El éxito vacío de Poitiers
El dominio de la línea Hollande-Valls en el congreso del Partido Socialista francés se ha logrado obviando el debate
El del Partido Socialista francés, concluido ayer en Poitiers, ha sido un típico congreso de partido convencional, institucional y mayoritario, en este caso, además, partido de gobierno. No se ha decidido nada, todo venía ya precocinado, se ha debatido muy poco –a menos que los ejercicios de oratoria se entiendan como debate– y todo ha salido a la estricta medida del Gobierno.
Desde ese punto de vista, el congreso ha sido un éxito, precisamente porque se han obviado los problemas en los que el Partido Socialista está inmerso. Ha sido, más o menos, lo mismo que se vio la semana pasada en aquel show de un solo hombre, Nicolas Sarkozy, que fue el congreso parisino de sus Republicains. Más o menos, porque el Partido Socialista aún no ha cambiado de nombre –¿por qué no Les Démocrates?– para vestir la operación personal de su líder.
Jean-Christophe Cambadélis, primer secretario y artífice de este exitoso congreso con ambiente de ocaso, lo cerró con una propuesta sorprendente: llegar hasta 500.000 afiliados de aquí al 2017. En un partido que hoy cuenta con 130.000 militantes, la mayor parte cargos electos, cuadros y familiares de ambos, y que ha perdido 40.000 desde el 2012, tal objetivo es un completo farol y aquí nadie se lo ha tomado en serio.
La impresión es que, salvo excepciones, los propios delegados no se toman en serio la sangría que vive el partido y se refugian en fórmulas tranquilizadoras.
“Todo partido pierde más o menos una tercera parte de sus miembros cuando llega al poder”, dice Jean-Pierre Manjon, secre- tario de la federación de Mans, que repite la fórmula adelantada por Hollande: “La situación económica ya está cambiando y pronto podremos volver a redistribuir”, dice.
“No me parece que el problema de las deserciones sea solo nuestro, es un estado de ánimo general”, responde Michel Borde, secretario general de la federación de Alpes Marítimos. “En mi sección son pocos los que se han ido, hay un cierto retiro de la militancia porque ahora estamos en el gobierno pero nada mas”, dice Laurence Fortin, alcaldesa de La Roche Maurice, en Bretaña.
“Es un fenómeno marginal que afecta a las federaciones grandes”, explica Simon Coutan, joven cuadro de la federación de Indre et Loire, responsable de agricultura y espacio rural.
“No me preocupa demasiado”, coincide Djamila Haddad, vicepresidenta del consejo regional de Champagne-Ardennes. “Hemos conocido este tipo de fluctuaciones otros años, no es algo nuevo”, dice.
Hay que esperar hasta dar con el único delegado entrevistado que no es funcionario del partido para escuchar algo políticamente más elaborado: “Nuestro fenómeno se enmarca en una crisis general de los partidos políticos, que se han convertido en aparatos en gran parte aislados de la sociedad y muy profesionalizados”, dice Marcel Ferreol, curtido militante de la federación de Besançon. “Los electores se sienten desamparados y se nos van sin decir nada, otros que se quedan y que incluso han votado la ponencia (ganadora) presentada por el Gobierno, lo hacen por fidelidad, pero en general hay una gran decepción”, explica. “No hemos encontrado una respuesta de izquierda a la actual crisis y me parece que eso afecta no solo a los socialistas, sino a la izquierda, francesa y europea, en su conjunto“, dice pensativo. “En cualquier caso, soy relativamente optimista porque en la sociedad francesa y también en Europa –España lo acaba de demostrar– hay una energía para el cambio”. Y hay que tener cuidado, advierte, “porque si nosotros no respondemos a esta crisis profunda, lo que ocurrirá será lo que ya se ve aquí y en Europa: el repliegue xenófobo y la regresión democrática”.
Concluido el congreso, con la línea política en sintonía con el Gobierno y neutralizada la disidencia interna, Hollande, Valls y Cambadélis han cumplido su objetivo, pero lo han hecho barriendo bajo la alfombra los problemas de fondo. Eso ha quedado en el ambiente y ayer mismo los frondistas – y ni siquiera la alcaldesa de Lille, Martin Aubry, que sin pertenecer a esa disidencia se supone un poco más a la izquierda de Hollande y Valls– prefirieron no quedarse para la foto de familia de clausura. Mientras tanto, en una tribuna de prensa el ex ministro y actual director general de Habi- tat, Arnaud Montebourg, criticaba “el absurdo conformismo de la política económica francesa con la austeridad ideológica y fiscal decretada por la Unión Europea”. Esa línea ya le ha costado a cada hogar francés una media de 1.650 euros en tres años, según el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas (OFCE), dice Montebourg, lo que supone, “una enorme fuente de votos para el Frente Nacional”. El congreso ha terminado con respuestas malhumoradas a Montebourg, que ni siquiera se ha pasado por aquí, y enojosas explicaciones de Valls por su viaje a Berlín para asistir al partido del Barça.
La mayoría de los delegados no reconoce el problema de la masiva huida de afiliados