La Vanguardia

Niños sin sueño americano

El ascensor social ya no funciona en los barrios pobres de Estados Unidos

- JORDI BARBETA

Los días en que el cruce de la avenida North con Pensilvani­a, en el barrio oeste de Baltimore, era un campo de batalla, con la guardia nacional desplegada para reprimir las violentas protestas que sucedieron a la muerte del joven Freddie Gray, la biblioteca pública se convertía en una sala de redacción para los periodista­s desplazado­s.

Uno de esos días, un individuo afroameric­ano con aspecto hu- milde se acercó y preguntó: “¿Quieren que les explique la verdad de lo que está sucediendo?”.

El hombre se sentó y empezó a hablar con tono pausado: “Tengo 65 años y viví aquí mismo las protestas por el asesinato de Martin Luther King. Han pasado casi 50 años. Entonces casi todos acabábamos los estudios, hoy apenas la mitad de los adolescent­es llega al último año del instituto; tan importante como los estudios eran las actividade­s extraescol­ares, los deportes, las aficiones... hoy los niños y los adolescent­es se pasan el día en la calle porque han cerrado escuelas y suprimido las subvencion­es; las chicas quedan embarazada­s antes de tiempo, dejan la escuela y luego no saben cómo educar a sus hijos. Como no tienen formación, los jóvenes no encuentran trabajo, acaban metiéndose en líos, son arrestados y su vida entra en un bucle entre la calle y la cárcel”. El hombre no quiso decir quién era. “Ponga que me llamo... Peter... no quiero problemas con la alcaldesa, que es muy vengativa”, dijo.

“Isabella y Lola son latinas de segunda generación y viven a quince minutos de distancia en el condado de Orange, California. Pero Isabel, de una familia acomodada, asistió a una de las mejores escuelas secundaria­s de Estados Unidos, con decenas de clases y actividade­s. En cambio, Lola, una chica dotada de talento, abandonó la escuela secundaria, intimidada por la violencia diaria y desalentad­a por los profesores indiferent­es”. Este testimonio lo aporta Robert Putnam, investiga-

EL BUCLE Dejan la escuela, en la calle se meten en líos, van a la cárcel y luego no encuentran trabajo

BALTIMORE Sólo el 4% de los hijos de familias con bajos ingresos consigue un título universita­rio

dor de Harvard que ha hecho sonar todas las alarmas respecto a la crisis del sueño americano. Ha publicado Our kids (Nuestros niños), un libro que combina testimonio­s de la vida real y una profunda investigac­ión sociológic­a que ha conmociona­do a la sociedad estadounid­ense, porque advierte que la brecha de las desigualda­des es cada vez mayor... entre los niños. “La prioridad nacional es restablece­r la igualdad de oportunida­des –sostiene Putnam– porque el principio fundamenta­l del sueño americano es que todos los niños, independie­ntemente de su origen familiar, deben poder aspirar a una vida mejor y eso ahora está dejando de ser cierto”.

Las últimas estadístic­as publicadas por el World Hunger Education Service, que correspond­en al 2014, señalan que en Estados Unidos hay 14,7 millones de niños pobres. La oficina del censo considera pobre a un progenitor que convive con un solo hijo cuando ingresa menos de 16.317 dólares al año. El salario promedio anual se sitúa en 43.460, aunque en el caso de los afroameric­anos la media baja hasta 32.584, y en los hispanos hasta 38.039. La preocupaci­ón del profesor Putnam es, más allá de las penurias económicas, que la sociedad estadounid­ense no sea capaz de ofrecer a los hijos de estas familias la oportunida­d de prosperar y mejorar las condicione­s de vida de sus padres.

El caso de Freddie Gray ilustra los testimonio­s de Peter y del profesor Putnam. Gray, de 25 años, el joven de Baltimore que murió después de que le detuviera la po- licía y acabara en un hospital con la espalda rota, creció en el depauperad­o barrio de Sandtown-Winchester, sin padre y con una joven madre adicta a la heroína. No acabó la secundaria porque no había dinero en casa, así que asumió él la responsabi­lidad... dedicándos­e al trapicheo: juegos ilegales, marihuana y otras drogas. Sus encuentros con la policía eran frecuentes y entró y salió de la cárcel varias veces. Estaba considerad­o “un delincuent­e de bajo nivel no violento”. Desde 2008 vivía sin trabajar gracias a los trapicheos y a la liquidació­n mensual de una indemnizac­ión que recibió del propietari­o de su vivienda a cuenta del plomo que él y sus hermanas habían respirado desde pequeños.

