El petróleo no se acaba
Tanto hablar de que se acababa, tanto redoble de campanas sobre el peak oil, tantos llamamientos a responder al apocalipsis del desabastecimiento general, y ahora resulta que hay más petróleo disponible del que estamos dispuestos a comprar. Parece que el petróleo no se acaba. No es sólo que los saudíes incumplan las indicaciones de la OPEP de reducir la producción para mantener más alto el precio. Está también la crisis económica mundial, que reduce la demanda, y el avance de la eficiencia energética, que permite satisfacer las necesidades humanas con menos consumo energético. Los propios sistemas de producción industrial basados en tecnologías de la información funcionan con menor gasto de energía. Y crecen los sustitutivos del pe- tróleo en el transporte, la industria y la generación eléctrica: especialmente (pero no sólo) el gas natural, mucho más limpio que el carbón y que el petróleo.
Durante años el discurso ecologista se ha basado esencialmente en la retórica de la renovabilidad: sustituir los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) porque tienen una fecha de caducidad próxima, y apostar por fuentes energéticas más renovables (como la eólica o la solar), a pesar de su bajo rendimiento y su alto coste económico, para garantizar el suministro energético futuro. Ahora sabemos que mucho antes de que se acaben los combustibles fósiles habrá que actuar para hacer frente a la contaminación local, que afecta seriamente a nuestra salud, o parar el cambio climático, que amenaza nuestro futuro. Pronto empezaremos a dejar voluntariamente el petróleo bajo tierra, co- mo hemos empezado a hacer con el carbón. Carbón hay muchísimo, en muchos lugares y es barato. Pero provoca la muerte de más de medio millón de personas al año sólo en China y acelera mucho el cambio climático. Dejaremos el petróleo bajo tierra porque afecta a nuestra salud y porque no hay espacio material para tantos coches en las carreteras.
No será fácil encontrar una tecnología para el transporte que tenga la misma densidad energética que la gasolina o el gasóleo, convertido en el carburante casi único de la movilidad. Para sustituirlo habrá que hacer un gran esfuerzo de innovación tecnológica pero, sobre todo, de cambio social: será más importante el desarrollo del transporte público que la consecución de un coche familiar eléctrico eficiente y barato. El petróleo va de baja no porque se acabe, sino porque se está acercando la hora en que no lo querremos.