Abrir el baile
UNA de las mejores escenas de baile de la historia del cine la protagoniza Al Pacino en Esencia de mujer, donde interpreta a un hombre amargado, invidente, que decide visitar Nueva York junto a un joven acompañante. En un momento de la película, el militar ciego se dirige a una dama a la que no conoce, seducido por su perfume, con la que baila un tango de antología. Los pactos políticos se parecen bastante a esa danza con una desconocida. A menudo, al elegido no le apetece iniciar el baile de las negociaciones: porque no tiene ganas, porque preferiría a otro o porque teme que afecte a su reputación. Pero hay que abrir el baile y disfrutarlo.
En España los pactos cuestan lo indecible, como es el caso de Susana Díaz, a la que se le ha hecho casi más largo este periodo de negociaciones que su embarazo. Ella incluso amenazó con olvidarse de más reuniones y repetir las elecciones autonómicas –las encuestas le auguraban que mejoraría resultados–, pero la sangre no ha llegado al Guadalqui- vir, porque Ciudadanos le ha dado apoyo en el último minuto, aunque Díaz tendrá que asumir algunas de sus exigencias, entre ellas, dejar fuera de juego a Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Esta decisión se ha tomado en paralelo al apoyo de la formación de Albert Rivera a Cristina Cifuentes para que presida la Comunidad de Madrid, y ella les cederá la vicepresidencia. Ciudadanos reforzará así su condición de bisagra, capaz de pactar con PP y con PSOE.
Los pactos son una magnífica gimnasia política, aunque muchas veces los negociadores piensan como Oscar Wilde: “Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que estoy equivocado”. En Alemania han pactado las dos grandes fuerzas, CDU y SPD, y el país funciona perfectamente. Las mayorías absolutas acaban por atragantar, así que los pactos no deberían verse como una componenda, sino como la esencia del sistema.