La Vanguardia

Los apellidos y las W

- Llucia Ramis Barcelona

“¿Te das cuenta de que en Barcelona todo el mundo se presenta con su nombre, apellido y profesión?”, me preguntó una amiga de Elche. Será por el ambiente en el que nos movemos y por deformació­n profesiona­l. Así se condensan, en el gesto de darse la mano o dos besos, varias de las seis W del periodismo: Who? What? Where? When? Why? How? Durante la presentaci­ón de La maledicció dels Palmisano, de Rafel Nadal, en La Casa del Libro de Rambla Catalunya, se reúnen muchos nombres con apellido y cargo incorporad­os, que responden a casi todas las W. Están el vicepresid­ente del FC Barcelona, Carles Vilarrubí, y el conseller de Justícia Germà Gordó, también la de Ensenyamen­t Irene Rigau. Están Jesús Badenes y Carles Revés, directores del área de libros y editorial de Planeta, Emili Rosales, actual director de Grup 62, y Fèlix Riera, que también lo fue y luego pasó a ser director de Catalunya Ràdio hasta este verano; ahora tiene un nuevo proyecto cultural en internet con Llucià Homs, que empezará a finales de octubre. Han venido el director del Sport, Joan Vehils, la editora espiritual de Nadal, Ester Pujol, los editores Xavier Folch y Joaquim Palau, Pema Maymó, las agentes literarias Anna Soler-Pont y Berta Bruna, el director teatral Joan Ollé, los periodista­s Jordi Mercader y Arturo San Agustín, el director de comunicaci­ón de Interprofi­t Albert Arbós, y Joaquim Nadal, antiguo alcalde de Girona, exconselle­r de Política Territoria­l y hermano del autor del libro. Daniel Vázquez Sallés me susurra que, de pequeño, iba con los Nadal a dar vueltas en barca, también con su padre, Manuel Vázquez Montalbán. Publicado por Columna, La maledicció dels Palmisano es el réquiem por una familia y recoge veintiún muertos en diecisiete páginas, más que Tito Andrónico, donde aparecen catorce muertes en setenta páginas. “Ganas a Shakespear­e”, le dice Jordi Basté, ante un público numeroso. Faltan sillas. Además de muertos, en la novela aparecen muchas flores y plantas y árboles, y descripcio­nes que hacen que uno se ponga a calcular cuánto costaría un billete de Vueling a la bota de Italia, el alquiler de un Seat Panda y una noche de hotel, para sentirse como en el libro; bueno, o al menos, eso ha hecho Basté.

Llega Sílvia Soler directamen­te de la Setmana del Llibre en Català, que en su 33.ª edición ha tenido más éxito que otros años. La editorial Comanegra ha triplicado sus ventas con respecto al pasado, y la Laie las ha incrementa­do en un 10%. Se debe en parte a la promoción que se ha hecho en los medios, y a que programas como el

Divendres, de TV3, se emitieran desde allí. Soler ha participad­o en una charla con Eloi Vila, Najat El Hachmi y Roser Capdevila, que, antes de empezar, le decía a la maquillado­ra que no se esforzara, porque sus 76 años no se pueden disimular.

Sobre unos tacones de esparto y con falda azul, la directora de la Institució de les Lletres Catalanes, Laura Borràs, seguía muy atenta todo el proceso. El regidor del programa gritaba: “Tres minuts!”. Cámaras preparadas. Una adolescent­e se disponía a hacer preguntas a los invitados, Espartac Peran decía que tiene un blog de literatura. Se llama Marta y es la hija de Borràs. Marta no sabía que Les

Tres Bessones de Capdevila están basadas en tres gemelas de verdad, y que tenía a una de ellas justo detrás. Ha dado un grito de alegría.

A unos metros, en otro escenario, Màrius Serra encendía las velas del pastel para celebrar los 100 años de la Biblioteca Pública Catalana. “¿Has visto qué bien me conservo?”, bromeaba Carme Fenoll, jefa del Servei de Bibliotequ­es de la Generalita­t. El escritor Jaume C. Pons Alorda también reúne muchas W: tras su deliciosa traducción de Fulles d’herba, de Walt Whitman, toma aire antes de ponerse a traducir El preludi, de William Wordsworth, que publicará en 1984. Los más vendidos en el stand donde se encontraba han sido Nosaltres, de Ievgueni Zamiatin, distopia publicada en Males Herbes, y Fred als ulls, de Antònia Vicenç, en Samarcanda.

Los editores y escritores valenciano­s han participad­o en la Set- mana, tras unos años de ausencia, y me contaba el mallorquín Sebastià Bennasar que el autocar en el que venían tuvo un reventón, y tardaron seis horas en llegar. Algunos volvían a Valencia esa misma noche. Bennasar ha comprado No mos fareu catalans, de Francesc Viadel y La paciència del minotaure, de Ivan Carbonell. David Fernández utilizaba la palabra “esmaperdud­a” para hablar de La revolta que viurem, de Ivan Miró (Tigre de Paper), al que yo no veía desde los tiempos de la facultad, cuando él encontraba la memoria de la ciudad en las manifestac­iones: “La Via Laietana”, dice, “se construyó para destruir la cohesión obrera y nosotros descubrimo­s esta memoria luchando”. En aquellos tiempos de la facultad, aprendí eso de las seis W y no conocía a nadie por su apellido.

‘La maledicció dels Palmisano’ es el réquiem por una familia y recoge 21 muertos en diecisiete páginas La Setmana del Llibre en Català ha tenido más éxito que otros años; Comanegra ha triplicado ventas

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ROSER VILALLONGA Rafel Nadal y Jordi Basté, durante la presentaci­ón del libro del primero La maledicció dels Palmisano
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