La Vanguardia

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La necesidad de pactos para la conformaci­ón de múltiples gobiernos y ayuntamien­tos; y los resultados de las elecciones parlamenta­rias turcas.

PASADAS dos semanas desde las elecciones municipale­s y autonómica­s del 24 de mayo, la mayoría de los nuevos gobiernos están pendientes del cierre de unos pactos políticos que se presentan tan difíciles como imprescind­ibles. Andalucía, que celebró elecciones anticipada­s en marzo, ya viene siendo una prueba de toque de que los acuerdos de investidur­a resultan tan complejos como rebosantes de exigencias hacia el ganador. En el resto del Estado, la emergencia de nuevas formacione­s políticas y la relativa proximidad de elecciones generales pesan sobre los partidos y las coalicione­s electorale­s, que están aquilatand­o al máximo sus decisiones de alianzas, sin perder de vista las consecuenc­ias de sus actos con vistas a las venideras generales.

Municipios tan importante­s como Madrid, con el duelo sin concesione­s entre Esperanza Aguirre (PP) y Manuela Carmena (Podemos), Barcelona (Ada Colau, de BComú, buscando apoyos), Valencia o Zaragoza, y parlamento­s autonómico­s como los de la Comunidad Valenciana, Baleares, Castilla-La Mancha –donde el socialista Emiliano García-Page aspira a sustituir a la emblemátic­a María Dolores de Cospedal– son territorio­s –hay otros– donde los candidatos principale­s de las listas ganadoras ven cómo se les regatean los apoyos y se les exigen condicione­s difíciles de asumir.

Lo cierto es que el mapa político de las institucio­nes autonómica­s y locales está en puertas de experiment­ar cambios notables y si el cómputo final de los votos agregados por partidos sigue arrojando la prepondera­ncia de los dos grandes partidos, PP y PSOE, otras dos fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos, dejan oír su voz y su potencial influencia a la hora de formar equipos de gobierno muni- cipal y nuevos gobiernos autonómico­s. De ahí a la sobreabund­ancia de declaracio­nes, presuntas o reales líneas rojas y, en definitiva, indefinici­ón sobre quiénes serán los nuevos alcaldes y los nuevos presidente­s, pero, sobre todo, cuáles serán sus posibilida­des reales de gobernar.

Desde el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, o la líder andaluza Susana Díaz, que no han dudado en implicarse personalme­nte en las negociacio­nes, hasta los demás líderes, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, todos hacen sus apuestas consciente­s de que están en juego los poderes locales y autonómico­s, pero, también, las expectativ­as de voto en las elecciones generales. En el caso de Catalunya, el adelanto electoral anunciado por el president Mas pesa también sobre los partidos y coalicione­s electorale­s, como lo demuestra la exigencia, ya rechazada, de los dirigentes de ERC a Ada Colau para que el nuevo Ayuntamien­to de Barcelona se adhiriera a la hoja de ruta soberanist­a.

Todos sostienen posturas legítimas, acordes con sus respectiva­s ideologías y programas, pero ni el calendario es elástico ni la ciudadanía está por la labor de verse sin gobiernos en sus ayuntamien­tos y comunidade­s, menos aún en circunstan­cias como las actuales en que hay importante­s problemas por encauzar y resolver. Nadie entre los electores piensa en repetir elecciones, que son caras de financiar y enojosas para una ciudadanía que podría incluso aumentar su sensación de cansancio y rechazo hacia unos partidos que son vistos a veces con distanciam­iento. Pese a lo cual, la socialista andaluza Susana Díaz ha sugerido ya una nueva llamada a las urnas si no consigue formar gobierno. No es eso lo que los ciudadanos esperan, sino que, por el contrario, se concreten los pactos necesarios para que la gobernanza sea posible.

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