Mezclar agua y aceite
Il Giardino Armónico
Dirección: Giovanni Antonini Lugar y fecha: L’Auditori (5/ VI/2015) Giovanni Antonini, tras un trabajo ejemplar en la renovación de la concepción interpretativa y el sonido del barroco, especialmente vivaldiano, ha hecho un trayecto que le llevó a la sinfónica y a hacer de telonero de estrellas: la Bartoli marcó un camino, y la deriva, tras mostrar su lejanía con Bach, le ha traído hasta esta colaboración con la gran violinista Patricia Kopatchinskaja que le lleva a mezclar agua con aceite. Me dio la sensación de que el Sr. Vivaldi veneciano de l’Ospedale della Pietà había decidido hacer una visita a sus colegas degli Incurabile, y allí una violinista magnífica le mostró lo que sería la música en el siglo XXI... un puro espectáculo donde se mezcla todo. Porque se pueden mezclar armónicos, pero la identidad de una obra deliciosa como L’Âme ouverte de Scelsi, perdida en la inmensidad de esta sala, introducida con una mirada inquietante de la violinista para procurar silencio, se vio inmersa en esa muestra de na- turalismo barroco que es del gran Vivaldi.... Y, ni uno ni el otro salieron indemnes de la experiencia. Claro está, la velocidad, el virtuosismo de la solista que tanto gusta, fue en contra del papel de Il Giardino, que quedó en penoso segundo plano. El festival comenzó con una buena muestra de la sensibilidad de Antonini y el sutil pianissimo que animó la partitura de Vivaldi, en la que ya comenzó el destello de gracias de la histriónica solista.
En realidad el Concerto nº 12 op 1 de Geminiani en la segunda parte fue donde Il Giardino volvió a ser, con su excelente concertino Barneschi y el tradicional cello Paolo Beschi; una versión cuidada, de contrastes, sutil y delicado sonido; estupenda. A él siguió una obra del muy premiado Sciarrino, pieza sugerente que hubiese merecido tener su lugar. A su lado Il Grosso Mogul, recordatorio del gran Akbar indio, que en la viajera Venecia era leyenda y que Vivaldi interpretó a su manera, orientalista, aunque distante de la que hizo Kopatchinskaja. Alabamos la libertad, pero las cadencias de esta intérprete deberían figurar en otro marco. Antonini, por otro lado, ya no es el flautista de sus años jóvenes; conserva parte del artilugio y el brillo, pero ya hay escalas con saltos, y a veces al vacío.
JORGE DE PERSIA