La Vanguardia

De la red global de falsificac­ión al mantero

El 85% de la mercancía ilegal llega desde China por el puerto de Barcelona

- ENRIQUE FIGUEREDO XAVIER GÓMEZ (FOTOS) Barcelona

Los manteros son el último eslabón de una red global de falsificac­ión de productos, en su mayoría de origen chino, que llegan a las calles de Barcelona desde almacenes de Sant Adrià y Badalona.

El público quiere lujo a precio de ganga. Esa es una de las motivacion­es que anima el pujante mercado de la venta ambulante ilegal. Es una conclusión que hace tiempo que tienen clara los policías encargados de luchar contra los delitos de falsificac­ión de productos de marca que acaban expuestos en mantas sobre el suelo de las principale­s ciudades turísticas del Mediterrán­eo. No es ni más ni menos que oferta y demanda y su bucle infinito.

Como el mercado goza de buena salud, se ha fortalecid­o una importante maquinaria industrial y comercial que comprende desde transporte marítimo de mercancías desde el Lejano Oriente y bases logísticas y polígonos comerciale­s de gran capacidad hasta el último escalón de una esquina soleada de un polo turístico de una gran ciudad.

Barcelona ha vivido este verano un espectacul­ar crecimient­o de la venta ambulante ilegal. El Ayuntamien­to dice con acierto que se trata de un fenómeno global que se da en la ribera norte mediterrán­ea. Se ven grupos de manteros en epicentros del lujo, como la ciudad francesa de Cannes, u en otros más relacionad­os con una cultura más popular como Nápoles. Ciudades como Palma de Mallorca o el mismo Madrid no están a salvo de esta práctica ilegal. Sin embargo, la intensidad con se ha manifestad­o en Barcelona parece tener origen en el propio éxito turístico de la capital catalana, por un lado, y en una cierta relajación habida al principio del verano durante la que se bajó la presión policial en la calle. Al volver la vigilancia de la Guardia Urbana con intensidad parece haber remitido en cierto grado la actividad mantera.

Los artículos resultan atractivos por su precio sin competenci­a. Una clientela sin miramiento­s no deja de crecer. Ha habido voces, como la del líder socialista en el Ayuntamien­to de Barcelona, Jaume Collboni, que ya han pedido que se empiece a multar a los compradore­s. Mientras se estudian diferentes opciones, el mantero, el último estadio de una potente industria de la falsificac­ión, sigue con su quehacer diario. Como otras miles de veces

Una clientela ávida de conseguir lujo a precio de ganga anima el mercado ilegal La capital catalana bajó la guardia al principio del verano y el fenómeno se expandió La inmensa mayoría de la mercancía que se pone a la venta en la calle viene de China Hay vendedores que se abastecen en naves de Sant Adrià de Besòs y Badalona

acudirá en tren hasta el polígono comercial que está entre Sant Adrià de Besòs y Badalona. Allí hará acopio de mercancía.

Los que llegan a ese espacio del Barcelonés Nord, en el que la mayoría de rótulos están en chino, lo hacen sin llamar mucho la atención. Furgonetas y coches de alta gama comparten sus calles impersonal­es y casi iguales unas a otras. Los manteros suelen acudir solos y nunca en grupos de más de dos o tres. Como por arte de magia entran en alguna de las naves sin nada en las manos, a veces con el esqueleto de un carrito de la compra, y salen con sus mantas –siempre opacas– cargadas hasta los topes. Por supuesto, nadie habla de mercancía falsificad­a. La que se exhibe en los escaparate­s no lo es. Pero las piezas salen de algún sitio y los manteros acuden allí día a día.

Una vez cargado con el pedido, se van de allí en trenes de Rodalies desde la estación de Sant Adrià a decenas de localidade­s diferentes. Antes, los mayoristas dejaban la mercancía en depósito y los vendedores liquidaban al final del día, la semana o el mes. Pero las constantes incautacio­nes de material por la policía hizo que esa relación entre suministra­dor y mantero cambiara. El vendedor ambulante es ahora propietari­o de sus bultos. Eso explica en parte la creciente resistenci­a que ofrecen a los agentes en el momento de darse una identifica­ción callejera o una inspección de material. Suelen salir corriendo, pero ahora hay un grupo que se resiste y hasta se enfrenta.

Según los estudios policiales, la inmensa mayoría de los artículos falsificad­os llegan de China y muy secundaria­mente de otros países como Turquía y Marruecos. Existe otro foco, referido al textil, tanto en prendas de marca como en camisetas deportivas, que son las falsificac­iones que llegan desde talleres en Portugal. Se trata de falsificac­iones de mucha mayor calidad que las chinas. Su impacto es menor porque actualment­e la estrella de la venta ilegal son los bolsos de marcas de lujo, unas zapatillas deportivas de la marca Nike y gafas de sol.

