Desnudas por el parque
Una de las noticias que más nos ha sobresaltado este verano ha sido, curiosamente, una no noticia. Sucedió (acaso) en un parque de Reims en el mes de julio, cuando un grupo de chicas musulmanas, según una primera versión, apaleó a una mujer porque estaba tomando el sol con una prenda tan inmoral como el bikini. Luego se supo que el ataque no fue tan ideológico. Al parecer, una de las musulmanas criticó la indecencia de la francesa y una de las amigas de ésta le respondió que si ella no usaba un traje de baño era porque estaba demasiado gorda. La cosa desembocó, según la versión oficial, en eso que llaman una pelea entre chicas.
Lo que no fue una no noticia, porque realmente sucedió, fue la campaña de solidaridad con la mujer agredida que se desencadenó tanto en la red como en el propio parque de Reims, donde al día siguiente pudieron verse varios bikinis reivindicativos. La sola idea de que el puritanismo religioso avance con paso firme por una Europa que hoy por hoy es un oasis de las libertades individuales pone los pelos de punta. Convendría comenzar a pensar en estrategias que garanticen esas libertades en lo que concierne a las mujeres y sus cuerpos. La ley reconoce plenamente los delitos de racismo y homofobia, no sólo de acto sino de palabra, mientras que en lo que se refiere al machismo, que dicta cómo deben vivir, vestir, gozar y expresarse las mujeres –en el caso de que estos dos últimos ítems estén siquiera contemplados–, sólo recientemente se ha pensado en incluir en nuestra legislación la apología de la violencia de género. En cualquier caso, a no ser que la agresión verbal machista se produzca en el ámbito laboral, es necesario acudir a la policía con moratones para que la maquinaria se ponga en marcha.
Simplificando: eso mismo que en Francia se acabó considerando una “pelea de chicas” porque una llamó gorda a otra y esa se creyó con derecho a atizarlesería en realidad –si es que estamos de acuerdo en construir estrategias– un delito tipificado de machismo. Por parte, en este caso, de la “gorda”, que tapada a cal y canto según dicta su religión, se creyó con derecho de recriminar a una mujer que tomara el sol en bikini en el parque.
Ese atrevimiento, que encuentra su cotidiana expresión en las calles de cualquier población catalana, donde de repente el integrista de turno osa advertir a la primera que pasa de que en el futuro “todas aquí iréis tapadas...”, ese atrevimiento, decíamos, debería –si de verdad creemos en las estrategias– estar penado con la cárcel. Prisión por enaltecimiento del terrorismo machista. Un terrorismo que, por cierto, se cobra más víctimas mortales en este país en un solo año que nuestra más perversa organización político-militar en las últimas dos décadas de su existencia.
Para que Europa siga siendo un oasis de libertades, no deberíamos tolerar que alguien nos diga “algún día iréis todas tapadas”