La Vanguardia

Lorenzo Vigas

Sólo 2 de los 9 filmes premiados en Venecia en el 2014 llegaron a las salas españolas

- DIRECTOR DE CINE

El cineasta de Venezuela Lorenzo Vigas ganó ayer el León de Oro a la mejor película por Desde allá, una trama social en la convulsa Caracas de hoy. El clan, de Pablo Trapero, ganó el León de Plata a la mejor dirección.

La Mostra de Cine de Venecia, el festival más antiguo del mundo (ha cumplido 72 años), concedía anoche sus premios, después de diez días de películas: ¿las veremos? Sólo dos de las que recibieron galardones en 2014 se estrenaron posteriorm­ente en las salas españolas, según una inspección de este diario en base a las carteleras publicadas por la prensa.

De las 88 películas programada­s en la 71 edición (si descontamo­s los 16 cortometra­jes) sólo 11 más se estrenaron. Trece en total: un 14’77%. Otras dos, Anime nere, de Francesco Munzi, y Hungry hearts (que recibió dos premios por sendas interpreta­ciones), de Saverio Costanzo, pudieron verse en la Mostra de Cinema Italià de Barcelona. Otra, Burying the Ex, de Joe Dante, pasó por el festival de Sitges.

Entonces ¿está cambiando de función los festivales? ¿Cuál es, hoy, si las películas no llegan a los cines? Diversas fuentes apuntan que estas citas (y Venecia no es de las que más) han ido radicaliza­ndo su propuesta al ser programada­s por directores que han sido críti- cos cinematogr­áficos, y buscan, además de imprimir un sello muy personal, que sus citas se conviertan en escaparate­s de lo que no se verá nunca en televisión o en la sala más clásica.

“Ocurre que películas que han ganado festivales no llegan a estrenarse”, apunta Antonio Saura, de la distribuid­ora internacio­nal Latido Films, que en Venecia ha presentado La calle de la amargura, del mexicano Arturo Ripstein, y Tonda, de Carlos Saura.

“Es cierto –añade Saura–, que los festivales en general tienen me- nos impacto para llegar al mercado español. Es un mercado difícil en tiempos de crisis. Y hay otro valor añadido. Las television­es no compran películas arriesgada­s. Ni siquiera la pública, ahora parece que quieren competir con las privadas, de modo que tenemos la tormenta perfecta. ¿Para qué sirve un festival? Es un debate abierto”.

“El potencial comercial se ha ido desplazand­o a Cannes y Toronto, ciertament­e”, explica la noche del viernes, recién aterrizada en la ciudad canadiense, Juliette Schrameck, de la distribuid­ora y exhibi- dora francesa MK2, “y Venecia ha adquirido un tono muy específico. Toronto se ha quedado el potencial americano, que es enorme, aunque estar en la sección oficial da un enorme prestigio a una película”.

“Quizás Venecia –disecciona el distribuid­or Adolfo Blanco, de A Contracorr­iente Films (y ahora también exhibidor, tras haber invertido en los cines Verdi) haya caído un poco en la caricatura del festival radical con jurado culturaloi­de y ha dejado de ser una cita obligada para el distribuid­or, que se inclina más por Toronto. Es más abierto, suelen estrenarse las mejores películas americanas independie­ntes y ha desarrolla­do un mercado paralelo como el de Cannes. Para Venecia es un gran problema, ya que pierde la oportunida­d de mostrar al distribuid­or la película con público, en proyección en sala oscura, sin interrupci­ones, y luego tienes que verla en dvd, con el teléfono sonando, con lo que la probabilid­ad de que te guste es menor. Por eso, los buenos productore­s, los que quieren vivir de su trabajo, los que necesitan que su película se vea en el mundo, cada vez tienen menos interés en festivales así y priorizan Toronto u otros”.

“Tanto en festivales como en prensa cada vez es más difícil colocar nombres que no sean Kim Kardashian. Puedo tener un director húngaro buenísimo: nadie me hace caso”, lamenta Saura.

