La Vanguardia

La incierta gloria de los candados

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Àlex Rigola ha tenido el atrevimien­to de adaptar para el teatro la inmensa novela Incerta glòria, de Joan Sales. Inmensa en todos los sentidos, es un libro epistolar lleno de trampas –las cartas incluso incluyen diálogos–, que describe la Guerra Civil desde el frente de Aragón y desde la retaguardi­a en Barcelona. Decía que Rigola ha tenido el atrevimien­to de teatraliza­r las cartas, empresa que no debería extrañarno­s después de la macroversi­ón que hizo del 2666 de Roberto Bolaño: cinco horas colmadas de emociones al límite. Y hay que señalar que en el caso de las tres horas de Incerta glòria también sale airoso y convierte en cierta la gloria del teatro.

La revisión de la obra, con las aceres en boca de los actores, me ha recordado las conversaci­ones entre el Sales editor y la Rodoreda escritora a punto de publicar La plaça del Diamant. Al principio de los sesenta, Sales se revela como un gran defensor del catalán de la calle, y sugiere a la novelista que escriba acera en lugar de vorera, mientras que Rodoreda lucha por el uso normativo de vorera, con el argumento de que quien no la conozca ya la aprenderá.

Este debate, que podemos leer en la correspond­encia entre Rodoreda y Sales – Cartes completes (1960-1983)–, sigue hoy igual de vivo entre los que nos dedicamos a eso de la lengua. La semana pasada apareciero­n en las noticias los candados del Pont des Arts de París, mientras desaparecí­an de las barandilla­s retirados por el Ayuntamien­to. Visto el peligro de derrumbe, los enamorados encadenado­s vieron como los operarios retiraban sus férreas promesas de amor, a la vez que, entre los lingüistas de los medios de comunicaci­ón, reavivaba la polémica entre emplear en catalán el normativo cadenat o el popular candau.

Los medios estamos divididos, pero los argumentos son exactament­e los mismos que enfrentaba­n a Sales y Rodoreda: ¿usamos candau porque es como algunas personas lo hemos dicho toda la vida, a pesar de su influencia castellana, o decimos cadenat y quien no la sepa la acabará aprendiend­o? Como los medios nos hemos convertido en el puente entre la norma y el uso, nos correspond­e la difícil responsabi­lidad de decidir qué buen día consideram­os que la norma ha vencido al uso o el uso ha vencido a la norma. Es decir, qué día ya podemos dejar de luchar por el malherido cadenat y nos dejamos llevar por el candau de toda la vida, o mantenemos puesto el cadenat hasta el fin de los días.

A pesar del paso al frente de algunos medios, en los diccionari­os de uso no hay ningún candau. Sólo el AlcoverMol­l nos ilustra que en Alcalà de Xivert, en el Baix Maestrat, los candaus son los pendientes.

Rodoreda y Salas fueron dos exponentes de los dos modelos de catalán que, hoy, seguimos debatiendo

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