Yo ya lo dije
He descubierto que vivo rodeado de doctores en futbología que habían previsto un enderezamiento espectacular del equipo hasta convertirse en la actual trituradora de clubs ilustres. “Yo ya lo dije”, es una de las frases de moda de las últimas semanas en relación con el Barça. Los videntes retroactivos que ahora crecen como setas tienen vocación de solistas en la gran masa coral del fútbol. Puesto que haber dudado de Luis Enrique en algún momento se considera hoy un crimen de lesa fidelidad blaugrana. Estos expertos esgrimen un “yo ya lo dije” como quien exhibe un certificado de buena conducta. Es también una acreditación de sabiduría: yo, que sé mucho, vi enseguida las intenciones del entrenador y, en contra de la opinión general, supe que iba por el buen camino. En este punto del razonamiento es imprescindible no hacer muecas de extrañeza, sino todo lo contrario: yo ya sabía que todo acabaría bien.
Percibo también el consabido centelleo de cuchillos con que se ajustan cuentas al final de cada temporada, lo cual no deja de ser un deporte muy arraigado. La olla futbolística alimenta unos clímax pasionales que acaban recriminaciones y olvidos. ¿Quién se acuerda hoy de los que decían que Xavi no era un jugador para el Barça? ¿Y de la supuesta incompatibilidad de los tres pequeños? ¿Y de los que al principio de esta campaña ya querían vender a Messi? ¿Y de los que afirmaban que el estilo era incompatible con un delantero centro puro? ¿Y de los que tiraron la primera piedra para lapidar a Zubizarreta? El “yo ya lo dije” tiene en estos casos un aire de venganza. O de reproche amargo si las cosas se tuercen. Entonces el “yo ya lo dije” es un “yo ya lo advertí”, el airado clamor del profeta incomprendido contra un mundo incapaz de apreciar su clarividencia.
Era impensable que el Barça errático de ha-
Todos esos videntes retroactivos adivinan los éxitos y los fracasos con los resultados en la mano
ce unos meses acabaría rompiendo unos registros que considerábamos insuperables. No se lo esperaba nadie, confesémoslo sin tapujos, por más medallas de adivino que se cuelguen algunos. Porque el fútbol tiene la incertidumbre de un mercado de futuros, con múltiples apuestas en juego, algunas de alto riesgo que son interrogantes a medio y a largo plazo. Con cada temporada se abre una gran porra imprevisible, difícil de adivinar, pero en las conversaciones de café y en las tertulias flamígeras todo el mundo se las da de experto y fácilmente se apunta al caballo ganador, aunque sea tarde y con los resultados en la mano. No son cosas del fútbol, sino de la naturaleza humana.
Pues sí, nos equivocamos, ¿y qué? Una vez ganada la Liga, Xavier Bosch tuvo la franqueza de explicar en un artículo –“¿Por qué me equivoqué tanto?”– sus errores de cálculo con respecto al Barça y al Real Madrid cuando empezó la temporada. Pero también habría podido escribir otro título: “¿Por qué no me equivoqué?”. En enero nos encontramos casualmente, entonces el Barça no estaba fino y él me transmitió una gran confianza en el entrenador. La realidad lo desmintió justo al día siguiente, cuando el Barça cayó de forma lamentable en Anoeta. Pero al cabo del tiempo vi que la ascensión meteórica, imparable, del equipo confirmaba el presentimiento de Xavier Bosch. Son cosas que pasan. Y que conste que también yo ya lo dije.