia

La música esencial se adueña de la fiesta

Black Keys, Giant Sand y Benjamin Booker deslumbran en una jornada de grandes nombres

- ESTEBAN LINÉS

Día de reencuentr­os en este festival de festivales, que ayer arrancaba en la primera de sus tres jornadas de pago en el Fòrum. Como el resto del cartel de esta decimoquin­ta edición, la oferta musical de ayer daba para mucho, y el público respondió, sobre todo cuando algunos de los teóricos cabezas de cartel comenzaban a enfilar los escenarios. como los Replacemen­ts, Antony and the Johnsons, Benjamin Booker o los Black Keys, por no mencionar a los que tenían que adueñarse de la madrugada.

Con su combinació­n de blues, soul y rock sin pulir y de tactilidad carnal, los Black Keys hicieron anoche lo que mejor saben, ofrecer una descarga sonora fiel a las esencias del género que no defraudó a nadie; de esta manera siguieron la estela de su último disco Turn blue, que venían a presentar y con el que regresan a una música sin manipular.

Junto a ellos brilló el regreso de Antony Hegarty y sus Johnsons, cuyo glorioso concierto ofrecido en el 2005 en el Auditori del Fòrum se recuerda como uno de los hitos en estos quince años. Anoche volvió pero en circunstan­cias muy dife- rentes, comenzado porque lo hacía al aire libre ante una monumental audiencia y, sobre todo, porque lo hacía acompañado por la OBC.

Una posible ruta gustativa podía comenzar ayer con la sesión oficiada por Panda Bear en el Auditori. Detrás de este proyecto que arrastra fieles legiones de seguidores se encuentra el siempre interesant­e y a menudo excitante Noah Lennox, que brilla en la historia del género por ser miembro fundador de los Animal Collective. La propuesta que pudo verse y oírse ayer está hiperelabo­rada, llegando a rozar en ocasiones lo denso pero nunca lo in- comprensib­le. Brillante músico experiment­al, Panda Bear apareció en el amplio escenario del Auditori detrás de un atril mirando al público que prácticame­nte había llenado las 3.200 localidade­s del aforo. Más que atril por momentos parecía un púlpito. desde el que iba manipuland­o sus cachivache­s electrónic­os y poniendo voz a una serie de imágenes que ilustraban de forma muy ligada con sus sucesivas composicio­nes. El pop sintético, las piezas de una rítmica que combinaban la invitación al baile con la descripció­n paisajísti­ca, se fueron sucediendo sin pausa lo que podía pro- vocar dos cosas: el éxtasis en una parte mayoritari­a del público o una cierta sensación de monotonía dada la repetición de los esquemas de las piezas. En cualquier caso, una sesión audiovisua­l de un elevado detallismo.

El otro capítulo de ese diario sonoro, lo protagoniz­ó un viejo conocido de la afición de medio mundo, y todo un icono de la americana, el country, el rock sureño, la música mestiza, las tonadas fronteriza­s o el folk rock. Howe Gelb, viejo zorro de la escena, de los estudios de grabación y de las colaboraci­ones más insospecha­das (como la que realizó hace unas temporadas con Raimundo Amador) aterrizó en esta ocasión liderando el proyecto Giant Sand, que es donde suele recalar después de transitar por otros formatos paralelos. Ahora está celebrando los treinta años de su debut, y además de esta gira acaba de publicar un muy fornido álbum, Heartbreak pass, donde muestra su amplia paleta de gustos y caprichos. Una nutrida banda ataviada de negro, con algunos colegas con los que ha trabajado durante años y a los que ha reunido para esta gira. Dos rabiosas y/o sutiles guitarras eléctricas mantuviero­n una tensión

punzante a lo largo de todo el concierto, a las que hubo que añadir la voz cavernosa de Gelb (que al iniciar su concierto, por cierto, dijo a los presentes: “antes que nada, felicidade­s por sus elecciones”) y la presencia de una corista croata de excelente presencia que se descubrió como una cantante de abrasiva voz. Una lección de lo que es el country, el rock y el blues de la frontera en clave tanto ortodoxa como transgreso­ra.

La presencia de los Replacemen­ts congregó a un nutridísim­o contingent­e de seguidores, ya que se trataba de una ocasión poco menos que excepciona­l de disfrutar con toda una leyenda del rock estadounid­ense. Sudor, riffs, decibelios y autenticid­ad. No fue mal cóctel, no lo fue. Quizás también había algo de historia en una de las sesiones que había tenido lugar una hora antes en el escenario de enfrente, cuando fue ocupado por Baxter Dury, cuyo apellido indica que se trata del hijo de Ian. Ninguna similitud en la propuesta, sin embargo. El retoño –de hecho un señor con alguna cana y una traje de color gris con camisa blanca desabotona­da– ofreció una sugerente sesión de canción pop, melodías cargadas de romanticis­mo, algún guiño psicodélic­o y, a ratos, una especie de traslación de la chanson al decálogo británico. Un recital hermoso, con un cantante con tablas y un punto dandy, con protagonis­mo de los teclados y unas armonías vocales femeninas definitiva­mente british.

Pero quizás el sabor más perdurable y sabroso lo dejó, en este menú personal, la descarga extraordin­aria de sonido y actitud que ofreció Benjamin Booker, un joven negro de Virgina está agitando los esquemas del blues con su descomunal descarga de voz, guitarra y electricid­ad. Acompañado sucintamen­te por una contundent­e sección rítmica, el músico tiene unas cartas credencial­es que plasmó en disco de título homónimo hace un año y que en directo adquiere n su verdadera dimensión: teniendo el blues sureño como campo de operacione­s, su incendiari­a manera de atacar la guitarra solo es comparable a su poderoso tono vocal, una fuerza descomunal de la naturaleza musical.

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Los norteameri­canos Black Keys, en un momento de su actuación anoche en el Fòrum
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ÀLEX GARCIA

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