De Iowa a Nuevo Hampshire
¿Se imaginan que para convertirse en el candidato oficial de su partido a la presidencia del Gobierno Mariano Rajoy tuviera que disputar unas elecciones primarias en La Rioja? ¿O que Pedro Sánchez tuviera que hacer lo propio tras someterse a un proceso asambleario en Murcia? Salvando las siderales distancias, esa sería un poco la apariencia de la campaña electoral estadounidense, donde dos pequeños estados, Iowa y Nuevo Hampshire, desempeñan un papel trascendental en la designación de los candidatos oficiales a la Casa Blanca de los dos grandes partidos tradicionales.
Las elecciones primarias de Nuevo Hampshire, un estado de Nueva Inglaterra de apenas 1,8 millones de habitantes, datan de 1920, y su importancia radica en que son las que abren formalmente los comicios presidenciales con urnas, palancas o pantallas de verdad. Cuando el 7 de febrero del año que viene los ciudadanos de ese estado ejerzan su derecho al voto, comenzarán por fin las elecciones presidenciales del 2016. Desde mediados del siglo pasado se convirtió en dogma de fe que ningún candidato podía aspirar a la Casa Blanca sin haber ganado previamente las primarias de su partido en Nuevo Hampshire. A partir de 1992, sin embargo, varios presidentes –Clinton, Bush Júnior y Obama– no lo han hecho.
Los caucus de Iowa, un estado en la parte central del país de unos tres millones de habitantes, se hicieron famosos a partir de 1976. Aquel año, un semidesconocido gobernador sureño, Jimmy Carter, se hizo allí con una victoria que le proporcionó fama nacional y el primer peldaño de su victoria final en las elecciones presidenciales. El mecanismo por el que ese estado elige a los delegados a la convención nacional que están comprometidos con uno u otro candidato del partido es básicamente asambleario, con vecinos que se reúnen en diversos locales tras sus respectivas jornadas laborales y expresan a mano alzada sus preferencias políticas. La fecha prevista de celebración de estos caucus es el 1 de febrero para los demócratas y al día siguiente para los republicanos.
Iowa aún se ha mostrado menos fiable que Nuevo Hampshire en la predicción del futuro presidente, con ganadores perfectamente olvidables como Ge- phardt, Huckabee o Santorum, pero se ha convertido en una especie de meca para todos los aspirantes al gran premio final, que recorren sus pequeñas ciudades y sus numerosas granjas una y otra vez, a menudo años antes de la celebración de las mencionadas asambleas.
Como Nuevo Hampshire, Iowa es poco representativa del país en su conjunto. En ninguno de los dos estados la población afroamericana llega al 3% ni la hispana al 5%, mientras que el porcentaje de gente que vive en el campo se sitúa entre el 36% y el 40%. Las cifras comparables de todo el país son del 12,6% por lo que respecta a los negros y del 16,7% en cuanto al origen hispano, mientras que la población rural no llega al 20%.
Que no hayan estado especialmente afinados a la hora de predecir el candidato del partido no les resta un ápice de importancia estratégica, porque Iowa y Nuevo Hampshire constituyen una especie de casting, de quien pasa el corte y de quien se queda en el camino. Si un candidato no obtiene podio en ninguno de los dos sitios, lo tendrá muy complicado para seguir recaudando fondos, fichar a los mejores asesores o seleccionar y organizar el ejército de voluntarios que indudablemente precisará cuando lleguen más adelante los platos fuertes, los estados de California, Texas, Florida o Nueva York.
Y luego está el simbolismo. Cuando en el 2008 Barack Obama se impuso a Hillary Clinton en los caucus de la blanca, blanquísima Iowa –sólo un 3% de afroamericanos–, probó que podía ganar en cualquier sitio. Casi 240.000 personas desafiaron el frío para participar aquel año en las asambleas voluntarias, un récord histórico.
Por otra parte, estos dos estados presentan distancias no muy largas entre los principales núcleos de población y unos votantes muy conscientes de su protagonismo estratégico, lo que aún
Dos pequeños estados desempeñan un papel trascendental para designar a los candidatos a la Casa Blanca Cuando Obama se impuso a Clinton el 2008 en los ‘caucus’ de Iowa probó que podía ganar en cualquier sitio
permite practicar las denominadas retail politics, la posibilidad de conocer personalmente a los candidatos y de que estos interactúen con personas de carne y hueso, en vez de diseñar sus mensajes única y exclusivamente para la televisión.
Por último, pero no menos importante, en estos dos estados se ha generado una miniindustria centrada en este periódico acontecimiento político y mediático. No es de extrañar que sus representantes políticos se hayan opuesto con uñas y dientes a que ningún otro estado les preceda, amenazando incluso con acercar más las fechas a Navidad. En definitiva, ya son una tradición, como las calabazas de Halloween o el pavo del día de Acción de Gracias.