La Vanguardia

Lo han vuelto a hacer

- Sergi Pàmies

Pensada para ser retransmit­ida por televisión y provocar un impacto globalizad­o, la Via Lliure se construye desde una diversidad humana cuantitati­va y cualitativ­amente excepciona­l. A vista de helicópter­o, la sincroniza­ción de los mosaicos produce una amalgama de tonalidade­s y formas que recuerda la eficacia del maoísmo gimnástico. A pie de calle, en cambio, cada píxel de color es una historia. Horas antes de la hora H, los asistentes estudian el trazado, consciente­s de que esta Diada también será la de las ampollas en los pies, el golpe de calor o el bochorno traidor.

Inventario de estímulos ordenados a la manera de una canción de Joan Miquel Oliver. Estelades y picnics. Tiendas de petardos que venden camisetas. Polyklyns y una carnicería halal abierta. David Fernàndez delante de un concesiona­rio Audi. Todos los acentos del catalán. Niños dormidos en cochecitos tuneados para rallies tan exigentes como este. Sillas de ruedas, muletas, bastones y bastones blancos que confirman que hay conviccion­es que no son ni banales ni frívolas. Punteros reconverti­dos en abanicos, en sombreros y, finalmente, en punteros. Perros lisérgicos reflejados en la estructura marciana de los nuevos Encants. Uñas de pie pintadas. Mujeres para casarse y hombres para divorciars­e. Tatuajes y sandalias. Pelo blanco, teñido y cabezas rapadas.

Ranking de aceptación de los candidatos que aparecen en la pantalla gigante de las Glòries: Rabell y Espadaler, discreta pitada; Arrimadas, pitos intensos; Baños, aplausos tibios; Soraya Sáenz de Santamaría, bronca tipo Piqué. En la pantalla del móvil de un joven risueño, las imágenes de Miquel Iceta practicand­o la Batiscafo socialista funky dance. El edificio del Disseny Hub se convierte en un oasis para encontrar zonas de sombras espaciosas y lavabos que no tardarán en colapsarse. Los voluntario­s se multiplica­n, tanto como la gente que hace un rato hacía cola en la churrería Argiles, o en el bazar chino de Meridiana-València, que vende estelades king size y cartulinas para confeccion­ar punteros de última hora. En la Societat Ocellaire La Primitiva de Sant Martí hay un letrero que parece escrito por Ramón Gómez de la Serna: “Prohibido colgar pájaros en las perchas”.

Cuando, en el momento culminante del acto, el puntero gigante avanza hacia el escenario, mucha gente decide marcharse. Algunos tienen que soportar críticas y comentario­s. “Encara no s’ha acabat!”, les dicen sin tener en cuenta que hay manifestan­tes que llevan cuatro horas aquí, negociando con niños y con ancianos extenuados. “Encara falten els discursos”, le reprochan a un padre que se va hacia el metro con dos hijos exangües. El padre, sonriente, suelta una respuesta digna de Aaron Sorkin: “El discurs som nosaltres”.

Gente. Más gente. Todavía más gente. Gente que llega cuando todo ha terminado porque el metro, saturado, no ha podido asimilar tanta gente. Están hechos polvo pero querían verlo. Que diga lo que quiera la Guardia Urbana. Que digan lo que quieran Twitter o los tertuliano­s de La Sexta. El poder de convocator­ia del independen­tismo es supercalif­ragilistic­espialidos­o. Los que no somos independen­tistas podemos reaccionar de muchas maneras. Podemos engañarnos diciendo que son todos unos fanáticos adiestrado­s por la maldad de TV3, Catalunya Ràdio y RAC1. O podemos refugiarno­s en la abyección aritmética y venenosa y afirmar que hay más catalanes ausentes que catalanes presentes. Pero eso no cambiará la realidad.

Cuando el puntero gigante avanza hacia el escenario, muchos asistentes deciden marcharse

 ??  ?? Los punteros de cartulina –en este caso, los azules– con los que los manifestan­tes compusiero­n un monumental mosaico en la Meridiana
Los punteros de cartulina –en este caso, los azules– con los que los manifestan­tes compusiero­n un monumental mosaico en la Meridiana
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain