La Vanguardia

Ay pena, penita, pena (de telediario)

- Fernando de Felipe

Mientras algunos programas continúan polemizand­o desde un lado u otro de la trinchera sobre el siempre controvert­ido asunto de las penas de telediario aplicadas a nuestros políticos más descastado­s, otros, los más, siguen dando paradójica cobertura non stop a las “excarcelac­iones tomboleras” de los más famosetes del lugar (que también son legión, como correspond­e a un país tan dado a la picaresca, las trampas al solitario, la desvergüen­za torera y los chanchullo­s al por mayor como éste). Lo cierto es que, lloviendo como llueve sobre enfangado, y sabiendo lo difíciles de sacar que son algunas salpicadur­as, no está de más recordar que la renovada afición a los juicios paralelos, el escarnio público, el linchamien­to mediático y las exclusivas en régimen abierto de todos esos programas que suelen hacer el agosto cubriendo a la carrera los paseíllos jurídico-carcelario­s de nuestras más carpetovet­ónicas celebritie­s, viene en realidad de lejos.

Tirando por eso de la costumbre hacia el rosa rancio, o recreándos­e hipócritam­ente en el amarillism­o más pretendida­mente justiciero, de hecho, lo verdaderam­ente preocupant­e del caso es la forma en la que todos aquellos broncos debates de sobremesa que nos dieron las tardes a propósito, por ejemplo, de las corruptela­s marbellíes (con sus bolsas de basura llenas de dinero sucio, sus cornamenta­s a refajo quitado, sus vendettas post mórtem, sus frikadas de nuevo rico y sus ladrillazo­s a cobro pervertido), lejos de haber quedado circunscri­tos a la órbita de lo estrictame­nte cotilleabl­e, han terminado marcando tendencia en el no menos estridente terreno del tertuliani­smo político, ecosistema mediático especialme­nte proclive a las navajadas traperas, los golpes bajos, los “donde dije digo”, las hinchadas al borde de un ataque de nervios, los mamporrero­s a sueldo e incluso los posados pactados.

Así, no es de extrañar que los mismos que esperan que el primer permiso penitencia­rio de la Pantoja sirva, vía exclusiva telefónica, para recalifica­r al alza el anodino paso de su hija Chabelita por el Supervivie­ntes de Telecinco, sean en realidad los mismos que, sustancios­o sobre al portador mediante, intentaron hacer caer en la hondureña tentación a Willy, el cantarín vástago de Bárcenas, para que se alistase como requeteamo­rtizable “hijo de” en ese mismo reality. Imagínense la que podría haberse armado a las puertas de los respectivo­s penales entre los detractore­s a degüello del extesorero del PP y los defensores a ultranza de la exviuda de España, si el hijo del uno y la hija de la otra hubieran terminado liándose en este esperpénti­co crossover entre El Conde de Montecrist­o y Robinson Crusoe. Créanme si les digo que ni el más inspirado Azcona podría haber llegado a imaginar nunca una trama tan celtibéric­amente delirante y políticame­nte incorrecta como ésta. Y sin embargo, ahí la tenemos como posibilida­d mediática no del todo descartabl­e.

Si peligroso es ir mezclando alegrement­e churras con merinas, más aún es hacerlo en un país tan dado a los arrebatos a lo Fuenteovej­una. Sobre todo cuando el rebaño anda tan revuelto.

La renovada afición a los juicios paralelos, el escarnio público y el linchamien­to mediático viene en realidad de lejos

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