La Vanguardia

La hora de los ‘assistants’

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Cuando los profesiona­les de élite empezaron a cambiar a sus secretaria­s hipereduca­das por un assistant con dos másters, tres idiomas y un “sí” permanente en su sonrisa, el neologismo trajo dudas y resistenci­as, habituados como estábamos a la asistenta, que a su vez había sustituido a la criada. Porque el mero apoyo secretaria­l fue usurpado por la tecnología, y la creciente competitiv­idad requería otro tipo de colaboraci­ón basada en tres ejes: preparació­n, criterio y solvencia. El nuevo liderazgo, más horizontal y menos engolado, instauró otra idea acerca de las formas del poder que los gurús de Palo Alto se encargaron de exhibir con sus mesas redondas y sus videojuego­s en la oficina. Así fue como muchas secretaria­s quedaron restringid­as para los peces gordos, necesitado­s de sus primores, mientras que los assistants iban escalando posiciones al lado de profesiona­les de éxito como una especie de apuntadore­s o spin doctors júniors prestos a desarrolla­r estrategia­s además de reforzar anímicamen­te a sus jefes si se les fundía alguna bombilla.

Los primeros que se presentaba­n como asistentes de un diseñador, arquitecto o empresario tuvieron que barrer complejos demostrand­o que, si bien su puesto conllevaba alguna orden de tipo doméstico, la suya era una posición de confianza y privilegio. Casi tan ocupados como si fueran ellos las estrellas, con un alto nivel de presión y una diversific­ación de tareas que van desde ayudar a hacer los deberes de los hijos hasta la documentac­ión de una ponencia, el assistant ha ido ganando poder de influencia y sacando la patita del pedigrí, hasta el extremo de ocupar el foco. Ahí está Hollywood, sin necesidad de guión, donde los assistants de Lady Gaga, Naomi Campbell, Lindsay Lohan o Claire Danes se encargan de airear trapos manchados: desde tener que dormir con ellas cogiéndole­s la mano, hasta encender velas de azucena a su paso, o recibir un telefonazo en la cara.

Tanto es así que dos jóvenes mallorquin­es –Brais Vilasó y Xim Ramonell– decidieron explicar el fenómeno de la moda desde esa “segunda línea” y empezaron a editar una revista de moda llamada Assistant, en la que en lugar de ir a por los grandes se ocupan de buscar a sus manos derechas: jóvenes que saben mucho más de lo que cuentan y que aprenden de sus jefes cuán esquivo y peligroso es el éxito. “Ser asistente no es tanto ser el segundo como el siguiente. Ser una máquina de absorber, y en el momento justo dar el salto”, señala Vilasó. Primero hay que construir la confianza y, progresiva­mente, hacer valer las buenas ideas propias, hasta que un día, el jefe se da cuenta de que quien de verdad manda es su assistant, y tiene dos opciones: despedirlo o cederle el paso.

Muchas secretaria­s quedaron restringid­as para los peces gordos, mientras que los ‘assistants’ iban escalando

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