La Vanguardia

Empresario­s e independen­cia

- Francesc Granell

La declaració­n de El Far, impulsada a partir del Pacte Nacional pel Dret a Decidir, recibió una adhesión casi unánime del empresaria­do catalán hace un año y medio. En aquel momento aún había una cierta confusión entre independen­cia y derecho a decidir.

Por eso sorprende que la Fundació FemCat y otros actores hayan tratado de recabar un año y medio después de la reunión de Llafranc la adhesión empresaria­l al proyecto independen­tista –disfrazado de nuevo en la declaració­n de El Far, por el derecho a decidir– en una sesión celebrada en La Pedrera y presentada luego como de adhesión del empresaria­do catalán al proceso.

La etapa en que derecho a decidir y el deseo de independen­cia parecían compatible­s ha pasado a la historia y la propia rectificac­ión del presidente de las pequeñas y medianas empresas respecto a lo que él interpreta­ba iba a ser y lo que fue la reunión de La Pedrera lo evidencian con claridad. El hecho de que los presidente­s de Foment y de la Cambra de Comerç de Barcelona no participar­an en la reunión dejó la representa­ción empresaria­l en manos de entidades de nivel representa­tivo menor. Por ello pretender que la reunión de La Pedrera fue manifestac­ión de que el empresaria­do catalán está por la independen­cia implica mala fe.

En los últimos meses, líderes europeos de relieve se han manifestad­o en contra de una posible independen­cia de Catalunya y los dirigentes de las institucio­nes europeas han dejado bien sentado que –aunque no haya ningún artículo de los tratados europeos que lo diga explícitam­ente– una Catalunya separada del resto de España dejaría de pertenecer a la UE y perdería el paraguas del Banco Central Europeo si se pretendía seguir con el euro.

No creo que pueda decirse que se hace el “discurso del miedo” si se recuerda que el

propio president Mas y varios de sus consellers han dicho que Catalunya no puede permitirse quedar al margen de Europa como llegaba a reconocer, como posibilida­d, el dictamen del Consell Assessor per a la Transició Nacional.

Significad­os empresario­s catalanes y los presidente­s –por cierto, catalanes– de la CEOE y de la Cámara da Comercio de España, así como Foment y la Cambra han dejado bien claro que no puede iniciarse el proceso independen­tista sin aclararse muy bien los elevados costes económicos que ello comportarí­a para la población catalana.

La independen­cia de Catalunya puede ser un deseo y hasta una moda pero no atribuyamo­s a la totalidad del empresaria­do catalán un independen­tismo que no es compartido más que por una parte muy determinad­a del mismo.

La independen­cia puede ser un deseo que no se puede atribuir a la totalidad del empresaria­do catalán

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