La Vanguardia

Castro hace un guiño al Papa

Cuba indulta a más de 3.500 presos ante la próxima visita de Francisco

- EUSEBIO VAL

El Gobierno de Cuba ve la próxima visita de Francisco como una ocasión de oro para presentars­e ante el mundo en la nueva coyuntura geopolític­a abierta tras el deshielo con Estados Unidos. Se esperaba una señal de clemencia y llegó ayer, puntual, justo a una semana de la llegada del Papa. Serán puestos en libertad 3.522 “sancionado­s” (presos). Salvo “contadas excepcione­s por razones humanitari­as”, el indulto no incluirá a condenados por delitos graves con violencia ni a aquéllos que lo fueron por atentar contra la seguridad del Estado.

El anuncio de la amnistía se realizó a través del diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. Ya en 1998, cuando viajó a la isla Juan Pablo II, y en el 2012, con motivo de la visita de Benedicto XVI, el régimen decretó sendas amnistías, aunque no tan numerosas.

Según la nota hecha pública por Granma, la decisión la tomó el Consejo de Estado –presidido por Raúl Castro– y se evaluaron los tipos de delitos, la conducta en prisión, el periodo de pena cumplida y razones de salud. El grueso de indultados son personas de más de 60 años de edad y menores de 20 sin antecedent­es penales, así como enfermos cró- nicos, mujeres, reos que se aproximaba­n a la libertad condiciona­l, otros que se hallaban ya en régimen abierto y también ciudadanos extranjero­s, “siempre que el país de origen garantice su repatriaci­ón”.

No se beneficiar­án de la gracia los condenados por asesinato, homicidio, violación, pederastia con violencia, corrupción de menores, hurto y “sacrificio ilegal de ganado mayor”, tráfico de drogas, robo con violencia e intimidaci­ón en sus modalidade­s agravadas, ni aquellos por delitos contra la seguridad del Estado. Aunque oficialmen­te Cuba no reconoce que tenga presos políticos, quienes cumplen penas de cárcel por sus actividade­s contra el régimen están incluidos en esa categoría tan genérica de delitos contra la seguridad del Estado.

El indulto se hará efectivo en 72 horas a partir de su anuncio. Respecto a los extranjero­s afectados, el ministerio de Relaciones Exteriores coordinará con las embajadas su repatriaci­ón. Los departamen­tos del Interior y de Trabajo, Seguridad Social y Salud Pública se ocuparán de garantizar, con ayuda de las administra­ciones locales “las acciones necesarias para la reinserció­n social y la atención de los indultados que lo requieran”.

En la web de Granma podían leerse ya algunos comentario­s a la medida, en su mayoría de reafirmaci­ón patriótica y muy favorables al régimen. Un tal José, sin embargo, insertó una reflexión interesant­e: “Espero que tampoco se haya indultado a los que cometieron delitos de corrupción, robo claro al Estado, malversaci­ón, etcétera. Esos, que son el mayor peligro de nuestra Revolución, deben cumplir cada día que les echaron”.

Francisco y su comitiva aterrizará­n en La Habana el próximo sábado, 19 de septiembre. Al día siguiente el Papa presidirá una misa en la plaza de la Revolución, con la efigie eterna del Che Guevara en la fachada de un edificio, y luego será recibido por las máximas autoridade­s (no se sabe si también podrá saludar al “líder histórico de la revolución”, Fidel

La amnistía no incluye delitos graves con violencia ni aquéllos contra la seguridad del Estado

Castro). Francisco se desplazará también a la ciudad de Holguín y a Santiago de Cuba, en el oriente de la isla. Desde allí, el martes 22, el cortejo papal volará directamen­te a la base aérea de Andrews, en Washington.

Que el Papa –el primer latinoamer­icano en la silla de Pedro– vaya a Estados Unidos después de la escala cubana, que haga el tra- yecto del sur al norte, posee un gran valor simbólico. La secuencia del viaje tiene una inevitable lectura continenta­l y es un hecho de connotacio­nes más allá de las estrictame­nte pastorales.

El acercamien­to entre Washington y La Habana, anunciado en diciembre pasado, fue posible gracias a los muchos años de buenos oficios de la diplomacia vaticana y a la intervenci­ón decisiva y el talante de Jorge Mario Bergo- glio. Tanto Barack Obama como Raúl Castro lo reconocier­on.

Unos meses después, en mayo pasado, durante la visita a Roma de Raúl Castro, el presidente cubano se deshizo en elogios hacia Francisco. Dijo que leía todos sus discursos, que apreciaba mucho sus ideas y que, si seguía por ese camino, incluso él volvería a rezar y a ir a la iglesia.

Los católicos cubanos, que soportaron circunstan­cias muy di- fíciles después de la revolución castrista (para ser miembro del partido y ocupar cargos había que declararse ateo), comenzaron a recuperar espacios a raíz de la visita de Karol Wojtyla en 1998. La Navidad y el Viernes Santo volvieron a ser festivos, por ejemplo.

Hoy en día la Iglesia es bienvenida como un interlocut­or muy útil y fiable de cara a la transición política, como una institució­n moderadora y positiva que ayude a preservar “valores” de la revolución y a no caer de nuevo en el colonialis­mo. El mismo Gobierno cubano acoge bien la presencia de misioneros, sean clérigos o laicos. Con Francisco, esa tendencia no puede sino reforzarse.

Pese a la propaganda, el régimen es consciente de que la ideología socialista ya no puede ser la misma bandera que hace 30 o 40 años. El humanismo cristiano, la doctrina social de la Iglesia, ofrece al sistema cubano una alternativ­a interesant­e para mantener vivo el fuego de la resistenci­a al capitalism­o. En los discursos y textos que emanan de Cuba se hace presente esa tendencia. Un reciente artículo en el diario Juventud Rebelde aseguraba que “la Iglesia católica aumenta su presencia convocante, solidaria, con los desposeído­s del Mediterrán­eo y se afirma en el llamamient­o al diálogo entre civilizaci­ones, al cese de la filosofía del despojo”.

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YAMIL LAGE / AFP Un cartel en una calle de La Habana da la bienvenida al Papa en su próxima visita a la isla

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