El anfitrión consorte del G-7
Joachim Sauer, marido de la canciller Angela Merkel, acompaña a las esposas
Es el hombre invisible, el que aparece en público en contadísimas ocasiones, casi sólo cuando el protocolo exige su presencia junto a su poderosa esposa. Joachim Sauer, el marido de la canciller alemana, Angela Merkel, ha ejercido de anfitrión consorte el domingo y ayer lunes durante la cumbre del G-7 en el apacible castillo bávaro de Elmau, cerca de Garmisch-Partenkirchen. Sauer, de 66 años, casado con Merkel desde 1998, se mantiene siempre en un discretísimo segundo plano, incluso demasiado, a juicio de la prensa alemana.
En este encuentro de siete países muy industrializados (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), celebrado bajo presidencia germana, el profesor Sauer bebió cerveza (sin alcohol para todos) y comió salchichas con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en un desayuno al aire libre en el pueblecito de Krün, el más cercano al castillo donde se celebraba la cumbre.
Obama acudió al G-7 sin su esposa, Michelle, y de hecho la mayoría de los gobernantes de este foro llegaron sin pareja. Con todo, Joachim Sauer acompañó el domingo a pasear en un carruaje típico tirado por caballos a las tres que sí vinieron: Laureen Harper y Akie Abe, mujeres de los primeros ministros de Canadá y Japón, y la polaca Malgorzata Tusk, esposa del presidente del Consejo Europeo. También pasearon a pie. El domin- go, Sauer recibió junto a la canciller a los jefes de Estado y de Gobierno.
Catedrático de Química en la Universidad Humboldt de Berlín, Joachim Sauer está casado en segundas nupcias con Angela Merkel. También para ella –nacida Kasner, que conserva el apellido de su primer marido– fue el segundo matrimonio. Llevaban varios años viviendo juntos cuando se casaron, después de que algunas voces ecle- siales y de su partido (CDU) criticaran que una política democristiana conviviera sin vínculos matrimoniales. Sauer tiene dos hijos de su primera mujer, Daniel y Adrian.
Como Merkel, Sauer creció en la extinta y prosoviética República Democrática Alemana (RDA); nació en 1949 en Hosena (land de Brandemburgo). En 1974, cuando tenía 25 años y Berlín era aún una ciudad dividida por la guerra fría, se doctoró en Química summa cum laude en la Universidad Humboldt, e inició una trayectoria científica eminente. Pero al no ser miembro del Partido Comunista, no se le permitía salir del bloque soviético.
Al caer el muro de Berlín en 1989, ella entró en política y él se fue a trabajar a Estados Unidos. En 1992 regresó a la Humboldt, donde dirigió un grupo de investigación sobre química cuántica, y en los últimos años investiga las zeolitas, unos minerales microporosos que pueden utilizarse en muchos ámbitos.
Además de las caminatas, a Sauer le gusta la ópera (sobre todo Wagner), pasión que comparte con Merkel, así que a veces emerge de la oscuridad para acompañarla cuando hay un acontecimiento musical. Por eso, cuando empezó a presentarse en el festival de Bayreuth, la prensa germana le bautizó como ‘el fantasma de la ópera’.
No es la primera vez que ejerce esta función de anfitrión consorte; ya la ejerció en la cumbre del entonces aún G-8 (Rusia aún participaba) en Heiligendamm, y el año anterior se le vio acompañando al presidente George W. Bush en la ciudad norteña de Stralsund. Pero se mantiene muy al margen; cuando su mujer se convirtió por primera vez en canciller en 2005, él vio su toma de posesión por televisión.
El casi invisible Sauer sí va a festivales de música clásica: ‘el fantasma de la ópera’, le apoda la prensa