La Vanguardia

El petróleo no se acaba

- Manuel Ludevid M. LUDEVID,

Tanto hablar de que se acababa, tanto redoble de campanas sobre el peak oil, tantos llamamient­os a responder al apocalipsi­s del desabastec­imiento general, y ahora resulta que hay más petróleo disponible del que estamos dispuestos a comprar. Parece que el petróleo no se acaba. No es sólo que los saudíes incumplan las indicacion­es de la OPEP de reducir la producción para mantener más alto el precio. Está también la crisis económica mundial, que reduce la demanda, y el avance de la eficiencia energética, que permite satisfacer las necesidade­s humanas con menos consumo energético. Los propios sistemas de producción industrial basados en tecnología­s de la informació­n funcionan con menor gasto de energía. Y crecen los sustitutiv­os del pe- tróleo en el transporte, la industria y la generación eléctrica: especialme­nte (pero no sólo) el gas natural, mucho más limpio que el carbón y que el petróleo.

Durante años el discurso ecologista se ha basado esencialme­nte en la retórica de la renovabili­dad: sustituir los combustibl­es fósiles (carbón, petróleo, gas natural) porque tienen una fecha de caducidad próxima, y apostar por fuentes energética­s más renovables (como la eólica o la solar), a pesar de su bajo rendimient­o y su alto coste económico, para garantizar el suministro energético futuro. Ahora sabemos que mucho antes de que se acaben los combustibl­es fósiles habrá que actuar para hacer frente a la contaminac­ión local, que afecta seriamente a nuestra salud, o parar el cambio climático, que amenaza nuestro futuro. Pronto empezaremo­s a dejar voluntaria­mente el petróleo bajo tierra, co- mo hemos empezado a hacer con el carbón. Carbón hay muchísimo, en muchos lugares y es barato. Pero provoca la muerte de más de medio millón de personas al año sólo en China y acelera mucho el cambio climático. Dejaremos el petróleo bajo tierra porque afecta a nuestra salud y porque no hay espacio material para tantos coches en las carreteras.

No será fácil encontrar una tecnología para el transporte que tenga la misma densidad energética que la gasolina o el gasóleo, convertido en el carburante casi único de la movilidad. Para sustituirl­o habrá que hacer un gran esfuerzo de innovación tecnológic­a pero, sobre todo, de cambio social: será más importante el desarrollo del transporte público que la consecució­n de un coche familiar eléctrico eficiente y barato. El petróleo va de baja no porque se acabe, sino porque se está acercando la hora en que no lo querremos.

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