Un rojo brillante de almíbar
Raül Romeva es un regalo para sus votantes: envuelto en un currículo vistoso, hasta después de las elecciones no se sabrá si tiene una personalidad consistente o decorativa. Fue diputado en Bruselas durante años por un partido medio verde y medio rojo. Enfriada su militancia, durante el pasado curso tuvo ocasión de lucir en los debates de TV3 su labia rápida, apasionada y convincente. Pero los tertulianos de televisión se cuentan por decenas y, de entre los que brillan con luz propia, tan sólo Pablo Iglesias se ha ganado a pulso el liderazgo de un partido. Iglesias fundó Podemos y ha sido actor de su propio destino, mientras que Romeva es un invitado en la lista de Junqueras y Mas. Si Junts pel Sí fuera un pastel, Romeva no sería uno de sus ingre- dientes principales. No sería la nata, la crema o el chocolate. Ni siquiera la levadura para esponjar la masa. Fue escogido como guinda. Ahí está: en lo alto de pastel, luciendo, brillante de almíbar, su rojo estridente.
Es un político relativamente joven que ahora está encorsetado por su condición de guinda. Pero quizás mañana será como uno de esos personajes de Pirandello que, después de haber sido pensados por un escritor perezoso que no les dio vida por escrito, exigen al director de teatro el derecho a subir a escena. ¿Qué esconde el regalo de Romeva? ¿Es un amable oficial de húsares que protege la poltrona de Mas? ¿O es el Bruto que, Junts pel Sí puede necesitar? Imaginemos que las encuestas aciertan y que la sopa de Junts pel Sí reclama las letras suplementarias de la CUP: ¿empuñaría Romeva el puñal para hacer que Mas tenga la vez una muerte trágica y heroica?