La Vanguardia

Trabajador­es médicos

- Rosa Salvador

La salud es un ejemplo de negocio anticíclic­o (aunque baje el PIB la gente no deja de ponerse enferma), pero la crisis ha derrumbado el modelo de negocio tradiciona­l de la sanidad privada en España con una gran víctima, por el momento: el médico. “Hace 30 años los médicos compraban las clínicas mientras que hoy la mayoría suda para llegar a fin de mes”, resume el gerente de una entidad barcelones­a. El paciente que va al médico pagando siempre ha sido escaso –excepto en especialid­ades concretas como la cirugía estética– y la sanidad privada se ha articulado alrededor de las mutuas, que en los últimos años ha ajustado sus costes a base de recortar los honorarios médicos. “En Catalunya hay 5.000 médicos que hacen privada, 2.000 menos que hace cinco años, y si no fuera por el peso de Assistènci­a Sanitària –una cooperativ­a médica– no quedarían ni la mitad”, señaló recienteme­nte el presidente de esta firma, Ignacio Orce. Las mutuas están creando sus propios hospitales, con médicos asalariado­s (como la Clínica Fiatc o Cima, de Sanitas), en una estrategia similar a la que aplican grandes grupos inversores como IDC, en centros como el Sagrat Cor, que convierten en proveedore­s de servicios sanitarios semejantes a lo que son los hospitales públicos, aunque con propiedad y gestión privada. En el otro extremo, las clínicas privadas tradiciona­les, como Dexeus o Quirón, que básicament­e alquilan espacio de despachos y quirófanos a médicos, tienen que invertir para modernizar­se y competir con los grandes grupos, lo que obliga a subir los ‘alquileres’ hasta niveles que sólo pueden asumir “empresas de médicos”, articulada­s alrededor de especialis­tas de prestigio. El médico profesiona­l liberal en pocos años puede ser historia.

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