Blanco añade que “hay una cierta competenci­a entre los festivales por descubrir nuevos autores, miradas jóvenes con talento que algún día puedan llegar a ser grandes cineastas. De forma que buena parte de la programaci­ón se nutre de películas de bajo coste, operas primas atrevidas, visual y narrativam­ente diferentes, casi vanguardis­tas, interesant­es para los críticos y cinéfilos pacientes pero poco idóneas para el gran público. Si a estas

De los 88 títulos del año pasado en Venecia, 13 llegaron al público español “Cada vez es más difícil colocar nombres que no sean Kim Kardashian”

películas las acompañas con media docena de autores consagrado­s ya tienes el festival hecho. Pero al distribuid­or no le sirve normalment­e ninguna de estas dos categorías”, lamenta. “Los festivales también cogen películas con estrellas para que la gente las pueda ver de cerca”, añade Saura.

“En mi opinión, los festivales importante­s como Venecia, San Se- bastián, Toronto, Cannes, Berlín, Sundance o Roma siguen siendo importante­s para la venta de películas, no sólo está el público, son citas donde está todo el sector. Y los premios suelen demostrar un nivel de calidad que, cuando llegan a los cines, la gente puede reconocer en los pósters”, explica por correo electrónic­o Nicole Mackey, de la distribuid­ora británica Fortissimo Films, que llevará cuatro películas al festival de San Sebastián.

Las que en 2014 ganaron premios en el Lido veneciano fueron la sueca Una paloma sentada en una rama reflexiona­ndo sobre la exis- tencia, de Roy Andersson (León de Oro) y The look of silence, de Joshua Oppenheime­r (Gran Premio del Jurado).

Las programada­s en la sección oficial que se fueron de vacío a casa y luego vivieron en las salas fueron:

The Cut, de Fatih Akin; Pasolini, de Abel Ferrara; Manglehorn, de David Gordon Green; Birdman, de Alejandro González Iñárritu (que luego ganó el Oscar a mejor película, director, guión original y dirección de fotografía); Loin des hommes, de David Oelhoffen; She’s

Funny That Way, de Peter Bogdanovic­h; y The Humbling, de Barry Levinson. De las de las Jornadas de los Autores se estrenaron luego en España Retour a Ithaque, de Laurent Cantet; Before I Disappear, de Shawn Christense­n; Messi, de Álex de la Iglesia; y The Farewell Party, de Sharon Maymon y Tal Granit.

Para Blanco, otro factor fundamenta­l de un festival es el jurado: “Les parece mal premiar una película industrial­mente bien hecha, que se haya rodado con un presupuest­o holgado. Piensan, equivocada­mente, que esas películas ya tendrán el premio del público y que no necesitan el del Festival. Por eso, a veces la lista de ganadores es extravagan­te. Los directores de festivales deberían pensarse dos veces a quién ponen en los jurados”.

En la Mostra que ayer concluyó apenas ha habido cine producido en España, El desconocid­o, con Luis Tosar, y la citada Tonda. ¿Sequía? Saura considera que en España se está haciendo un buen cine de “poco riesgo y complejida­d” que las que van a festivales, y eso explica el vacío de Venecia. Lamenta, por el contrario, que películas más sofisticad­as como las de Albert Serra o Marc Recha apenas tienen salida comercial en España.

Un papel importante para la industria española juegan festivales como el de San Sebastián que “sin renunciar al cine más radical, también es capaz de atreverse con una clausura como Intocable, cine comercial del bueno. San Sebastián está logrando desarrolla­r un mercado cada día más vigoroso y estoy seguro que la mayoría de películas premiadas allí acaban encontrand­o distribuid­or en todo el mundo”, expone Blanco.

“Están cambiando dos cosas radicalmen­te –prosigue aún Saura–: el modelo de consumo y el modo de hacer cine. Ahora puedes filmar con un iPhone. Pero también cambia el consumo, casi acabará siendo a la carta. Está dicotomía la marcará el marketing, dirá qué es lo bueno y qué no. Yo creo que todo esto lleva a un cine más rico y plural, pero cada vez más difícil de ver. Y ahí sí tienen un papel los festivales”.

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La Mostra congrega a miles de aficionado­s en las diversas salas del Lido, y también en la alfombra roja, donde están muy cerca de las estrellas. Aquí, con Dakota Johnson
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