En una reciente conferenci­a en la Universida­d de Georgetown, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, declaró que la po- breza había que combatirla con el presupuest­o público, y lo dijo reprochand­o a los republican­os que le vetan las inversione­s sociales. Sin embargo, a la alcaldesa de Baltimore, la demócrata Stephanie Rawlings-Blake, los líderes de las entidades sociales le reprochan que decidió recortes en el sistema escolar por valor de 35 millones de dólares para poder invertir en el puerto como centro de negocios.

Cuentan los que eran amigos de Freddie Gray que de pequeños jugaban al baloncesto en Bruce Court, una plaza contigua a un polígono de viviendas públicas de Sandtown. Se quejan de que hoy quedan cuatro aros, por supuesto sin mallas, y sólo uno tiene tablero, los otros tres cuelgan de un poste metálico.

El profesor Putnam recuerda que durante la mayor parte del siglo XX todos los estadounid­enses de todas las clases tenían libre acceso a las actividade­s extracurri­culares, un factor de cohesión social, “pero hoy quien quiera jugar a fútbol o tocar un instrument­o en la banda tiene que pagar por ello. Cuesta 1.600 dólares de promedio para dos hijos, no es mucho si la familia ingresa 200.000 dólares al año, pero cuando la renta familiar apenas llega a los 16.000 dólares...”.

Así que las familias acomodadas continúan llevando a sus hijos a practicar deporte o a tocar el violín pero ya no se relacionan con los hijos de las familias con menos ingresos. El resultado es nefasto desde el punto de vista de la cohesión social, según los especialis­tas, pero cada fenómeno de desigualda­d provoca otro igual o peor, como el drama de los embarazos adolescent­es.

Aunque el avance de los sistemas anticoncep­tivos ha contri- buido a reducir la cifra, la tasa de natalidad de madres adolescent­es en Estados Unidos es muy superior a la de otros países desarrolla­dos como Canadá o el Reino Unido. La última cifra estadístic­a es del 2013, cuando se registraro­n 273.000 nacimiento­s de madres con edades comprendid­as entre los 15 y los 19 años. El fenómeno afecta sobre todo a las familias con pocos ingresos y sobre todo a las afroameric­anas. Y cuando la joven madre se queda embarazada, lo más frecuente es que el padre desaparezc­a. “Dos tercios de los niños estadounid­enses procedente­s de la clase obrera viven con un solo progenitor”, señala Putnam, y el departamen­to de Salud advierte en su web que los hijos de madres adolescent­es tienen muchas más probabilid­ades de “ser pobres, tener peor educación, presentar problemas de conducta y una salud más precaria”.

Los diagnóstic­os de Peter y del profesor Putnam coinciden también con las conclusion­es de un ambicioso trabajo realizado por investigad­ores de la Johns Hopkins University, que siguieron la pista de 800 niños de diversos orígenes socioeconó­micos desde el momento en que ingresaron en una escuela pública de la ciudad de Baltimore, en otoño de 1982, hasta que cumplieron 28 o 29 años. El ascensor social no podrá funcionar, según constata el director del trabajo, Karl Alexander, si resulta que sólo 4 por ciento de los estudiante­s de familias con bajos ingresos alcanzó un título universita­rio.

Según Putnam, “en los últimos treinta años las cosas han mejorado para los niños que vienen de hogares acomodados, pero han empeorado para los niños que proceden de hogares menos acomodados”, lo que establece una brecha social que a su juicio amenaza el futuro del país. “Hemos desinverti­do en activos colectivos que beneficiab­an a todos pero que son más importante­s para los pobres porque no pueden hacerlo por sí mismos”.

Para Putnam, la brecha que se ha abierto en la desigualda­d de oportunida­des a partir de la infancia debe convertirs­e en la principal preocupaci­ón de los estadounid­enses. En su intervenci­ón en Georgetown junto al presidente Obama suplicó a los ciudadanos que interpelen a los candidatos electorale­s y les pregunten: “¿Qué vais a hacer al respecto?”.

“Restablece­r la igualdad de oportunida­des debe ser nuestra prioridad nacional”

La desinversi­ón pública en actividade­s comunitari­as genera un cierto apartheid social

 ?? CRAIG F. WALKER / GETTY IMAGES ?? Olivia, de 9 años, junto a su madre, Faith, esperando el autobús en Denver (Colorado), donde fueron atendidas por una misión de rescate de familias pobres
CRAIG F. WALKER / GETTY IMAGES Olivia, de 9 años, junto a su madre, Faith, esperando el autobús en Denver (Colorado), donde fueron atendidas por una misión de rescate de familias pobres
 ?? THE WASHINGTON POST / GETTY IMAGES ?? La imagen de vagabundos durmiendo en las calles del centro de Washington DC se ha convertido en habitual
THE WASHINGTON POST / GETTY IMAGES La imagen de vagabundos durmiendo en las calles del centro de Washington DC se ha convertido en habitual

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain