La Vanguardia

El Barça remonta a lo grande en el Calderón

El Barça remonta en el Calderón con goles de Neymar y el revulsivo Leo

- Madrid Joan Josep Pallàs

Ambiente argentino en el Vicente Calderón. Gradas teñidas de rojiblanco. Cánticos corales intimidato­rios de rigor. Messi no está. Presión para el Barça. Empieza el partido y el primer balón que toca Neymar lo usa para hacerle un sombrero a un adversario. Fin del telegrama. El Barça visitó el Manzanares como quien visita el médico para hacerse un chequeo y regresó de la consulta con me- jor aspecto. No hubo miedo en la puesta en escena del equipo blaugrana. Porque el brasileño Neymar estuvo valiente en cada intervenci­ón y porque Iniesta, en un estado de forma tal que a ratos provoca hipnosis, se mezcló con el brasileño con sabiduría. Y porque Messi, ayer suplente, aguijoneó al rival cuando este ya lo había dado todo. El mejor del mundo lo es también como revulsivo. Fue una intervenci­ón la suya definitiva, demasiado poderosa como para resistirla.

El Barça fue al Calderón para mostrarse tal como es. Dominante y ofensivo aun sin contar con todos sus jugadores y sabiéndose físicament­e lejos del tono idóneo. Al cuarto de hora Iniesta trazó un slalom mareante, detuvo el reloj, abrió para Rakitic y el disparo de este lo rechazó Oblak.

Eran pocas señales pero claras para plasmar la intención de los de Luis Enrique. El Atlético tampoco salió a mentir a nadie. Se dejó ver sin dobleces. Esperando el error, más bien forzándolo a través de la presión, y buscando golpear a la contra. Tienen talento Óliver y Koke como lanzaderas y Fernando Torres siempre fue una mosca cojonera para el Barça. Anoche fue fiel a esa extraña

LA PREMONICIÓ­N Cuando entró el argentino el estadio supo que el Barcelona ganaría el partido

EL PATRÓN DE LA MEDULAR Iniesta llevó la brújula del equipo y siempre supo combinar con los delanteros

manía. La fijación rojiblanca fue molestar a Busquets en la salida de balón y más aún a Mascherano, que lo pasó peor. Griezmann, en la acción más peligrosa de los colchonero­s en prácticame­nte todo el partido, exceptuand­o el gol, robó una pelota en falta para cualquier árbitro menos para Mateu, el francés se la entregó a Torres y éste se escoró y falló por una vez.

El Barça, que se sabe polifacéti­co, tiró un contragolp­e retador para decirle a su adversario que si se acercaba demasiado le podía matar de otra manera. Un rechace largo de Mascherano lo corrió

Suárez y lo enredó Neymar pero el Barça sabía amenazar de distintas maneras. También, ya puestos, gracias al balón parado. Así fue como volvió a rozar el gol en una jugada de estrategia. El córner lo sacó Rakitic desde la izquierda, peinó Rafinha y Suárez la envió a lo bruto, como él mismo dice, al larguero. Las miradas, sin embargo, se desviaron inmediatam­ente hacia Vermaelen, que se sentó en el césped, desolado, y pidió el cambio. Entró Mathieu por el infortunad­o central belga y el equipo blaugrana perdió confianza en la salida de balón y lo pasó peor.

El Atlético se dio cuenta y se creció. Sus gradas reclamaron penalti por manos de Mascherano y justo después llegó el tanto de rigor de Torres, el décimo que le mete al Barça en Liga, aprovechan­do una vía de escape entre los centrales. En el minuto 50 Messi empezó a calentar pero Neymar no quiso que la dependenci­a fuera evidente y se dedicó a sí mismo un gol de falta absolutame­nte magistral, de pegada limpia dirigida a la escuadra. Cuando entró Leo el estadio supo que el Barcelona ganaría el partido. Es así.

El argentino dio un recital de desequilib­rio que adornó con un gol, dedicado a su segundo hijo Mateo, de fútbol sala en el que combinó con paredes meteóricas y definió con suavidad con el exterior, alojando el balón con delicadeza, como si se tratara de un jarrón de porcelana, respetándo­lo hasta el final. En la recta final el Barça mereció más. Hubo un penalti clarísimo por manos de Godín no señalado. Y un remate de Suárez que desvió Oblak. Pero pese a lo ajustado del marcador no hubo temor por el resultado en los visitantes. El Atlético había resistido sin Lionel Messi, pero no con él.

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Godín intenta frenar una acción de Messi, que salió en la segunda parte y fue decisivo al marcar el gol del triunfo blaugrana
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DANI DUCH

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