Romance alemán en Israel
En los cincuenta lo alemán era tabú en Israel; hoy los jóvenes adoran Berlín y estudian el idioma
Setenta años después del final de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto, aún hay israelíes más veteranos que se niegan a comprar un coche alemán o a pisar el territorio de ese país. Sin embargo, entre la generación mediana y los más jóvenes, Berlín se ha convertido en una de las ciudades más populares, y ya se cuentan decenas de miles de israelíes que hacen allí sus estudios universitarios y sus primeros pasos en la profesión. Unos 20.000 se trasladaron en los últimos años a la capital alemana.
El fundador del sionismo, Theodor Herzl, propuso en el siglo XIX –casi medio siglo antes de la independencia de Israel– que en el futuro Estado judío el idioma oficial fuese el alemán. Los defensores del renacimiento del hebreo, una lengua utilizada especialmente para fines religiosos y no adaptada al lenguaje moderno, ganaron la batalla y fue la lengua finalmente adoptada.
En los primeros años del Estado, para los cientos de miles de supervivientes de los campos de exterminio nazis todo lo alemán era tabú, siendo el idioma yiddish judeoalemán (hablado por los judíos de Europa central y oriental) lo único que se le parecía. Pero ahora el alemán está ganando apoyo como uno de los idiomas más populares después del español y del chino, y ya ha sido adoptado por cinco escuelas oficiales.
Las relaciones diplomáticos entre la nueva Alemania e Israel se iniciaron hace sólo 50 años, veinte después de la declaración de independencia de David ben Gurion. Ahora, según un estudio de la fundación alemana Konrad Adenauer, el 70% de los israelíes tienen una visión positiva de Alemania, cuyo Gobierno es considerado el aliado estratégico número uno de Israel en la UE.
Los dos países mantienen relaciones militares y Alemania aportó a Israel todo tipo de materiales para hacer frente a un ataque químico, además de entrenar a los soldados para su utilización. Los seis submarinos del tipo delfín, algunos de ellos donados y otros vendidos, son el brazo estratégico más largo y caro de las Fuerzas Armadas israelíes. Se- gún distintas fuentes, los submarinos fabricados en Alemania tienen capacidad nuclear y suponen tener el poder de segunda respuesta en caso de un ataque nuclear sobre el Estado judío.
Al menos tres de ellos están siempre en el Mediterráneo, el mar Rojo e incluso el golfo Pérsico, poniendo en práctica el poder de disuasión, especialmente sobre Irán, para que nunca se atreva a amenazar Israel si logra obtener poder nuclear. Los 40 soldados de la Marina de Guerra israelí a bordo de los submarinos utilizan tecnología alemana y, en muchos casos, fueron entrenados inicialmente en bases militares alemanas.
El Gobierno de Angela Merkel intenta fomentar el estudio de la lengua y cultura alemanas. Desde el principio de la crisis económica es más fácil, pues muchos consideran a Alemania el país de oro de Europa. El inventor del esperanto (el ansiado idioma mundial), Ludwik Lejzer Zamenhof, fue un judío asquenazí nacido en Polonia de origen germano. Su sueño no se cumplió y hay mucha más gente que habla la lengua bíblica resucitada, el hebreo, que el esperanto. El inglés se ha convertido en el idioma más internacional. Alemania sabe que eso no le ocurrirá pero el conocimiento del alemán, o incluso del yiddish próximo a su lengua, puede ser útil para difundir la cultura germana.
Cuando en los años cincuenta los líderes de Israel y Alemania, Ben Gurion y Adenauer, empezaron a negociar el pago de indemnizaciones por el Holocausto, en Israel hubo intentos de hacer explotar la cancillería y violentas manifestaciones frente al Parlamento en el que, por la primera vez, israelíes que se oponían a las indemnizaciones –considerándolas una afrenta a la memoria de las víctimas– volvieron a usar la estrella de David que les identificaba como judíos durante el nazismo. Hoy, cuando el director de un colegio público israelí decide enseñar alemán, es un hecho normal y corriente, como si nada hubiera ocurrido en el pasado.
Son alemanes los seis submarinos que el Estado judío utiliza para disuadir a Irán de un ataque nuclear