Adiós a las ambigüedades: Unió, por la independencia
Ciertamente, la consulta planteada en el seno de UDC para el día 14 de junio es un acierto, porque innova en un tema sensible, sobre todo en las circunstancias actuales: la participación de los militantes en la adopción de posiciones relevantes. La lástima es que la pregunta sometida a nuestro voto tenga muchas y graves carencias, como su carácter confuso y su contenido decepcionante, en la medida en que no responde a lo que el momento histórico nos reclama.
Las elecciones al Parlament de Catalunya anunciadas para el próximo 27 de septiembre tendrán un carácter plebiscitario, porque el Estado español no nos ha dejado hacer el correspondiente referéndum y ha sido arrogante y absolutamente insensible a las diversas demandas catalanas. Aquel día, todo el mundo será contado en función de cómo se pronuncien los correspondientes programas electorales en una cuestión básica: si se opta por la consecución de un Estado independiente como solución al actual callejón sin salida social, político e institucional en Catalunya.
El pueblo de Catalunya necesitaba y necesita saber, con precisión, y sin intermediarios, cuál es la posición de UDC con respecto al proceso, a la hoja de ruta, al desafío nacional que tenemos planteado. Se han acabado los tiempos de la indefinición calculada, de la ambigüedad, de la contemporización. Por eso, eran y son rechazables preguntas trampa como la planteada, o preguntas con las que se quiere contentar a todo el mundo a fuerza de diluirlas, de hacerlas absurdas, de hacerlas absolutamente inadecuadas. Por eso, también un grupo de militantes, con más de mil apoyos, proponía una pregunta alternativa: “¿Queréis que UDC se comprometa por una Catalunya independiente en el marco de la Unión Europea?”. Una pregunta, corta y clara, que habría servido para definirnos de manera muy comprensible. Conviene resaltar que hace una semana, en la reunión del comité de gobierno que decidió la pregunta, el debate se saldó con el rechazo de cualquier transacción: el diálogo que tanto se predica no dio ningún fruto y la mayoría se impuso férreamente.
Vista la situación, y de cara al 14-J, nos vemos obligados a votar no cuando lo que nos define es una posición radical, constructiva y esperanzada por el sí, para decir un sí a una Catalunya independiente, ciertamente, pero sobre todo a una Unió Democràtica de Catalunya que quiera ser y sea protagonista del proceso que vivimos; un sí que signifique cerrar filas por un proyecto que es de todos y que reclama la aportación responsable y generosa de todos para salir adelante, y que, puestos a construir, garantice la visibilidad y la incidencia de nuestros planteamientos en el diseño constitucional del nuevo Estado que se avista. Para decirlo de otra manera, el arco iris del proceso soberanista necesita, para ser completo, el color socialcristiano. Creo, honestamente, que podemos hacer aportaciones relevantes desde dentro, plenamente integrados en el debate sobre la Catalunya independiente y sobre cómo llegar a ella.
Porque no se trata de adherirnos a nada, ni de disolvernos en un magma, ni de ceder ante tentaciones maximalistas: se trata, lisa y llanamente, de integrarnos plenamente, sin reservas, en el grueso del catalanismo político, que por definición ha sido, es y será integrador, y que debe estar al lado y al servicio de un pueblo que, crecientemente, exige alcanzar horizontes de libertad, de justicia social, de fraternidad y de plena soberanía.