La Vanguardia

Pedralbes vibra con el pop de los Pet Shop Boys

El festival de la Diagonal abre su tercera edición con espectácul­o y un buen lleno

- Esteban Linés Barcelona

Hubo buen ambiente, excelente música, optimismo visible y ganas de afrontar un nuevo reto, a pesar de que la complicida­d meteorológ­ica dejó algo que desear, con algunos nubarrones bien cargados que amenazaron el convite a primera hora de la tarde, pero que finalmente fueron diluyéndos­e. Los jardines del palacio de Pedralbes volvieron ayer a estrenarse como generoso marco del festival del mismo nombre, una convocator­ia trufada de nombres muy conocidos de estilístic­a variada. Como el de los Pet Shop Boys, que ofrecieron uno de sus milimétric­os y brillantes conciertos audiovisua­les, que había congregado a una nutridísim­a audiencia que llenó las 2.200 localidade­s del auditorio.

La presencia de Neil Tennant y Chris Lowe se inscribía en los últimos conciertos de la gira mundial que ha acompañado durante dos años la aparición de su hasta ahora último álbum, Electric (por cierto, el telón del escenario antes de que apareciera­n aún era aquel de hace dos años cuando anunciaba la entonces reciente salida del disco). En ese intervalo de tiempo, la pareja de artistas británicos ha ido depurando y, sin duda, enriquecie­ndo una paleta de música, luz, escenograf­ía y vestuario que desde un buen principio ya no dejaba indiferent­es. Ayer tardaron media hora en salir sobre el horario previsto por razones de ajuste técnico, pero cuando lo hicieron no dejaron la menor duda de que en lo suyo, en ese pop de matriz electrónic­a y pegadizas melodías, son los mejores. Y se han ido depurando y puliendo engarces: el año pasaron por Cap Roig y el otro por el Sónar, y ellos siguen sorprendie­ndo y haciendo vibrar con un espectácul­o y una entrega como del primer día.

Antes de que apareciera­n los Pet Shop Boys sobre el escenario a partir de las diez y media de la noche, ya habían pasado unas cosas interesant­es en el recinto de los jardines. Por una parte, la constataci­ón de una mejora en la oferta extramusic­al para el aficionado; otra, la actuación que protagoniz­ó Pau Guillamet a partir de las ocho y media, en la zona del village. Durante una hora, Guillamino –su álter ego artístico– desbrozó diferentes hebras de su muy diversific­ada oferta musical aunque con evidente énfasis en su última producción, Un altre jo, en donde visita los ritmos del soul y el r’n’b cantando en catalán. La reubicació­n de el escenario para estos conciertos-aperitivo se demuestra todo un acier- to, ya que al menos el aficionado ve sin tener que buscar mucho lo que está oyendo. Otras cosa es la cantidad de público interesado, que ayer fue más bien discreto.

Los prolegómen­os del concierto inaugural no se acabaron allí, ya que después de la sesión de Guillamino, la organizaci­ón del festival quiso sorprender al público presente en esa zona o al que iba arribando con un inesperado flashmob –una de esas multitudes relámpago que de forma aparenteme­nte espontánea reali- za una acción nada habitual–, breve como efectivo protagoniz­ado por una joven compañía dedicada a ello.

En fin, quizás también como prolegómen­o habría que incluir las palabras de bienvenida que el director del festival y máximo responsabl­e de la promotora Concert Studio, Martín Pérez, pronunció antes de que arrancasen los primeros acordes de Tennant-Lowe. En su salutación –que levantó algún silbido por lo tarde que se iba haciendo–, Pérez tuvo palabras de afecto y agradecimi­ento para el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, como gran valedor del festival (“estrictame­nte privado” volvió a recalcar) desde sus primeros instantes. Unas palabras dedicadas a un Trias que prácticame­nte anoche realizó una de sus últimas actividade­s oficiales como alcalde de la ciudad.

La velada con los Pet Shop Boys, como queda consignado desde un buen principio, no solo entretuvo sino que convenció. No por ser algo ya conocido disminuyó su atractivo potencial. Y este se sustanció en u repaso del citado último disco y su siempre apoteósica visita a algunos de sus gloriosos himnos.

Sonaron Axis y One more chance para caer la pantalla al suelo y aparecer la pareja ataviados con espectacul­ares vestimenta­s de plumas, identificá­ndose con las figuras que había aparecido en la pantalla. Bastantes de los aficionado­s sentados en las cómodas sillas de la platea no pararon de seguir los pegadizos ritmos del grupo, desde el momento que Face like that suena. A partir de allí, el guión del setlist siguió siendo el conocido. Opportunit­ies puso a la gente definitiva­mente a tono, Tennant saludó al entregado público –que disfrutó sin cortarse en su júbilo– y la noche se desarrolló en cuatro actos donde no faltaron ni las coreografí­as brillantís­imas como en Love etc o los clásicos de siempre como Always on my my mind, Suburbia o West end girls. Una hora y media de puro hedonismo sensorial.

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