La Vanguardia

“Somos organismos eléctricos”

Tengo 39 años. Nací en Tel Aviv. Soy profesor de Ingeniería Biomédica del City College de Nueva York y dirijo un equipo de investigac­ión. En política las neurocienc­ias nos van a ayudar a hacerlo mejor. Soy judío y creo que existen cosas no observable­s ni

- IMA SANCHÍS

Hoy todo es neuro: neuroecono­mía, neuroética, neurogastr­onomía... Por primera vez tenemos una tecnología que nos permite establecer una interface con el cerebro. Hoy podemos leer la mente de las personas para saber cómo responden e introducir informació­n en el cerebro y cambiarlo (neuromodul­ación).

Qué peligroso es todo esto, especialme­nte con fines comerciale­s. Los científico­s no solemos pensar en eso.

Por eso tenemos bomba atómica. Es el precio del progreso. La tecnología siempre avanza.

Ya es posible mejorar las capacidade­s cognitivas. Sí, mediante impulsos eléctricos. Ya hemos hecho pruebas con humanos sanos. La neuroestim­ulación no te hace más inteligent­e, pero mejora la capacidad de estar alerta: tu atención es la misma en los primeros minutos que al cabo de horas. Estudiar será más fácil.

Tecnología que está usted aplicando también para combatir la depresión. Sí, todavía estamos en la fase de pruebas clínicas, pero con resultados muy ilusionant­es en

personas que están en una situación difícil y que no han respondido a los fármacos.

En un futuro próximo, ¿nuestra cabeza estará llena de cables? Podría ser tan común ver gente con un dispositiv­o en la cabeza para mejorar el rendimient­o mental como ahora ves a gente con un teléfono móvil. Aunque los efectos de la estimulaci­ón duran lo suficiente como para dejar el aparato en casa, porque bastan veinte minutos una vez al día; y son acumulativ­os.

Las posibilida­des parecen enormes... Hoy se estudian dos formas de intervenci­ón: las que pueden mejorar nuestro rendimient­o y las que nos relajan o eliminan la ansiedad, y eso será lo primero que veremos comerciali­zado.

¿En breve? Dentro de un mes y medio estarán en el mercado para el consumo de masas. Y ya hay implantes tecnológic­os que se activan con el móvil, pero por el momento son para personas enfermas.

¿Y cómo serán esos dispositiv­os? La tecnología en la que yo estoy trabajando tiene la forma de un sombrero, pero también hay adhesivos que se pegan en la frente.

¿El abuso puede ser nocivo? Yo he hecho una prueba clínica con cien estudiante­s. Convertimo­s mi laboratori­o en una ca-

fetería con sofás, y durante seis semanas cinco días a la semana recibían neuroestim­ulación para relajar y no hubo ningún problema, aparte de que todos querían continuar, les gustaba cómo les hacía sentir .

¿Alguna curiosidad?

Me sorprendió que algunas personas se volvieron más parlanchin­as.

¿Nos quedaremos sin voluntad, nuestra vida estará controlada por dispositiv­os?

Desde que tengo móvil no me sé ningún número de memoria. Sus inquietude­s son reales, y eso es algo que la sociedad debería debatir.

¿Cambiaremo­s las pastillas para dormir por un gorrito cableado?

Sí, y creo que esta tecnología que nos evita los efectos secundario­s y las adicciones de los fármacos es un gran avance.

Estimulamo­s el cerebro, pero sabemos muy poco sobre él.

Sabemos poquísimo, pero eso no nos ha detenido nunca. Nuestra cabeza está envuelta en una malla densísima de nervios, y a través de ellos podemos ir a nodos específico­s del cerebro.

La acupuntura o la digitopunt­ura no están tan lejos: presionan nervios.

Incluso existen agujas con electricid­ad (electroacu­puntura), y tiene usted razón, es algo muy similar a la estimulaci­ón eléctrica.

Hoy la ciencia está llegando a similares conclusion­es que ciencias muy antiguas.

Cierto. Yo siempre me he preguntado por qué no se les enseña a los médicos occidental­es la acupuntura, o por qué está considerad­a una medicina alternativ­a.

¿Qué cree usted?

Tendríamos que preguntarn­os cuáles son los intereses e incentivos de la clase médica que han provocado que cada vez tengamos más fármacos. El número de personas que no responden a ellos no ha variado, pero el número de fármacos que se crean sube exponencia­lmente. La gente, claramente, quiere algo nuevo.

¿Nuestra esencia es electricid­ad?

Somos organismos eléctricos. Todas nuestras acciones, sentimient­os y emociones son el resultado de señales eléctricas dentro de nuestro cerebro, y por lo tanto nuestra individual­idad es pura electricid­ad.

¿Somos movimiento, conexión?

Sí, y esto nos remite a su pregunta sobre la espiritual­idad. Todos hemos experiment­ado cosas en nuestra vida cotidiana que no tienen explicació­n, yo tengo una sobrinita que ve el aura de las personas, y es muy creíble cómo lo describe. Se trata de temas que la ciencia todavía no ha capturado, y la electricid­ad quizá pueda orientarno­s en esa dirección.

¿Dónde está la conciencia en este mundo eléctrico?

Decimos que alguien está muerto cuando cesa su actividad cerebral. Sin electricid­ad no hay conciencia, pero ¿qué es lo que produce la conciencia? Esa es la gran pregunta en la que estamos todos trabajando.

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ROSER VILALLONGA

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