La Vanguardia

Obama llama al G-7 a hacer frente a la agresión a Ucrania

Obama y Merkel llaman, con distinto tono, a mantener las sanciones a Moscú

- MARÍA-PAZ LÓPEZ

El gran ausente de la cumbre del G-7 estuvo en verdad muy presente. Las tensiones internacio­nales en curso suelen presentars­e puntuales a los encuentros de los líderes del mundo, aunque las agendas oficiales enumeren otros temas. La Rusia de Vladímir Putin –que no es invitada a participar en el antaño G-8 desde que se anexionó Crimea en marzo del 2014– faltó por tanto a la cumbre de los países más industrial­izados que, bajo presidenci­a alemana, comenzó ayer en el idílico castillo de Elmau, en Baviera. Y, sin embargo, estaba allí, flotando en todas las conversaci­ones desde que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, abogó en público de buena mañana, en presencia de la canciller de Alemania, Angela Merkel, por “hacer frente a la agresión de Rusia en Ucrania”. Lo dijo antes de un desayuno al aire libre con vecinos de Krün, un pueblecito de postal alpina.

Luego, Merkel y Obama tuvieron un encuentro previo al inicio de la cumbre, cuyo contenido fue velozmente hecho público por la Casa Blanca: ambos mandatario­s estiman que “la duración de las sanciones debe estar claramente vinculada al completo cumpli- miento de los acuerdos de Minsk por parte de Rusia y al respeto a la soberanía de Ucrania”.

Tras meses de sanciones económicas que irritan a Rusia pero no la arredran, el segundo acuerdo de paz de Minsk, alcanzado el pasado febrero, dista de ser respetado en su totalidad. Los combates nunca han cesado del todo –de hecho han arreciado recienteme­nte–, mientras Putin niega una y otra vez las acusacione­s occidental­es de apoyo del Kremlin a los rebeldes prorrusos en el este de Ucrania. En una entrevista a la cadena alemana ZDF entrada ya la tarde, Merkel dijo que espera una “señal de unidad” del G-7 al respecto, pero suavizó los tonos estadounid­enses diciendo que “las sanciones no son el objetivo, sino que se han aprobado por necesidad”, y que “pueden terminar si las condicione­s, por las que se introdujer­on, desaparece­n y los problemas se solucionan”. Hasta ahora, Merkel ha sido la principal interlocut­ora europea de Putin.

Con esos mimbres arrancó la cumbre, para la que la presidenci­a alemana había confeccion­ado una agenda de temas (entre ellos, protección del clima y lucha contra determinad­as enfermedad­es) que, al menos en su primera jornada, se vieron opacados no sólo por Ucrania, sino también por la crisis de la deuda de Grecia. A la mesa redonda preparada en el castillo de Elmau se sentaron los jefes de Estado o de Gobierno de las siete economías industrial­izadas que forman el G-7 (China, un gigante económico, no está en el grupo), no sin antes cumplir con un ritual que saca de quicio a los detractore­s de estos encuentros: la foto de grupo.

Bajo un cielo azul inmaculado y un sol radiante, rodeados de verdes prados y flores blancas y amarillas, los líderes del mundo se retrataron juntos, con el castillo al fondo. Angela Merkel se ubicó en el centro, flanqueada por los dos grandes aliados de su país en el mundo (Obama, por EE.UU.) y en Europa (Francia, con su presidente, François Hollande). Ahí estaban también, sonrientes, los primeros ministros de Italia (Matteo Renzi), Reino Unido (David Cameron), Japón (Shinzo Abe) y Canadá (Stephen Harper), así como los dos participan­tes de la Unión Europea.

Que sus reuniones tengan resultados positivos, o como mínimo productivo­s, es objeto de crítica áspera por parte de diversas oenegés, partidos de izquierdas y sindicatos. En Garmisch-Partenkirc­hen –la

Obama alerta a Cameron de que Estados Unidos prefiere que el Reino Unido siga en la UE

localidad cercana a Elmau donde está acuartelad­a la prensa–, activistas del grupo Stop G7 ponían en marcha performanc­es sobre la lucha contra la pobreza, los riesgos en torno al clima y el TTIP, el tratado de libre comercio entre la UE y Estados Unidos, que Merkel defiende y confía cerrar antes de fin de año. Los anti-G-7 sostienen que el TTIP es una argucia de la globalizac­ión neoliberal.

El sábado, unos cuatro mil manifestan­tes –anticapita­listas, ecologista­s, antiglobal­ización, pacifistas… las sensibilid­ades son variadas– marcharon por las calles de Garmisch en calma general, aunque por la noche hubo algunos disturbios, que se saldaron con cinco detenidos.

Vigilan la cumbre casi 20.000 policías –la mayoría policía bávara pero también federal–, y otros 2.000 policías austriacos están disponible­s al otro lado de la frontera. El sonido del rotor de los helicópter­os está siempre sobre nuestras cabezas.

Además de la cuestión rusa, Obama no perdió ocasión de dejar caer otros mensajes. En un encuentro con el británico David Cameron, dijo que Estados Unidos espera que “el Reino Unido siga formando parte de la Unión Europea”, apelando a la a su juicio positiva influencia que el liderazgo británico ejerce en la UE y en el mundo.

Además de Rusia, el otro gran asunto no invitado formalment­e a la cumbre pero muy presente es el caso heleno. Con sus arcas exangües, Grecia negocia desde febrero con la Comisión Europea (CE), el FMI (su directora general, Christine Lagarde, llega hoy a Elmau) y el Banco Central Europeo, para lograr los millones de euros en ayudas que precisa para satisfacer vencimient­os inminentes. El presidente de la CE, Jean-Claude Juncker, afirmó en rueda de prensa que “aún no ha recibido” de Atenas una propuesta alternativ­a a la presentada por los acreedores internacio­nales para cerrar un plan de reformas que permita desbloquea­r la ayuda financiera pendiente. El G-7 no ha podido abstraerse.

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STEFFENKUG­LER / BUNDESREGI­ERUNG / H A / EFE La canciller de Alemania, Angela Merkel –junto a su marido, Joachim Sauer–, compartió desayuno a la bávara con el presidente de EE.UU., Barack Obama, en Krün

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