De dónde venimos
Cristina Sánchez Miret reflexiona sobre la llamada al voto que Pablo Iglesias hizo a la gente que emigró a Catalunya: “Sé que no hablaba de mí porque no me avergüenzo de mis orígenes –no hay nunca orígenes ni mejores ni peores, ni aquí en Catalunya ni en cualquier otro lugar– y el solo hecho de verbalizarlo índica un sistema de valores y de categorías sociales que difícilmente permitirán al que los sustenta construir un mundo mejor”.
Soy nacida en Catalunya de madre valenciana y abuelos valencianos y murcianos, estos últimos por parte de padre. Mi hijo, además, tiene padre y abuelos andaluces, y, es catalán. No porque lo diga yo o su DNI, sino porque es lo que él dice. Su padre y yo también somos catalanes. Difícil lo tiene el que no se siente de la tierra en la que ha nacido, y de cualquier otra a la que haya llegado, porque no debe ser fácil vivir sin poder arraigarse. No lo sé, no me ha pasado, y no querría que me pasase; no me he tomado nunca a la ligera lo que significa tener que inmigrar, tanto para la primera como para las generaciones posteriores.
No sé si Pablo Iglesias se refería a mí porque sólo habló de extremeños y andalu- ces, y de la gente que vive en los barrios, y yo soy de pueblo pequeño. Sé que no hablaba de mí porque no me avergüenzo de mis orígenes –no hay nunca orígenes ni mejores ni peores, ni aquí en Catalunya ni en cualquier otro lugar– y el solo hecho de verbalizarlo índica un sistema de valores y de categorías sociales que difícilmente permitirán al que los sustenta construir un mundo mejor. Y sé que no hablaba de mí porque nadie me ha invisibilizado, cuando menos en el sentido territorial que él plantea, porque por género y clase es evidente que he sufrido los efectos negativos de la estructura universal de desigualdades sociales en la que vivimos.
¿Cómo se puede ser joven y formado, dedicarse a la política para supuestamente cambiar todo aquello que se puede mejorar, y hacerlo a partir de la ignorancia más absoluta de la realidad social que existe? Prefiero suponer desconocimiento que no populismo chapucero y manipulador, dado que el personaje en cuestión se supone que ha venido al mundo para luchar contra “la casta”. Una casta que debe estar más que contenta de ver cómo de bien fueron representados en Rubí por el que supuestamente tiene que ser el ariete de su destrucción.
Eso es muy viejo en España, “la derecha”, tenga el poder o no, tiene salvaguardados la mayoría de sus valores principales, los fundamentos de su mundo, porque ya se encarga “la izquierda” de ir reproduciéndolos. Y por lo tanto conservarlos para que con un discurso aparentemente de cambio y de revolución nos quedemos exactamente allí, donde estamos y hemos estado años y años y de donde seguro que no podremos salir con este tipo de representantes políticos.