We are the world?
Fin de semana de contradicciones. El drama de los refugiados sirios moviliza el fútbol. La solidaridad VIP siempre está sujeta a la tentación de interpretarla como una instrumentalización interesada de la desgracia ajena, igual que la beneficencia aristocrática. En 1985, cuando, liderados por Michael Jackson, Lionel Richie y Quincy Jones, un grupo de estrellas del pop grabó la canción We are the world con la idea de recaudar dinero para ayudar a las víctimas del hambre en Etiopía, inauguraron una nueva era de solidaridad. Aprovecharon el vigor de las televisiones musicales, y la inmediatez de la repercusión viral multiplicó las aportaciones y la velocidad de concienciación de tragedias humanitarias provocadas por guerras o catástrofes más o menos naturales.
En paralelo a la documentada eficacia de este nuevo método, también se fueron descubriendo estafas escandalosas. Eso, sin embargo, no ha impedido que cuando un personaje público decide comprometerse con la causa que sea, la repercusión mediática sea más proporcional a la visibilidad de quien se compromete que a la esencia de la denuncia. En los primeros días del éxodo de refugiados, la efervescencia interventora se ha intensificado. El futbolista Javi Martínez se presentó en la estación de Munich y regaló camisetas y pelotas a los refugiados. ¿Espectáculo o altruismo? Inmediatamente, su club, el Bayern de Munich, anunció una donación millonaria a favor de los refugiados. Acción-reacción: el Real Madrid y la Fundación Messi se sumarán a una corriente que tendrá continuidad y que deberá superar inevitables reticencias.
¿Y el Barça? Si la coherencia fuera una virtud, el Barça debería abstenerse de participar en esta campaña. Aunque su historial de valores lo justificaría, la línea que relaciona el éxodo de los refugiados y el patrocinio de Qatar es demasiado corta para superar un mínimo examen de conciencia. No se trata de cuestionar la credibilidad solidaria del Barça sino, precisamente, de confrontarla a las circunstancias actuales. Es verdad que, desde el punto de vista de la ayuda a las víctimas, la aportación del Barça podría contribuir a paliar la dimensión catastrófica del problema. Para justificar el patrocinio de Qatar, la directiva de Bartomeu suele ampararse en la diversidad de actividades sociales y económicas patrocinadas por este país. Y afirma que no tiene sentido que al Barça se le exija lo que otras empresas e instituciones catalanas aceptan sin sufrir ningún desgaste de imagen. El dilema no es menor: no hacer nada por coherencia y porque el patrocinio de Qatar nos impide ser públicamente cínicos e institucionalmente hipócritas o, por el contrario, propiciar una ayuda económica millonaria sabiendo que, en el territorio de los símbolos globalizados y del pragmatismo económico, el Barça está más cerca de los intereses de Qatar que de los refugiados.
Más tensiones entre coherencia y realidad. Gerard Piqué se ha convertido en el pimpampum de una parte de los seguidores de la selección española. El efecto que produce ver cómo parte de la afición pita a uno de sus jugadores por razones no deportivas, incluso en un partido que recuperó una interpretación notable del fútbol de velocidad y asociación, es muy triste. La imagen se suma a la multitud de síntomas sobre la auto-
Por coherencia, el Barça debería abstenerse de participar en esta campaña
destructiva y frívola descomposición de la identidad española. Sin embargo, llevando el fenómeno al territorio de la coherencia, tiene una explicación. Los pitos al himno en la final de la Copa del Rey fueron vividos por muchos aficionados españoles como una ofensa. Cuando, con toda la legitimidad del mundo, Piqué declaró que tendríamos que pensar más en por qué se pita el himno que en castigar a los que pitan, propició un nivel de discusión inusual. Pero, al mismo tiempo, abrió la puerta a una respuesta hostil aunque coherente: pitar a Piqué cada vez que toca la pelota. Siguiendo el hilo de la coherencia, la única parte positiva de este conflicto es que, hasta hoy, se mantiene en el ámbito, desigualmente respetable, de la libertad de expresión. Y ya se sabe que la libertad de expresión también sirve para amparar a los que la utilizan de un modo que no nos gusta.