Esos artículos acaban en las aceras de muchas ciudades como en las de Barcelona. Se calcula que el 85% de la mercancía falsificad­a que llega a España, y a la capital catalana en la misma proporción, lo hace por vía marítima. El resto lo hace por vía aérea a través de El Prat y, sobre todo, Barajas. En lo referido a las rutas marítimas, los puertos de Algeciras, Valencia y Barcelona son los que reciben el mayor número de contenedor­es. Es una cantidad de toneladas inabarcabl­es y difícilmen­te detectable­s.

En el caso de Barcelona, son entre 1.500 y 2.000 contenedor­es los que salen diariament­e de esas instalacio­nes portuarias. Esas mercancías se distribuye­n a otros puntos por carretera o vía férrea. Llegan a plataforma­s logísticas o grandes naves donde se reparten en camiones y furgonetas más pequeñas para que acudan a polígonos comerciale­s como el de Sant Adrià y Badalona.

La Guardia Civil y Vigilancia Aduanera son los cuerpos que se encargan del control y supervisió­n de las mercancías. De esos 1.500 o 2.000 contenedor­es diarios, solo unos 50 pueden someterse a inspección. Dichos controles se llevan a cabo mediante tres procedimie­ntos. La revisión

Cada día salen del puerto de Barcelona entre 1.500 y 2.000 contenedor­es Los medios de inspección permiten revisar sólo unos 50 cargamento­s por día

documental, la de la mercancía físicament­e o la del paso del contenedor por un potente y gigantesco escáner. La mercancía falsa va camuflada en contenedor­es con mercancía legal rodeándola. “Recienteme­nte se descubrió un contenedor que contenía mam-

paras para duchas. Esa era la única mercancía declarada. Y había mamparas, pero también 4.200 pares de zapatillas de deporte Converse falsas. El contenedor venía, cómo no, de China”, explica un veterano guardia civil.

En ocasiones, se pide a los responsabl­es del envío que abran un pasillo en la carga del contenedor para poder acceder hasta su corazón y allí se toman muestras que permitan verificar el contenido. Si se trata de productos naturales como frutas o pescado se toman unos tipos determinad­os de muestras y si se trata de manufactur­as, otras. En ambos casos se trata de verificar la licitud de la carga. Unas prendas pueden tener la plena apariencia de un modelo y marca concreta de un producto pero un rápido análisis hace que pueda descartars­e su origen legal. De esas labores técnicas de análisis se encarga una empresa contratada para tal efecto, que se ayuda en ocasiones de peritos de las marcas.

Aparte de las gafas, las zapatillas deportivas y los bolsos, existe un cuarto producto cuya copia ilegal crece día a día. Se trata de las cajetillas de tabaco falsificad­as. Sus circuitos de distribuci­ón y venta no están tan estudiados. Los expertos confirman que es un fenómeno en aumento.

El material que llega a Barcelona, al igual que a los otros puntos de entrada, puede presentars­e de dos maneras principale­s. Una de ellas es en la forma de un artículo perfectame­nte acabado y listo para la venta. La otra modalidad es aquella en la que la mercancía llega desprovist­a de los ornamentos y etiquetas caracterís­ticas de la marca que se está copiando. De este modo, el artículo debe completars­e en un pequeño taller improvisad­o y discreto. “Hemos encontrado maquinas de coser y cortadoras láser de última generación en pisos donde vivían tres o cuatro personas dedicadas a ello”, explica el inspector de la Policía Nacional Mariano Segura, del grupo de delitos contra la pro- piedad industrial e intelectua­l de la Jefatura de Catalunya.

Los pequeños talleres que completan las prendas y abastecen a parte del colectivo de manteros que venden en la ciudad de Barcelona y en otras localidade­s de la costa catalana son objeto de diferentes investigac­iones policiales actualment­e en marcha.

Algunos artículos llegan acabados y otros se montan por piezas en talleres ilegales La fiebre de la falsificac­ión ha llegado hasta las cajetillas de cigarrillo­s

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Un agente de la Guardia Civil, en la terminal de contenedor­es del puerto de Barcelona por donde entra parte de la mercancía que acaba luego en la venta ambulante
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Del polígono al tren. Un mantero se dirige a la estación de Sant Adrià, tras abastecers­e
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Un trabajador descarga un camión con el género procedente del puerto para una de las naves industrial­es del polígono Granland Badalona Sud
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