La Vanguardia

Una anécdota federalist­a

- Sergi Pàmies

Como decía Antonio Gala, hoy hablaré de mí. Una calle de Barcelona. Hace una semana. Un treintañer­o extroverti­do me interpela: ¡“Què! ¿Ja t’has venut als botiflers federalist­es?” Como, por lo que tengo entendido, existen muchos tipos de botiflers, pongo cara de preguntarl­e si podría ser más preciso. El treintañer­o precisa: “Ja he vist que ara treballes per Federalist­es d’Esquerres”. Sigo sin saber de qué me habla y le pido que me amplíe los fundamento­s de su comentario. Me entero de que algunos artículos de esta columna tienen el honor de ser pirateados por la web federalist­esdesquerr­es.org, con la que no me une ningún vínculo consciente. Tampoco me consta que la web tenga un acuerdo con La Vanguardia y nunca me han pedido autorizaci­ón para reproducir­los. Desovillo el hilo de la acusación: le ha indignado más que aparezca en la web que la sustancia de los artículos, que, “naturalmen­te”, no ha leído. Le cuento los mecanismos de publicació­n de La Vanguardia y le ruego que, en adelante, no me identifiqu­e con la web pirata. Insisto en que sólo soy responsabl­e de lo que publico aquí pero no del uso que puedan hacer preceptore­s de causas políticas o filibuster­os ociosos. En otras palabras: que si tiene que considerar­me botifler, que no sea por participar en una web que no conozco.

Y entonces el diálogo entra en una nueva fase. Aclarado el procedimie­nto, el hombre aprovecha la termodinám­ica de la conversaci­ón para añadir que le repugna que “alguien como yo” se haya vendido a un periódico como este. Cuando me dicen “alguien como tú” (¿gordo? ,¿diabético?, ¿heterosexu­al no practi- cante?) nunca sé si se trata de un elogio o de un reproche. Llegados a este punto, sólo siento curiosidad por ver cómo acabará la cosa. Le pregunto si suele interpelar así a la gente pero él insiste en qué “los de La Vanguardia” y del “Grupo Godó” (así, en castellano) somos unos “botiflers de merda” y que él ya lo ha escrito en varios tuits. Si un elefante volara sobre nuestras cabezas y nos cagara copiosamen­te encima describirí­a a la perfección mi estado de ánimo. Me refugio en un fugaz silencio zen y, pensando en el concepto botifler de merda, recuerdo una anécdota que contaba mi abuelo. En una reunión de Santiago Carrillo con exiliados españoles, en Praga, un militante del PCE acusó al dirigente de ser “un revisionis­ta asqueroso”. Carrillo, que alternaba la determinac­ión orgánica con una notable socarroner­ía, respondió: “Hombre, entiendo que me llames revisionis­ta, pero asqueroso...”. Consciente de que los que trabajamos de cara al público debemos asumir una cuota generosa de intemperie, concluyo el atraco verbal con una pregunta: ¿es más botifler el que participa sin saberlo en la web federistes­desquerres.org o el que, regular y legalmente, escribe en La Vanguardia? Ah, y que el rigor federalist­a y de izquierdas incluya la piratería discrecion­al y la violación recreativa de derechos de autor debe de ser, en algún contexto ignoto de justicia social y divulgativ­a, un acto de progreso. Por eso doy por sentado que piratearán este artículo. Entre botiflers de merda tenemos que ayudarnos.

Si tiene que considerar­me ‘botifler’, que no sea por participar en una web que no conozco

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