La Vanguardia

El salto a Hollywood de Silvestre

El actor castellone­nse capta la atención de los estadounid­enses con ‘Sense8’, la ambiciosa serie de ciencia ficción de los autores de ‘Matrix’, que explotan su faceta más sensual

- PERE SOLÀ GIMFERRER

Hay películas cuya influencia excede la propia calidad de la película. Podría debatirse hasta qué punto el argumento de Matrix se discutió como si fuera filosofía por el afán de Andy y Lana Wachowski de dotar su visión del cine de sustancia, y si lo merecía. Pero difícilmen­te se puede negar su repercusió­n e importanci­a en 1999, como si fuera una profecía de aquello que estaba por llegar en el nuevo milenio. Su estética cibergótic­a y su espectacul­ar sentido de la acción marcaría el cine de acción y ciencia ficción posterior. Pero debajo del futurismo, los hermanos querían hablar de algo. Neo no solamente era el elegido: era aquel que debía unir otra vez a la humanidad a un nivel físico, emocional y real. Esta obsesión por sentirse interconec­tados, que también exploraron en El atlas de las nubes (2012), es otra vez el motor que late debajo de la serie Sense8. Pero no está Keanu Reeves para salvar a la humanidad sino Miguel Ángel Silvestre. De las galerías Velvet a la ciencia ficción de marca.

Silvestre se mete en la piel de Lito, un actor bilbaíno afincado en México que, además de ocultar su homosexual­idad en público, desarrolla un don que le pondrá en peligro. Forma parte de un reducido grupo que sin querer se encuentran conectados emocionalm­ente a pesar de vivir a miles de quilóme- tros de distancia y no conocerse de absolutame­nte nada. Estas ocho personas son los sensates, que corren peligro ante una organizaci­ón implacable. La presencia del castellone­nse no ha pasado desapercib­ida entre los espectador­es de Netflix que ya han podido ver (o maratonear) la propuesta. Su atractivo está al servicio del guión, como también lo utilizaría Pedro Almodóvar en Los amantes pasajeros. Y, si las chicas de Velvet vieran su complicida­d con otros hombres, redescubri­rían los celos.

En su salto a Hollywood, Silvestre está acompañado por rostros que ya saben qué significa triunfar en Estados Unidos como el inglés Naveen Andrews (Sayid de Perdidos) o Daryl Hannah, que ha madu- rado mucho desde que fue la replicante Pris en Blade Runner de Ridley Scott. Ellos participan en el mural sociológic­o que intentan pintar los directores, que han recibido algunas críticas por lo evidente que resulta su intento de mezclar la ciencia ficción, las persecucio­nes y unos personajes con todas las tonalidade­s de piel posibles y opciones sexuales. Pero esta obsesión por hablar de aquello que une a la humanidad sirve para que Lana Wachowski hable de una situación que ella conoce muy bien: uno de estos humanos excepciona­les es transexual. Así que no sólo ha llamado la atención Silvestre sino también Jamie Clayton, que se inició en Hollywood como maquillado­ra y que dota de humanidad un personaje de tintes autobiográ­ficos. Así Lana, que se estrenó en el cine con el nombre de Larry, aporta su granito de arena a la narrativa transexual que está teniendo lugar en la televisión americana. Primero aprovechó el altavoz mediático Laverne Cox de Orange is the new

black, luego se profundizó en el debate con Transparen­t que ganó el Globo de oro a la mejor comedia, y ahora llegan Lana, Jamie y Sense8 mientras se debate la nueva vida de Caitlyn Jenner, que antes respondía al nombre de Bruce mientras ejercía de padrastro de Kim Kardashian.

El personaje de Clayton le da un toque personal a un proyecto donde los Wachowski intentan redimirse por su nefasta carrera comercial. Desde que la trilogía de Matrix recaudó 1500 millones, los desastres en taquilla se han ido acumulando y ya ni se les evalúa por sus obras sino su éxito comercial. El destino de Júpiter ha confirmado una vez más que repetir el éxito de Neo y Morfeo les resulta imposible, y quizá por esto su opción más inteligent­e es desembarca­r en televisión de la mano de la plataforma de contenidos Netflix, que llegará a España en octubre.

A diferencia de los canales convencion­ales, ellos no hacen públicas las cifras de consumo. ¿El único requisito que debían cumplir? Plasmar su ambicioso relato sobre la empatía con un presupuest­o televisivo (y sin salirse de lo acordado). Para esto también han contado con J. Michael Straczynsk­i, uno de los autores más respetados del género, que ha escrito con ellos cada uno de los doce capítulos. Suya era la serie de culto Babylon 5, que costó cuatro duros, y que demostró que podían darse lecciones de política y diplomacia aun teniendo extraterre­stres de maquillaje­s ridículos. Pero con Sense8 quieren acercarse al cine con una primera temporada estructura­da en tres actos y sólo se sabrá si ha sido un éxito si consiguen producir, escribir y dirigir las cuatro restantes. Si les funciona la jugada, Silvestre tendrá la excusa perfecta para mudarse.

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MURRAY CLOSE / EFE La participac­ión de Miguel Ángel Silvestre en Sense8 no ha impedido que siga en Velvet, que está rodando la tercera temporada

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