Una anécdota federalista
Como decía Antonio Gala, hoy hablaré de mí. Una calle de Barcelona. Hace una semana. Un treintañero extrovertido me interpela: ¡“Què! ¿Ja t’has venut als botiflers federalistes?” Como, por lo que tengo entendido, existen muchos tipos de botiflers, pongo cara de preguntarle si podría ser más preciso. El treintañero precisa: “Ja he vist que ara treballes per Federalistes d’Esquerres”. Sigo sin saber de qué me habla y le pido que me amplíe los fundamentos de su comentario. Me entero de que algunos artículos de esta columna tienen el honor de ser pirateados por la web federalistesdesquerres.org, con la que no me une ningún vínculo consciente. Tampoco me consta que la web tenga un acuerdo con La Vanguardia y nunca me han pedido autorización para reproducirlos. Desovillo el hilo de la acusación: le ha indignado más que aparezca en la web que la sustancia de los artículos, que, “naturalmente”, no ha leído. Le cuento los mecanismos de publicación de La Vanguardia y le ruego que, en adelante, no me identifique con la web pirata. Insisto en que sólo soy responsable de lo que publico aquí pero no del uso que puedan hacer preceptores de causas políticas o filibusteros ociosos. En otras palabras: que si tiene que considerarme botifler, que no sea por participar en una web que no conozco.
Y entonces el diálogo entra en una nueva fase. Aclarado el procedimiento, el hombre aprovecha la termodinámica de la conversación para añadir que le repugna que “alguien como yo” se haya vendido a un periódico como este. Cuando me dicen “alguien como tú” (¿gordo? ,¿diabético?, ¿heterosexual no practi- cante?) nunca sé si se trata de un elogio o de un reproche. Llegados a este punto, sólo siento curiosidad por ver cómo acabará la cosa. Le pregunto si suele interpelar así a la gente pero él insiste en qué “los de La Vanguardia” y del “Grupo Godó” (así, en castellano) somos unos “botiflers de merda” y que él ya lo ha escrito en varios tuits. Si un elefante volara sobre nuestras cabezas y nos cagara copiosamente encima describiría a la perfección mi estado de ánimo. Me refugio en un fugaz silencio zen y, pensando en el concepto botifler de merda, recuerdo una anécdota que contaba mi abuelo. En una reunión de Santiago Carrillo con exiliados españoles, en Praga, un militante del PCE acusó al dirigente de ser “un revisionista asqueroso”. Carrillo, que alternaba la determinación orgánica con una notable socarronería, respondió: “Hombre, entiendo que me llames revisionista, pero asqueroso...”. Consciente de que los que trabajamos de cara al público debemos asumir una cuota generosa de intemperie, concluyo el atraco verbal con una pregunta: ¿es más botifler el que participa sin saberlo en la web federistesdesquerres.org o el que, regular y legalmente, escribe en La Vanguardia? Ah, y que el rigor federalista y de izquierdas incluya la piratería discrecional y la violación recreativa de derechos de autor debe de ser, en algún contexto ignoto de justicia social y divulgativa, un acto de progreso. Por eso doy por sentado que piratearán este artículo. Entre botiflers de merda tenemos que ayudarnos.
Si tiene que considerarme ‘botifler’, que no sea por participar en una web que no conozco