La operación tortuga
Una red de cien voluntarios recorre las playas de Tarragona buscando el rastro del reptil
Primera luz del día en la playa Llarga de Tarragona. Cuatro mujeres y dos hombres pasean en grupo con la mirada fijada en la arena. Por la hora –son las siete de la mañana– la playa está casi vacía. No han venido a pasear o a disfrutar del primer baño del día. Se trata de uno de los equipos de voluntarios que recorren por turnos este verano los quince kilómetros de playas de Tarragona en busca de un ejemplar de tortuga boba o uno de sus nidos con huevos.
“Buscamos el rastro tanto de día como de noche. En caso de encontrar una tortuga lo último que hay que hacer es devolverla al mar”, advierte Francesc Sarroca, entre el centenar de voluntarios de una red expresamente creada y formada. Tras la llegada, excepcional, de esta especie protegida para reproducirse en Tarragona hace un año, el Ayuntamiento ha coordinado con entidades locales un plan de protección para detectar lo antes posible la presencia del reptil. Hasta el día de ayer, ni rastro de la boba, aunque su llegada podría producirse en cualquier momento.
Una de las dos puestas, con 89 huevos, se localizó hace justamente hoy un año y un día, en la playa de la Arrabassada. “Podrían venir a desovar hasta el 15 de septiembre, aunque el periodo ideal empieza en junio y acaba en agosto”, explica Jordi Bru, de Blau i verd, la empresa encargada de coordinar todo el operativo.
Si se activa el protocolo por la localización de una tortuga o su nido, se protegerá durante los sesenta días que necesitan las crías para eclosionar. “Las 24 horas del día se controlará el nido para que no pase como el año pasado, que hubo tortugas que no pudieron nacer o murieron; la gente tocó los nidos”, dice Ivana Martínez, edil de Medio Ambiente.
La tortuga boba se convirtió por su excepcionalidad en un acontecimiento el pasado verano en Tarragona. En octubre nacieron una veintena de ejemplares de la mis- ma especie en otro nido, en la playa Llarga, de una hembra distinta. Se trata de una especie que criaba en latitudes más meridionales y algunos expertos atribuyen al cambio climático su nuevo comportamiento. La localización de una boba desovando en una playa de Torrevieja (Alicante), este agosto, anima a los voluntarios a seguir rastreando.
“Estamos preparados, en cualquier momento puede llegar la tortuga”, comenta Hector Hernández, de la Associació Mediambiental La Sínia. “Nuestros aliados son las personas que vienen a andar por la playa y los pescadores”, dice Lola Panigua, voluntaria de la plataforma Cuidem la Platja Llarga.
“He quedado esta noche para ir a dos playas, si hay novedades ya será tarde, entre las diez y las dos de la madrugada”, advierte Bru; es esta la hora ideal para la llegada de la tortuga boba. “Pero una cosa es la teoría y la otra la práctica”, añade Bru. En Torrevieja, la tortuga desovó junto a dos chiringuitos, cuando el manual dice que buscan tranquilidad. El animal hunde sus huevos en la arena, en un lugar lo suficientemente alejado del mar para evitar que se inunde con la crecida del mar pero que tenga bastante humedad, para que los huevos no se deshidraten durante los dos meses que pasan fuera del agua.
El personal de limpieza de las playas de Tarragona también ha sido formado para saber qué hacer en caso de localizar una tortuga desovando, así como los agentes de playa de la Guardia Urbana, en
colaboración con la Xarxa de Rescat de Fauna Marina de la Generalitat. También se han repartido trípticos en la arena informando de cómo actuar, con la recomendación de llamar inmediatamente al 112 o evitar inquietar al animal con fotos. Los voluntarios intentan cubrir todo el litoral tarraconense en las distintas franjas horarias, algo que sería imposible solo con recursos públicos. “Es un aliciente más para venir a la playa”, dice Coni Brunet, de 66 años, buscando en la arena. La tortuga se hace esperar.
La tortuga boba, especie protegida, desovó hace un año por primera vez en la costa tarraconense