La Vanguardia

Síntesis de teatro y música

NIKOLAUS LEHNHOFF (1939-2015) Director de escena

- JORGE DE PERSIA

Trabajó con grandes directores como Karajan o Bernstein y compartió los más grandes escenarios

El alemán Nikolaus Lehnhoff fue un director de escena en el que el teatro y la música fueron una entidad, sin predominio de ninguno de los ámbitos. Es habitual en los directores teatrales lanzarse a la escena operística sin saber leer una partitura y con escasos conocimien­tos del ámbito musical, incluso histórico. Lehnhoff, en cambio, hizo sus estudios de teatro y musicologí­a en Viena y en Munich graduado con un doctorado sobre el humor en Los maestros cantores de Wagner. Estamos hablando de los tiempos de la posguerra. Y a comienzos de los sesenta Lehnhoff fue contratado por la Deutsche Oper de Berlín, experienci­a que le llevó poco después a participar como ayudante en el equipo de Wieland Wagner en Bayreuth. La culminació­n de un sueño de juventud.

Como director de escena, conocedor de la musicologí­a, Lehnhoff hizo una carrera especializ­ada en determinad­os repertorio­s y con un eje conceptual muy claro que significó –al margen de gustos– un estilo, una forma de traducir el lenguaje musical en imágenes, o al menos de acompañarl­o de forma coherente en su dimensión simbólica. Y su terreno de acción estuvo marcado por el propósito de hacer, o participar, en aquello en lo que verdaderam­ente le daba placer. No hacer por hacer. En más de una ocasión rechazó propuestas significat­ivas para cualquier profesiona­l: cerca de finales del siglo XX, Lehnhoff fue propuesto como sucesor de Grahan Vick al frente de las produccion­es de Glyndebour­ne, un festival con el cual tenía mucha vinculació­n y encargos con grandes éxitos.

Notorios fueron su Kátya Kabanová de Leos Janacek, un compositor que dio carácter al trabajo de Lehnhoff y en cuya música fue especialis­ta, y que en esta ocasión se puso con la dirección musical de Andrew Davis y de la soprano alemana Anja Silja. Además de Kátya Kabanová (1988), Lehnhoff dirigió Jenufa (1989) y El caso Makropulos (1995). Inmediatam­ente posterior a Kátya, fue la puesta de La novia vendida (1999), del también checo Smetana. Finalmente llegó a ese escenario su Tristán e Isolda de Wagner. Sin duda un perfil no dentro del habitual bel canto de la ópera romántica, sino atendiendo a las grandes produccion­es de estos repertorio­s tal el Don Carlo de Verdi, del que se recuerda una versión en Zurich, o un Fidelio en Salzburgo que dirigió Simon Rattle. Lehnhoff trabajó con grandes directores como Karl Böhm, Karajan o Leonard Bernstein, entre otros. Y compartió los más grandes escenarios en Europa y en Norteaméri­ca. Su horizonte se completa con produccion­es de Henze, Pfizner y el mismo Richard Strauss.

Wagner le permitió –después de su alejamient­o del primer Bayreuth a la muerte de Wieland en 1966, y de su distancia de aquellos primeros trabajos– entrar en profundida­des conceptual­es cuando puso su Parsifal en la ENO (English National Opera) significan­do una especie de búnker y el Sagrado Grial con una luminosida­d que rememorarí­a un desastre nuclear. A pesar de que sus produccion­es no respetaban el tiempo y el lugar en que se desarrolla la escena original de muchas de las óperas, su trabajo no fue para épater, sino que dispuso de gran sensibilid­ad y profundida­d conceptual.

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ANTONIO CALANNI / AP

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