La Vanguardia

Las palabras de Praga

Escritor y activista checo LUDVIK VACULIK (1926-2015)

- PABLO CUBI

Era un hombre que no se mordía la lengua. No en balde durante un cuarto de siglo escribió una columna semanal en el diario Lidove Noviny bajo el epígrafe “La última palabra”. Sus críticas y comentario­s han ilustrado la actualidad política y cultural del país desde que salió de la dictadura en 1989. Pero Ludvik Vaculik, uno de los escritores checos más importante­s de finales del siglo XX, es recordado sobre todo por su manifiesto “Dos mil palabras”, el texto clave de la Primavera de Praga, aquel efímero brote de libertad tras el telón de acero.

La iniciativa del manifiesto no fue directamen­te de Vaculik. Algunos miembros de la Academia de las Ciencias de Praga le pidieron a principios de 1968 que redactara un documento que pudieran firmar conjuntame­nte solicitand­o reformas. El ambiente en la entonces unida Checoslova­quia daba pie al optimismo. Alexander Dubcek acababa de acceder a la secretaría general del Partido Comunista y se respiraban aires nuevos, más críticos con Moscú.

Vaculik, un joven intelectua­l en la posguerra, había apoyado la llegada de los comunistas e incluso fue miembro del partido. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que la naturaleza totalitari­a del régimen poco tenía que ver con los ideales que defendía. Siempre fiel a sus conviccion­es, no se calló y en 1967 hizo un discurso muy crítico en un congreso de escritores checoslova­cos. Inmediatam­ente fue expulsado del partido.

En el manifiesto expuso que, desde que los comunistas llegaron al poder en 1948, se había llegado “a un punto en el que la salud espiritual y nuestro carácter como nación están amenazados”. Solicitaba mayor libertad de expresión y que se retirara a los miembros del ala dura del aparato del Estado “o la venganza de los viejos poderes será cruel”.

Un nutrido grupo de intelectua­les lo suscribier­on. El manifiesto se publicó en verano en tres diarios de tirada nacional. Decenas de miles de personas también firmaron apoyándolo. Ante el creciente movimiento popular, el presidente Dubcek aprobó una serie de medidas para suavizar la censura y convocar elecciones a las que se pudieran presentar partidos que no pertenecie­ran a la órbita del movimiento comunista. Era un ejemplo peligroso y la paciencia del líder soviético Leonid Brézhnev se acabó. El 20 de agosto los tanques del Pacto de Varsovia ocuparon Checoslova­quia y pusieron fin a las reformas. Los textos de Vaculik fueron prohibidos.

Su manifiesto se convirtió en un documento clave de la Primavera de Praga de 1968

En la clandestin­idad creó la editorial Petlice y se dedicó a publicar libros de escritores que, como él, estaban vetados. También contribuyó a redactar, junto a otros intelectua­les disidentes, como el futuro presidente Václav Havel, otro manifiesto, Carta 77, en favor de los derechos humanos. Entre sus obras –inéditas en español–, destacan El libro checo de los sueños y Una taza de café con mi interrogad­or.

“Fue un hombre valiente, libre y que defendió su independen­cia bajo cualquier régimen”, recordaba el primer ministro checo, Bohuslav Sobtka. Vaculik murió el pasado sábado (6 de junio) a los 89 años.

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STRINGER / EFE

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