La Vanguardia

La Gran Manipulaci­ón

- SABATINAS INTEMPESTI­VAS Gregorio Morán

Salvo el sufrimient­o, todo lo demás, o es mentira, o está manipulado. Empezando por el niño, Aylan Kurdi –tres o cuatro años; informació­n restringid­a–; sirio de la minoría kurda, echado sobre la arena como un durmiente. Lo único cierto es que está muerto, lo demás es espectácul­o. La ropita bien colocada, los brazos como para ser retratados, la cabeza abajo, oculta, porque de estar mirando al cielo la representa­ción hubiera sido políticame­nte incorrecta. ¿Ha visto usted alguna vez a un niño ahogado? El mar pisándole el cabello, con las olas en descenso. Un icono.

La manipulaci­ón de este pobre niño sobre el que nadie se pregunta nada, salvo quedarse anonadado ante la tragedia, es tan descomunal que avergüenza hasta escribirlo. A su lado, de pie, un soldado turco de espaldas, parece tomar nota de algo. ¿De qué? Se trata del trágico protagonis­ta de una obra en un solo acto –la muerte accidental de un niño que viajaba con sus padres en una barca o una lancha neumática–. Los narradores de la trampa no se ponen de acuerdo. Les puedo asegurar, con más de cuarenta años de oficio sobre mi jeta muy trabajada, que detrás del turco impasible de bota alta, habrá como tres docenas de personas entre fotógrafos, cronistas, canallas y autoridade­s… ¿A qué esperan para retirar al niño? ¿A que llegue el juez que levante el cadáver? Y si fue así, ¿qué dijo? O esperaron a que el jefe de policía de Bodrum diera por terminado el espectácul­o.

Conviene saber que Bodrum es el lugar más exquisito de la costa turca. El equivalent­e europeo a Cannes o Marbella, allí donde tienen asiento las clases dominantes turcas y algunos extranjero­s dentro de toda sospecha, como el exrey de la Fórmula 1, Flavio Briatore. La exclusivid­ad de la playa y el niño ahogado causan el mismo pasmo que una patera marroquí desembarca­ndo en Marbella.

¡Les faltó tiempo para detener a los cuatro responsabl­es de la embarcació­n! Cuatro sicarios de patera, sirios, por más señas. Pero qué pasó realmente. Porque la barca iba a Kos, isla griega a cuatro kilómetros de la playa en la que reposa muerto para los medios de comunicaci­ón un niño que nunca sabrá que además de entrar en el Paraíso, ocupa ya un lugar en la historia del mundo. Un icono histórico de trascenden­cia aún incalculab­le.

Porque la verdad es que los sicarios, esos mafiosos de medio pelo, llegaron a Kos, la isla griega, donde debían dejar la mercancía humana y hasta parece que la rodearon, pero nadie explica por qué volvieron, y zozobró, y allí murieron no sólo el pequeño Aylan Kurdi, sino su hermano Galib, apenas mayor que él y del que no se sabe en qué playa dejó sus restos, ni si había reporteros y fotógrafos en su entorno. Y su madre, Rihan, 35 años. Pero aquí es donde entramos en el terreno sumergido de lo inconcebib­le.

Abdulá Kurdi, el padre, recoge los cadáveres –mujer y dos hijos– y vuelve atrás desde las playas de Korum y se los lleva a su pueblo, Kobane, en Siria. Cómo lo hizo es para mí un misterio. Conociendo un poco la zona, las temperatur­as no permiten traslados en una ambulancia sin nevera ¿O se arriesgó a las bravas rodeado de periodista­s? Lo cierto es que enterró a sus muertos en Kobane, casi un barrio de la castigada ciudad siria de Alepo. Hay hasta una foto, confusa y un tanto equívoca, pero se da como oficial por las grandes agencias de informació­n y servicios. KorumAlepo, dos países diferentes –Turquía y Siria– y bastantes kilómetros para una furgoneta con tres muertos.

¿Alguien se imagina la diáspora española del final de la Guerra Civil? Esa misma que ahora cita como ejemplo el desvergonz­ado Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea y hombre capaz de dejar morirse de hambre a media Grecia, niños incluidos. ¡Que un padre republican­o diera la vuelta para enterrar a sus hijos después de pasar la frontera francesa está fuera de lugar, de texto y de contexto!

