¿Podremos?
La noche electoral del 24-M los de Barcelona en Comú volvieron a gritar “Sí, se puede”. Pensé en el lema que había acompañado a Obama hasta la Casa Blanca: “Yes, we can”. “Yes” se opone al “no” que repiquetea en los cerebros de los ciudadanos para hacernos bajar la cabeza y aceptar políticas públicas deshumanizadoras que hacen pagar a la mayoría los excesos de la minoría. “We” recuerda que el ciudadano solo no puede cambiar las cosas. De hecho, la cultura mercantilista promueve el aislamiento de este ciudadano. Pre- tende reducirlo a consumidor que busca singularizarse comparándose con otros desde el tener. Y convierte a los trabajadores en competidores los unos de los otros, anestesiando la dimensión comunitaria del trabajo. “Can” remite a la posibilidad de que se vuelve real cuando el “nosotros” emerge en torno a problemas sociales concretos, acompaña a las víctimas, les busca soluciones y acaba promoviendo propuestas políticas y estructurales para que el problema no se reproduzca. Pienso en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la ANC, y tantas otras coaliciones de oenegés que combaten por varias causas.
Sí, nosotros podemos. Pero es lícito pre- guntarse: ¿podremos? ¿Es decir, cuánto durará esta ilusión, esta energía balsámica que sustenta el “nosotros” humanizador de las sociedades? ¿Cuánto tiempo seremos capaces de no volver los ojos ante los problemas ciudadanos? ¿Cuánto tiempo resistiremos el impulso mercantilista que nos aísla del “nosotros”? De hecho, hace veinte siglos, en el Israel ocupado por el imperio romano, dos jóvenes hebreos ya respondían a una pregunta de su maestro afirmando categóricamente: “Sí que podemos”. Su maestro les había preguntado si serían capaces de resistir los sufrimientos que comporta el compromiso por la justicia. Y les advertía: “Ya sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones disponen como amos y sus magnates las tienen bajo su poder. No tiene que ser así entre vosotros: el que quiera llegar a ser grande entre vosotros que se haga sirviente vuestro (...) como también el Hijo del hombre ha venido no a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por una multitud.” (Mc 10, 42-45)
Podremos si trabajamos día a día para no vivir nuestra individualidad como una comparación. Si somos capaces de renovar cotidianamente la inspiración (gozo, fuerza... Espíritu) en el servicio a la comunidad. Y es que, como decía Charles Péguy, “la revolución social será moral o no será”.