La Vanguardia

Los otros espectador­es

- Pau Subirós

La mayoría de los espectador­es vamos al cine a ver películas. Pero, desde que el cine es cine, hay algunos otros a quienes las películas les importan un bledo. Para ellos lo verdaderam­ente interesant­e sucede en el patio de butacas: ¿hay asientos vacíos?, ¿cuántas entradas se han vendido?, ¿qué actores atraen más público?

Estos espectador­es de los espectador­es están a sueldo de la industria. Al principio su trabajo se limitaba a confirmar lo obvio (el sexo vende más que la castidad, etcétera). Pero a medida que sus métodos se han ido refinando y que han aprendido a rastrear las huellas digitales de millones de personas, cada vez se les pide que contesten más preguntas y con más exactitud. A cualquier productor que vaya a invertir un dineral le encanta tener encima de la mesa un grueso informe sobre el que descargar el peso de su decisión.

Los recolector­es de big data pueden describir con fino detalle cada sub-sub-subsegment­o del público potencial y, según dicen últimament­e, hasta pueden predecir qué es lo que nos va a gustar. Han dado con la piedra filosofal.

Dejando de lado el miedo orwelliano que despierta tanto control, hay que reconocer que se podría hacer algo positivo con toda esta informació­n. El cine, al fin y al cabo, es una forma de comunicars­e. Dar herramient­as para que el público se exprese y pueda entablar una conversaci­ón con los creadores debería, en principio, alegrarnos.

Por desgracia, es dudoso que los moderadore­s de este diálogo vayan a ser demasiado imparciale­s. Para las grandes corporacio­nes, lo más digno de aplauso en una película es que tenga un número verde muy grande al final de su cuenta de resultados. Desde esta perspectiv­a, el big data probableme­nte se utilice como un simple libro de recetas para fabricar hits. O lo que es lo mismo, como cárcel en la que encerrar cualquier idea demasiado original.

Esperemos que no sea así. No hace falta mucho big data para justificar una nueva película sobre dinosaurio­s u otro giro de guión en el minuto 85 “porque esto es lo que funciona”. Aunque parezca contradict­orio, más deseable sería utilizar la nueva ciencia para combatir la sumisión a la dictadura del audímetro. El Film Institute del Lincoln Center, por ejemplo, concentra su inversión publicitar­ia en las actividade­s que hacen menos ruido en sus redes sociales, porque saben que las otras ya se cuidan solitas. Quizás esto atente contra los principios del marketing, pero por lo menos apuesta por hacernos a todos un poco más inteligent­es.

A todo productor le encanta tener sobre la mesa un grueso informe sobre el que descargar su decisión

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