Claudia Schiffer, la modelo de los 90, cumple 45 años
Claudia Schiffer llega a los 45 alternando familia y profesión
Barcelona, una tarde cualquiera en un bar chic del Eixample tocado por la mano exquisita de Lázaro Rosa-Violán. Unos jóvenes discuten sobre el coche alemán de uno de ellos que se le estropeó. Una rubia, ajena a todo, se inmiscuye en la conversación. Dice “¿Un coche alemán, estropeado? eso es imposible”. Una voz autoritaria grita “¡Corten!” y todo vuelve a la realidad. Era una ficción publicitaria televisiva, cuyo protagonismo lo llevaba la rubia en cuestión. Una belleza teutona que ha venido a rodar esa publicidad y regresa a Londres de inmediato. Es Claudia Schiffer.
Dentro de unos años, cuando la moda no sea más que un efecto visual, las colecciones y compras se realicen por internet, y todo sea un mundo virtual con hologramas táctiles, alguien recordará la existencia de unas mujeres maravillosas que con su presencia ayudaban a mostrar los diseños, que no saldrán del talento de estrellas de la especialidad, sino de programas para resolver las nuevas necesidades climáticas y existenciales. Y entonces, sin saber por qué, alguien pensará en Christy Turlington, Naomi Campbell, Linda Evangelista, Elle Macpherson, Heidi Klum. Y en Claudia Schiffer, que el martes se instaló en los 45 años.
Seguro que lo hizo paseando erguida por la city londinense con su marido, el cineasta Matthew Vaugh y sus tres hijos, Casper, Clementine y Cosima. Luciendo orgullosa su impactante presencia por encima de su marido mientras el impertinente viento le enmaraña las guedejas sobre el rostro, ese reclamo engañoso que lleva décadas convenciendo de que cualquier producto en sus manos es el mejor del mundo. O no se estropea nunca, como el coche del anuncio.
La Schiffer pertenece al núcleo duro de una profesión que se hizo fuerte para defender sus sueldos. La camada de modelos de finales de los 90, compuesta por las antes citadas y algunas pocas más, se instaló en las pasarelas. A las chicas las arroparon los diseñadores de moda que les siguieron el juego: ellos no pagarían nunca los sueldos estratosféricos que sí abonaban las agencias de publicidad que las contrataban. Así conseguían fortunas: Forbes llegó a señalar que Schiffer amasó cien millones de dólares.
Las chicas, mirando hacia un futuro que sería cruel con su físico (a pesar de las cirugías) buscaron otras opciones laborales, la inter- pretación como primera opción. Pero a Schiffer siempre le tentó lo de ser ama de casa, inspirada en su familia, tan tradicionalmente alemana que hasta veranean en Mallorca.
Buscó marido antes que futuro, tal vez porque no imaginó el uno sin el otro. Y tuvo un novio mago, David Copperfield, en el que muchos vieron moneda de cambio: ella le promocionaba en Europa, él a ella en EE.UU. Se conocieron cuado él la invitó a participar en un número llamado vuelo ilusión para el que le dio incluso un pasaporte en forma de diamante de Bvlgari. La historia les duró cinco años, hasta que, tratándose de un mago, se quedó en “nada por aquí, nada por allá”. Mientras ella seguía con Chanel, Lagerfeld, Guess, y toda marca que se pusiera a tiro para seguir engrosando un capital como sus colegas de pasarela y plató. Hizo algo de cine, pero sin estar muy convencida. porque lo que le gusta a esta oxigenada feliz es su familia, sus pasteles y sus guisos. Lista, sabe que mañana será sólo un bello recuerdo.
ESTIRPE La camada de modelos de los 90 revolucionaron tarifas y se hicieron millonarias
HOGA R
Schiffer decidió trabajar poco y vive en Londres con su marido y sus tres hijos