La cocina de mamá Hepburn
Luca Dotti, hijo de Audrey Hepburn, recupera recetas y anécdotas de la actriz en un libro
Le entusiasmaba la pasta, era una experta a la hora de distinguir los tipos de mozzarella, tenía debilidad por el curry, conocía perfectamente la temporalidad de los productos y esperaba con ilusión su llegada con cada cambio de estación; le gustaba buscar entre los estantes del supermercado con la ilusión de quien admira la abundancia porque ha conocido el hambre. Y le chiflaba el chocolate, que siempre tenía a mano en uno de los cajones de un mueble en la sala de estar. Audrey Hepburn, la delgadísima y elegante actriz, no era una mujer en dieta permanente (aunque un día al mes hacía una desintoxicación a base de yogur natural y manzana rallada), sino alguien a quien hacía feliz comer, cocinar o compartir recetas y que nunca olvidó las penurias de su infancia, en una Holanda devastada por la guerra.
Lo cuenta el hijo de la actriz, Luca Dotti, quien recoge en Audrey en casa (Cúpula) recuerdos, recetas y fotografías con los que perfila la personalidad de una mujer en la que él nunca vio a una estrella, sino a una madre normal y corriente. En el relato no pasa por alto episodios duros en la vida de Hepburn, quien durante los últimos meses de la guerra mundial escapó de la muerte por muy poco. “Tenía dieciséis años, medía casi 1,71 metros y no llegaba a los cuarenta kilos de peso. Tenía asma, ictericia y otras enfermedades causadas por la malnutrición, incluida una anemia aguda y una forma grave de edema que mamá describía así: ‘Empieza por los pies y cuando llega al corazón te mueres. En mi caso estaba por encima de los tobillos cuando fuimos liberados’”.
Pero la mayor parte de las páginas están dedicadas a la pasión culinaria: “Si este libro únicamente contuviera un par de recetas, una sería de pasta con salsa de tomate y la otra de tarta de chocolate”. El hijo de la actriz recupera los recuerdos de las cenas de su niñez en casa de las amigas de Audrey. “Las mejores cenas eran las de casa de Connie (casada con el productor Jerry Wald), donde a principios de los años cuarenta podías toparte con Clark Gable y Joan Crawford y, veinte años después, con Billy Wilder y William Wyler. En casa de Connie mamá volvía a conectar con los amigos y pasaba horas en la cocina, charlando e intercambiando recetas”. La mejor de todas, recuerda, era la de penne al vodka. Según una versión que él mismo considera más fantasiosa que real, provenía de los años dorados de Hollywood, cuando los maquilladores y los responsables de los aún precarios efectos especiales disolvían salsa de tomate con vodka para que las heridas brillaran más y tuvieran más reflejos. “Y durante los descansos del rodaje, entre toma y toma, utilizaban la sangre sobrante para preparar la pasta”.
Con platos como esos penne al vodka, que Hepburn cocinaba en Hollywood para sentirse como si estuviera en casa, el pastel con nata montada con el que celebró la liberación de Holanda tras la guerra o una lubina al estilo turco en honor de Andrea Dotti, de quien se enamoró en un crucero, Luca va mostrando su percepción de la actriz en un volumen que combina las anécdotas y las
El chocolate la volvía loca y siempre tenía un trocito a su alcance en algún mueble del salón
recetas detalladas con la descripción de sus gustos y costumbres. La protagonista de Desayuno con diamantes siempre se tomó su tiempo para la primera comida del día. Madrugadora, sobre todo en los tiempos de Hollywood, la inseguridad y el temor a que no gustara su trabajo y la enviaran de vuelta a casa hacía que a las cuatro o las cinco de la mañana ya estuviera en pie.
Con los años, los desayunos se convirtieron en el tiempo de las confidencias entre madre e hijos. “Si Sean –su hermano por parte de madre– y yo estábamos en La Paisible, el desayuno se tomaba en el office de la cocina. Ella bajaba las escaleras en bata, y mientras tomaba una magdalena y una taza de café con leche, casi inconscientemente, la charla se convertía en una confesión”.