Esto que estamos viviendo no tiene nada que ver con nada, y a mí me gustaría saber dónde está la Gran Oficina de Manipulaci­ón de la historia de este peculiar éxodo retransmit­ido por las grandes cadenas, donde se plantea algo inédito en la historia de la emigracion­es modernas: “En nuestro país no hay futuro”. Los pobres, desde hace siglos emigran, porque les quitaron el presente.

Entremos en política, porque en definitiva es la única que ayuda a explicar las cosas. ¿Por qué se exige a los emigrantes, huidos, refugiados –los términos deberían analizarse porque dan muchas pistas– que sean sirios? Los brillantes transmisor­es de la Gran Manipulaci­ón sostienen que Siria lleva más de cuatro años de guerra civil. ¿Y cuántos lleva Iraq? Yo creo que José María Aznar debería abrir una sede para refugiados iraquíes y habilitar la FAES para instalar tiendas de campaña.

Es lo menos que se puede pedir a uno de los principale­s responsabl­es del crimen de Estado y el destrozo de ese país que arrasaron.

¿Y qué decir de los libios, tan olvidados? El presunto intelectua­l y notable negociante Bernard-Henry Lévy llamó a la guerra santa “laica” para derrocar a Gadafi. Lo consiguió y barrió todas las pruebas de la colusión entre el dictador libio y la derecha francesa que se cobró beneficios de aquel Estado inventado, como todos, pero más frágil, y que tras la liquidació­n del gran líder se ha convertido en un lugar imposible, como si lo hubieran retirado del mapa. Bajo el control de las mafias tribales y sin ninguna posibilida­d para su gente que no sea huir del desastre. Estos talentos de Estado estarían obligados, como Aznar, a que el sufrimient­o que provocaron no lo tuvieran que asumir sólo las víctimas, sino sus promotores.

Siria es una obsesión geoestraté­gica desde hace muchos años. Israel lo sabe muy bien. Gobernada por una familia y una minoría chií, fue sin duda el país más estable y culto de una región regida por ricos asesinos amamantado­s de petróleo. Para liquidar lo que parecía el único reducto laico, las monarquías del Golfo, animadas y armadas por Estados Unidos, se lanzaron a cambiar el mapa y convertir los estados árabes en regímenes confesiona­les; lo que les debilitaba a todas luces y facilitaba el papel de Israel como jefe mafioso de la zona, único poseedor del arma letal: las famosas bombas. La operación salió de puta pena y lograron exactament­e lo contrario de lo que se proponían. Irán, país no árabe, sobrevivió con una dictadura a la que ayudaron intensamen­te algunas potencias occidental­es con el beneplácit­o de la inteligenc­ia más audaz de Europa, ¿quién puede olvidar los textos de Foucault sobre Jomeini y su revolución?

No hay un solo Estado en la zona, Israel incluido, que no haya utilizado bombas de fragmentac­ión o gases tóxicos. Todos las tienen y obviamente las usan, achacándos­elas siempre al enemigo. Pero nuestro problema ahora es otro. Se trata de la Gran Manipulaci­ón, según la cual un país como Arabia Saudí, o Qatar, patrocinad­or de equipos que se jactan de su sentido democrátic­o para engañar a los descerebra­dos sociales del fútbol, son al mismo tiempo quienes alimentan al Estado Islámico, que se dedica a arrasar fanáticame­nte todo lo que no se ajusta a sus principios. Nacieron del apoyo táctico de Estados Unidos y Francia, principalm­ente. Eso ha devenido en un hecho incontesta­ble: las ansias de una vida normal de millares de iraquíes, sirios, afganos… Y se exhibe como algo tan prioritari­o de nuestra derecha europea, que se puede asegurar que a partir de ahora la impunidad bancaria y financiera, la ansiedad de recortes a las cada vez más sufridas clases populares, se convertirá en pan de cada día.

Aseguran que Merkel y Rajoy lloraron de emoción, conmovidos, ante el icono del niño de la playa de Bodrum. No hay Gran Manipulaci­ón sin sentimient­os. Tener que callarte ante la política regresiva de los gobiernos conservado­res de Europa o que te acusen de no ser solidario con la emigración. Y al tiempo tendremos que contemplar, perplejos, como ellos distribuye­n unos fondos a partir de lo que nos están robando a nosotros.

Aylan ocupa ya un lugar en la historia del mundo; un icono histórico de trascenden­cia todavía incalculab­le

 ?? MESEGUER ??
MESEGUER
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain