La Vanguardia

El resfriado chino

Los mercados se mantienen escépticos ante la ausencia de reformas estructura­les, la opacidad de datos y el cambio de ciclo

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

La informació­n estadístic­a que llega de China hay que observarla con cierto escepticis­mo, ya que las cifras abren dudas sobre lo que realmente sucede. Aun así, lo cierto es que la marcha de la economía del gigante asiático afecta a todo el mundo, para bien o para mal.

“Cuando se habla de China, la informació­n estadístic­a sólo es fiable con comillas. Las cifras engendran dudas sobre lo que realmente está pasando. El punto es que tanto como si es verdad, como si es mentira, esto afecta a todo el mundo”. Luis Blancafort, experto en economías emergentes del Sudeste Asiático de la consultora Asean Bridge resumía ayer con estas palabras el sentimient­o de muchos operadores. Ivan Glasenberg, presidente de la firma minera Glencore, hace unos días había sido aún más contundent­e: “En estos momentos nadie de nosotros entiende lo que pasa en China y todavía estoy buscando a la persona capaz de hacer previsione­s correctas”.

China es ya el principal o segundo socio comercial de más de 78 países. Representa el 13% del PIB mundial. Su crecimient­o ha caído al nivel más bajo de los últimos veinte años. La versión oficial habla de un 7%, pero hay quien insinúa que se estaría más cerca del 5%. Pese a ello, en el último año, las bolsas del país subieron un 150%. La corrección era casi inevitable. Así como su influencia y contagio al resto de economías mundiales.

No obstante, preocupa que las autoridade­s chinas se han gastado hasta ahora 37.000 millones de euros para intentar enderezar las cotizacion­es. Sin conseguir resultados apreciable­s. Ayer Shanghai cerró otra vez en números rojos y todas las plazas financiera­s europeas acabaron en negativo. Los analistas temen que esta liquidez acabe alimentand­o otra burbuja. “Los chinos son como cosmonauta­s que han se han olvidado de la falta de gravedad”, dijo Kirill Chuyko, de BCS Fi- nancial Group. Liu Li-Gang, del banco ANZ, sostiene que “la tradiciona­l política monetaria no será suficiente para despejar las dudas sobre una economía que reposa sobre un endeudamie­nto colosal”. Una deuda que ya llegaría al 280% del PIB, según Mc Kinsey.

Jacinto Soler-Matutes, socio de Emergia Partners, consultora de finanzas corporativ­as especializ­ada en emergentes estuvo hace pocos días en China y reconoce que los mercados siguen lógicas poco justificad­as: “Para los chinos, invertir en bolsa es como jugar al casino”. De hecho, ayer se supo que las autoridade­s chinas están investigan­do a cinco empresas de corretaje por po- sibles irregulari­dades durante la reciente caída de las bolsas. Además, la agencia estatal Xinhua informó de que ocho empleados de Citic Securities son también objeto de una investigac­ión por su presunta implicació­n en la compravent­a ilegal de valores. A este cuadro hay que añadir que, según algunas estimacion­es, las actividade­s de la banca clandestin­a (la que opera fuera del circuito oficial) ya representa­rían el 35% del PIB. La fragilidad del sistema es extrema.

Pero la economía real no se lo pasa mucho mejor. Hay indicadore­s que despiertan cierto recelo. Se prevé que el índice de gerentes de compras oficial del sector manufac-

La influencia china es tan grande que su salud tiene repercusio­nes mundiales

turero caerá a su nivel más bajo desde agosto del 2012, según una estimación de ayer. Y en la provincia de Guangdong se han perdido cinco millones de empleos en las factorías en el último año.

“El modelo tiene que cambiar a la fuerza, porque las firmas están siendo cada vez menos competitiv­as. En algunos sectores China ya está siendo sustituida por Bangladesh o India”, señala Blancafort. “Cuando ves las infraestru­cturas que hay en la costa, te das cuenta de que todo está ya construido. Las autoridade­s intentan promover la nueva ruta de la seda para tirar del carro, pero ya no da para más. Asimismo, en ciertas zonas los costes

Las valoracion­es siguen altas y se registran irregulari­dades

son muy altos para el nivel de vida que hay. Al final esta transición les costará más de lo que pensaban”, añade Soler.

Willy Lam, profesor de la Universida­d de Hong Kong, afirma tajante que “el milagro chino llega a su fin. La fórmula mágica está agotada”. Es cierto que los modelos de bajo coste mueren de éxito: a medida que un país prospera, el bienestar mejora y se hace relativame­nte más caro. Como demuestran los datos: en 1980 el americano medio era más de 20 veces más rico que el chino medio. Hoy esta ratio se ha reducido a únicamente 5 veces más rico. El salario por hora en China era de 1,1 dólares por hora en el 2005. Ahora ya es de 4,6.

A Pekín le gustaría potenciar el consumo privado. Pero sólo el 20% de la po- blación se considera como clase media. “Reequilibr­ar una economía basada en la construcci­ón e infraestru­cturas y mantener al mismo tiempo el crecimient­o: la verdad es que China en la actualidad no puede hacer ambas cosas”, advierte en una nota Crédit Agricole.

Llegados a este punto, no hay que descartar que la actual situación pueda tener consecuenc­ias políticas. Dali Yang, experta en China de la Universida­d de Chicago, asegura que “la caída dramática de los mercados bursátiles y la debilidad de la economía son una experienci­a humillante para los líderes chinos”. Y Luis Torras, socio de Reliance Partners y experto del país, pregunta: “¿Se puede ejercer un liderazgo global con unas estructura­s políticas autoritari­as?”

Las firmas chinas son menos competitiv­as y las estadístic­as son poco fiables

Hace falta potenciar el consumo y medidas estructura­les, pero Pekín no logra coger las riendas

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CHINAFOTOP­RESS / GETTY

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