El Barça remonta a lo grande en el Calderón
El Barça remonta en el Calderón con goles de Neymar y el revulsivo Leo
Ambiente argentino en el Vicente Calderón. Gradas teñidas de rojiblanco. Cánticos corales intimidatorios de rigor. Messi no está. Presión para el Barça. Empieza el partido y el primer balón que toca Neymar lo usa para hacerle un sombrero a un adversario. Fin del telegrama. El Barça visitó el Manzanares como quien visita el médico para hacerse un chequeo y regresó de la consulta con me- jor aspecto. No hubo miedo en la puesta en escena del equipo blaugrana. Porque el brasileño Neymar estuvo valiente en cada intervención y porque Iniesta, en un estado de forma tal que a ratos provoca hipnosis, se mezcló con el brasileño con sabiduría. Y porque Messi, ayer suplente, aguijoneó al rival cuando este ya lo había dado todo. El mejor del mundo lo es también como revulsivo. Fue una intervención la suya definitiva, demasiado poderosa como para resistirla.
El Barça fue al Calderón para mostrarse tal como es. Dominante y ofensivo aun sin contar con todos sus jugadores y sabiéndose físicamente lejos del tono idóneo. Al cuarto de hora Iniesta trazó un slalom mareante, detuvo el reloj, abrió para Rakitic y el disparo de este lo rechazó Oblak.
Eran pocas señales pero claras para plasmar la intención de los de Luis Enrique. El Atlético tampoco salió a mentir a nadie. Se dejó ver sin dobleces. Esperando el error, más bien forzándolo a través de la presión, y buscando golpear a la contra. Tienen talento Óliver y Koke como lanzaderas y Fernando Torres siempre fue una mosca cojonera para el Barça. Anoche fue fiel a esa extraña
LA PREMONICIÓN Cuando entró el argentino el estadio supo que el Barcelona ganaría el partido
EL PATRÓN DE LA MEDULAR Iniesta llevó la brújula del equipo y siempre supo combinar con los delanteros
manía. La fijación rojiblanca fue molestar a Busquets en la salida de balón y más aún a Mascherano, que lo pasó peor. Griezmann, en la acción más peligrosa de los colchoneros en prácticamente todo el partido, exceptuando el gol, robó una pelota en falta para cualquier árbitro menos para Mateu, el francés se la entregó a Torres y éste se escoró y falló por una vez.
El Barça, que se sabe polifacético, tiró un contragolpe retador para decirle a su adversario que si se acercaba demasiado le podía matar de otra manera. Un rechace largo de Mascherano lo corrió
Suárez y lo enredó Neymar pero el Barça sabía amenazar de distintas maneras. También, ya puestos, gracias al balón parado. Así fue como volvió a rozar el gol en una jugada de estrategia. El córner lo sacó Rakitic desde la izquierda, peinó Rafinha y Suárez la envió a lo bruto, como él mismo dice, al larguero. Las miradas, sin embargo, se desviaron inmediatamente hacia Vermaelen, que se sentó en el césped, desolado, y pidió el cambio. Entró Mathieu por el infortunado central belga y el equipo blaugrana perdió confianza en la salida de balón y lo pasó peor.
El Atlético se dio cuenta y se creció. Sus gradas reclamaron penalti por manos de Mascherano y justo después llegó el tanto de rigor de Torres, el décimo que le mete al Barça en Liga, aprovechando una vía de escape entre los centrales. En el minuto 50 Messi empezó a calentar pero Neymar no quiso que la dependencia fuera evidente y se dedicó a sí mismo un gol de falta absolutamente magistral, de pegada limpia dirigida a la escuadra. Cuando entró Leo el estadio supo que el Barcelona ganaría el partido. Es así.
El argentino dio un recital de desequilibrio que adornó con un gol, dedicado a su segundo hijo Mateo, de fútbol sala en el que combinó con paredes meteóricas y definió con suavidad con el exterior, alojando el balón con delicadeza, como si se tratara de un jarrón de porcelana, respetándolo hasta el final. En la recta final el Barça mereció más. Hubo un penalti clarísimo por manos de Godín no señalado. Y un remate de Suárez que desvió Oblak. Pero pese a lo ajustado del marcador no hubo temor por el resultado en los visitantes. El Atlético había resistido sin Lionel Messi, pero no con él.