El reto demográfico mundial
EL intenso crecimiento de la población mundial, que en quince años –en el 2030– llegará hasta los 8.500 millones de personas, frente a los 7.300 millones actuales, y que se incrementará hasta cerca de los 10.000 millones veinte años más tarde –en el 2050–, obliga a una profunda reflexión sobre la necesidad de incrementar la gobernanza global del planeta, con el objetivo de lograr un desarrollo sostenible a escala mundial.
Según el informe sobre la población hecho público ayer por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el crecimiento de la población se concentrará en los países más pobres, con lo que se hará más difícil erradicar la pobreza y la desigualdad, combatir el hambre y la malnutrición y ampliar el acceso a la educación y los servicios de salud. Así, según dicho informe, el crecimiento de la población mundial se concentrará principalmente en nueve países: India –que superará a China en número de habitantes, con 1.400 millones de personas en el 2022–, Nigeria, Pakistán, República Democrática de Congo, Etiopía, Tanzania, Indonesia y Uganda, además de Estados Unidos. Con la mayor tasa de crecimiento demográfico, África aportará más de la mitad del aumento de la población mundial, lo que producirá una mayor presión migratoria hacia Europa, cu- ya población vivirá un claro proceso de retroceso y envejecimiento en las próximas décadas. En el 2050 los europeos mayores de sesenta años supondrán más de un cuarto de la población, frente al 11% actual.
Lejos de los negros augurios maltusianos, en la Tierra hay recursos agrícolas y energéticos para sostener ese elevado nivel de población que se pronostica desde ahora hasta el 2050. También hay medios suficientes para poder controlar el impacto medioambiental que ese mayor aumento de la población puede tener sobre el clima y el ecosistema del planeta.
El gran reto –el más difícil– al que se enfrenta la humanidad es lograr la gestión correcta, equilibrada e inteligente de los medios y recursos disponibles de una forma armónica entre todas las naciones, con la supervivencia digna del ser humano y de su hábitat como primer objetivo por delante de cualquier otra consideración. El avance hacia esa gobernanza global del planeta ya se produce en algunos ámbitos, pero todavía es muy lento. La exigencia de nuevos liderazgos políticos entre las grandes potencias y objetivos compartidos es más necesaria que nunca. Lo contrario puede conducir a graves tensiones geopolíticas por el control de los recursos, a intensas presiones migratorias, al desequilibrio medioambiental y al eventual desastre global.