Ay pena, penita, pena (de telediario)
Mientras algunos programas continúan polemizando desde un lado u otro de la trinchera sobre el siempre controvertido asunto de las penas de telediario aplicadas a nuestros políticos más descastados, otros, los más, siguen dando paradójica cobertura non stop a las “excarcelaciones tomboleras” de los más famosetes del lugar (que también son legión, como corresponde a un país tan dado a la picaresca, las trampas al solitario, la desvergüenza torera y los chanchullos al por mayor como éste). Lo cierto es que, lloviendo como llueve sobre enfangado, y sabiendo lo difíciles de sacar que son algunas salpicaduras, no está de más recordar que la renovada afición a los juicios paralelos, el escarnio público, el linchamiento mediático y las exclusivas en régimen abierto de todos esos programas que suelen hacer el agosto cubriendo a la carrera los paseíllos jurídico-carcelarios de nuestras más carpetovetónicas celebrities, viene en realidad de lejos.
Tirando por eso de la costumbre hacia el rosa rancio, o recreándose hipócritamente en el amarillismo más pretendidamente justiciero, de hecho, lo verdaderamente preocupante del caso es la forma en la que todos aquellos broncos debates de sobremesa que nos dieron las tardes a propósito, por ejemplo, de las corruptelas marbellíes (con sus bolsas de basura llenas de dinero sucio, sus cornamentas a refajo quitado, sus vendettas post mórtem, sus frikadas de nuevo rico y sus ladrillazos a cobro pervertido), lejos de haber quedado circunscritos a la órbita de lo estrictamente cotilleable, han terminado marcando tendencia en el no menos estridente terreno del tertulianismo político, ecosistema mediático especialmente proclive a las navajadas traperas, los golpes bajos, los “donde dije digo”, las hinchadas al borde de un ataque de nervios, los mamporreros a sueldo e incluso los posados pactados.
Así, no es de extrañar que los mismos que esperan que el primer permiso penitenciario de la Pantoja sirva, vía exclusiva telefónica, para recalificar al alza el anodino paso de su hija Chabelita por el Supervivientes de Telecinco, sean en realidad los mismos que, sustancioso sobre al portador mediante, intentaron hacer caer en la hondureña tentación a Willy, el cantarín vástago de Bárcenas, para que se alistase como requeteamortizable “hijo de” en ese mismo reality. Imagínense la que podría haberse armado a las puertas de los respectivos penales entre los detractores a degüello del extesorero del PP y los defensores a ultranza de la exviuda de España, si el hijo del uno y la hija de la otra hubieran terminado liándose en este esperpéntico crossover entre El Conde de Montecristo y Robinson Crusoe. Créanme si les digo que ni el más inspirado Azcona podría haber llegado a imaginar nunca una trama tan celtibéricamente delirante y políticamente incorrecta como ésta. Y sin embargo, ahí la tenemos como posibilidad mediática no del todo descartable.
Si peligroso es ir mezclando alegremente churras con merinas, más aún es hacerlo en un país tan dado a los arrebatos a lo Fuenteovejuna. Sobre todo cuando el rebaño anda tan revuelto.
La renovada afición a los juicios paralelos, el escarnio público y el linchamiento mediático viene en realidad de lejos