La Vanguardia

Stephen Hawking

El científico inglés afirma que estos objetos pueden conducir a otros universos

- FRANCESC BRACERO

CIENTÍFICO

El afamado físico ha dado respuesta a uno de los enigmas sobre los agujeros negros. Estos en realidad no tragan y destruyen la informació­n física, sino que la almacenan en un holograma de dos dimensione­s fijado en sus bordes.

El físico inglés Stephen Hawking acaba de hacer una propuesta teórica que resolvería uno de los grandes misterios que rodean a los agujeros negros, que son estrellas que se han colapsado por el efecto de su propia gravedad y que producen fuerzas gravitacio­nales tan fuertes que ni siquiera la luz puede escapar. Hasta el momento, la creencia más extendida era que cualquier objeto que cayera en el interior de un agujero negro sería destrozado por esas fuerzas, pero el célebre científico cree haber hallado una solución que podría implicar el paso irreversib­le a otro universo.

Durante una conferenci­a en el Real Instituto de Tecnología de Estocolmol, Hawking explicó el martes su propuesta a un auditorio científico. Una de las cuestiones más difíciles de resolver es la llamada paradoja de la pérdida de informació­n del agujero negro.

Esa paradoja produce una incompatib­ilidad entre la teoría de la relativida­d y los principios de la física cuántica. La primera apunta a que toda la informació­n física de la materia desaparece dentro de un agujero negro. La segunda, que esa informació­n no se puede destruir en el nivel cuántico, ni siquiera dentro de uno de estos objetos.

Stephen Hawking y su colega Jacob Bekenstein evidenciar­on en el año 1976 la existencia de un tipo de radicación que se produce en el llamado horizonte de sucesos del agujero negro, aquel punto a partir del cual resulta imposible escapar de su poderosa atracción. Esa emisión –conocida como radiación de Hawking– no debería existir si toda la informació­n cuántica de la materia se pierde dentro de un agujero negro.

En la nueva formulació­n presentada el martes, Hawking se apoya en una conjetura formulada por el físico holandés Gerard ‘t Hooft en 1993. Se trata del llamado principio holográfic­o, según el cual la informació­n de un objeto que entra en un agujero negro no desaparece, sino que se queda atrapada en forma de holograma bidimensio­nal en el horizonte de sucesos. La informació­n es emitida hacia el exterior como fluctua- ciones, que es lo que formaría la radiación de Hawking y haría coherentes todas las explicacio­nes.

La nueva explicació­n del popular científico inglés armoniza las explicacio­nes sobre lo que ocurre con un objeto tan difícil de estu- diar como un agujero negro, pero abre cuestiones sobre qué pasaría, por ejemplo, si una nave espacial entrara dentro de uno, como ocurre en la película Interstela­r.

La propuesta de Hawking es que “el agujero necesitarí­a ser grande y, si estuviera rotando, permitiría tener un pasaje a otro universo. Pero no podrías regresar de vuelta al nuestro”.

Con su habitual sentido del humor, el físico manifestó sobre la posibilida­d de esa prueba: “A pesar de que soy un gran aficionado a los vuelos espaciales, no voy a intentarlo”. La conclusión de Hawking es que “los agujeros negros no son tan negros como los pintan. No son las cárceles eter- nas que pensábamos que eran. Si entramos en uno de ellos, probableme­nte salgamos en un universo paralelo”.

Esta afirmación llega después de cuatro décadas de estudios sobre los agujeros negros, cuya definición ha permitido a Hawking contribuir incluso a la teoría del big bang, sobre la creación del universo. En el centro de la mayoría de las galaxias conocidas, entre las que se encuentra la nuestra, la Vía Láctea, existen agujeros negros supermasiv­os.

El término agujero negro fue acuñado en 1969 por John Wheeler para referirse a lo que hasta entonces se conocía como “estrella en colapso gravitator­io completo”. Dos años antes, en 1967, Hawking y Roger Penrose habían probado que los agujeros negros eran soluciones a las ecuaciones formuladas por Albert Einstein.

“No son tan negros como los pintan, no son las cárceles eternas que creíamos que eran”

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JUSTIN TALLIS / AFP Stephen Hawking en su silla de ruedas equipada con tecnología para trabajar y expresar sus pensamient­os

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