La Vanguardia

Lucía Agirre

El polémico artista llega al Guggenheim con sus monumental­es piezas kitsch

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CONSERVADO­RA DEL GUGGENHEIM

Lucía Agirre, conservado­ra del museo Guggenheim de Bilbao, es también la comisaria –junto a Scott Rothkopf– de la exposición Jeff Koons: retrospect­iva, que se inauguró ayer, tras su paso por Nueva York y París.

A primera vista parece un globo gigante en forma de perro, pero resulta que está construido en acero inoxidable, de tal forma que tam- bién puede ser el caballo de Troya. Y su superficie pulida y con una laca de color traslúcido actúa como un espejo del espectador. Esta es una de las obras más representa­tivas de la Jeff Koons: retrospect­iva que ayer se inauguró en el museo Guggenheim de Bilbao, tras pasar con gran éxito de público por el Whitney Museum de Nueva York y el Centro Pompidou de París. La exposición (abierta hasta el 27 de septiembre), bajo el patrocinio del BBVA, es un recorrido cronológic­o por todas las series que Koons ha realizado entre 1978 y la actualidad y es la mayor que se ha realizado en España.

Este Balloon dog o Perro globo de color magenta y de más de tres metros de altura es una de las cinco versiones que existen en el mundo de esta pieza. La de color naranja se vendió en una subasta de Christie’s en el 2013 por 58,4 millones de dólares y batió el récord de un artista vivo. Jeff Koons estaba ayer en Bilbao para explicar su retrospect­iva y lo hizo al lado de esta obra que como él mismo dijo tiene también su “lado oscuro”. Y no es la única. Las obras de este artista arrancan de temáticas cotidianas, familiares, donde parece que la única novedad sea el uso de técnicas y materiales diversos. Pero su juego consiste en invitar al espectador a que haga su propia reflexión sobre el arte, sobre el consumismo, sobre la condición humana a partir de esos elementos kitsch. Puede ser una aspiradora encerrada en una urna de vidrio, un balón de baloncesto en equilibrio dentro de un acuario, un chaleco de buceo en bronce o un Popeye de acero. Le preguntaro­n ayer a Koons como era su mirada sobre la sociedad: ¿Irónica, crítica o complacien­te? “Intuitiva”, se limitó a señalar. Y a continuaci­ón enfatizó su voluntad de dialogo, de llegar a todos los públicos. Su verbo refle- en su retrospect­iva no podía faltar

Hecho en el cielo. En 1989 el museo Whitney le pidió una obra sobre la relación entre el arte y los medios de comunicaci­ón. Y el artista concibió un gran cartel publicitar­io en el que aparecían semidesnud­os él y Ilona Staller, la actriz porno más conocida como Cicciolina. Y la completó con obras en vidrio, mármol y fotografía­s de ambos en poses sexuales, con alusiones a Bernini, Courbet y Manet. Koons contrajo luego matrimonio con Cicciolina y tuvieron un hijo.

Lucía Agirre, conservado­ra del Guggenheim, y comisaria de la muestra junto con Scott Rothkopf, explicó que en varias obras aparecen plantas que expresan esa dualidad entre la vida y la muerte, como otras obras lo hacen entre pasado y presente, sexualidad e inocencia, lujo y austeridad, público y privado, industrial y artesano. Como en Puppy, el icono que da la bienvenida al Guggenheim bilbaíno, que con sus 38.000 flores abre el museo desde hace 17 años. “Es una obra descontrol­ada –dijo Agirre–, que crece y se convierte en algo vivo”. Si Puppy sigue sorprendie­ndo como obra de arte, la retrospect­iva abrirá un debate. Seguro.

JOSEP PLAYÀ MASET

Bilbao Las obras de esta retrospect­iva, patrocinad­a por el BBVA, reflejan “el lado oscuro” de la realidad

xivo y pausado sorprende a quien se espera un provocador nato. Koons no se parece a esos dos maestros a los que dice venerar: Dalí (a quien asegura que conoció en Nueva York cuando tenía tan solo 18 años y a quien dedica su Langosta de aluminio policromad­o) y Duchamp (por sus ready made).

La provocació­n de Koons está muy controlada. Así, dentro de la serie Lujo y degradació­n, de 1986, incluye El Tren Jim Beam-J.B.

Turner, una miniatura ferroviari­a que nos remite a la conquista del oeste, pero que está hecho de acero inoxidable para darle un acabado brillante y suntuoso y además lo ha rellenado de bourbon, y sellado, para convertirl­o en pieza única. En la serie Banalidad, combina esculturas de madera inspirada en temática religiosa con una estatua de Michael Jackson y el mono Bubbles, en porcelana. Y naturalmen­te

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ANDER GILLENEA / AFP Jeff Koons presentó ayer su retrospect­iva en el Guggenheim de Bilbao junto a su obra Perro globo

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