La Vanguardia

“Las escuelas han funcionado como fábricas”

Minerva Porcel , maestra

- MAITE GUTIÉRREZ

Minerva Porcel es maestra de primaria en el colegio concertado Claver de Lleida, de Jesuïtes Educació. Esta red de centros educativos ha puesto en marcha un ambicioso proceso transforma­dor. Su iniciativa ha servido además para avivar el debate sobre la nueva educación en todo el país. Porcel se ha especializ­ado en uno de los pilares de la metamorfos­is de estas escuelas: la agrupación de 5.º y 6.º de primaria y 1.º y 2.º de ESO en una sola etapa educativa.

Los niños de tres o cuatro años van a la escuela felices.

Te explican lo que hacen, están entusiasma­dos. Se sienten queridos. Y luego, a medida que pasan los cursos, cuentan las horas para salir por fin del colegio, para que llegue el fin de semana y ser libres.

¿Qué ha pasado en medio?

Eso es. ¿Qué pasa? Pues que llegan a una escuela donde suena el timbre, hacen matemática­s, suena el timbre, cambian a lengua, suena el timbre, salen al patio, suena el timbre, clase de sociales... Dictados, exámenes. Y así un año, y otro y otro y otro. ¡Durante quince años! Normal que muchos acaben hartos.

¿Y qué hay que hacer entonces?

Poner al alumno en el centro. ¡Ilusionarl­o! Luchar contra el absentismo emocional.

¿Absentismo emocional?

Este es un grave problema de la escuela actual. Niños que van a clase porque no les queda más remedio, que están pero es como si no estuvieran, y no porque se porten mal. En cambio, fíjese qué contentos van a las extra escolares. ¿Por qué? Pues porque las eligen ellos, porque, en general, hacen lo que realmente les gusta. Los maestros hemos tenido que reaccionar ante esto.

¿Por eso este movimiento de escuelas innovadora­s?

Exacto. A los docentes nos ha costado verlo, pero es así. Durante mucho tiempo las escuelas han funcionado como fábricas, formando a niños en serie cuando cada persona es diferente y tiene unos talentos determinad­os. Y los profesores nos dábamos cuenta, pero no nos parábamos a buscar una solución. Ahora, en cambio, se ha visto que la renovación de la escuela es una gran necesidad. Los maestros se remueven y se han creado muchísimos foros de reflexión y análisis. Es uno de los grandes debates educativos del momento.

¿Sólo debate?

De momento sí. Estamos en una fase en la que hay mucha reflexión y menos acción. Pero esto cambiará. Ahora, para transforma­r la educación de verdad el cambio debe ser sistémico, o se cambia todo a la vez, o nos quedaremos a medias, no resolverem­os el problema y nos frustrarem­os.

¿Qué hay que cambiar?

Todo. Los requisitos de entrada a las facultades de Educación, selecciona­r mejor a los futuros docentes. Luego, la formación de los profesores en la universida­d, la selección de estos en las escuelas, la organizaci­ón interna de los centros, la relación con los alumnos, la forma de enseñar...

Un ejemplo.

Le diré lo que hemos hecho no- sotros. No tenemos jefe de estudios ni profesores divididos por departamen­tos, sino un equipo de profesores encargado de cada curso. No dividimos la enseñanza por asignatura­s, sino que introducim­os los contenidos a través de proyectos interdisci­plinares; he- mos agrupado a los alumnos en clases de 60 con tres profesores.

¿Y cómo es un proyecto?

Los alumnos pueden plantear una pregunta o tema que les interese. ¿Por qué la Tierra es redonda? La historia del tiempo, los dinosaurio­s, lo que sea. Y a partir de ahí introducim­os los contenidos.

Y para realizar el proyecto, leen, escriben, aprenden las matemática­s, la historia, o la lengua inglesa.

Sí. Para el profesor, trabajar así requiere un mayor esfuerzo y preparació­n. Lo que se hace en la escuela tradiciona­l es mucho más fácil para nosotros.

¿Qué tiene que aprender un alumno de primaria?

Ya vamos otra vez a los contenidos. Los contenidos son necesarios, pero esto es lo menos com- plicado de enseñar. Ya viene en el currículo. Lo que un niño necesita es entender el mundo en el que vive. Y tener herramient­as para construir el mundo en el que vivirá en el futuro. La sociedad cambia a ritmo acelerado. Entonces, además de matemática­s o lengua o historia, una persona necesita tener recursos propios, ser creativa, autónoma y también poder trabajar en equipo. Ser capaz de aprender constantem­ente y renovarse. También estar comprometi­da con el bien común y crear un itinerario de vida. Contextual­izar al alumno en sus necesidade­s es lo más difícil, y eso se consigue con un equipo de maestros que estudien su caso y lo apoyen.

Las escuelas de primaria son más atrevidas, y en cambio, la secundaria suele ser más tradiciona­l, cuesta que se atrevan a probar métodos nuevos.

Los profesores de secundaria tienen muchas ganas de transforma­r la educación. En la primaria cuesta menos, porque los maestros están 25 horas a la semana con los alumnos. Los conocen más y la enseñanza está más globalizad­a. En la ESO, cada profesor pasa unas tres horas a la semana con cada grupo de alumnos. Están muy condiciona­dos por los horarios y la estructura organizati­va.

“El absentismo emocional de los alumnos nos ha hecho reaccionar”

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MERCÈ GILI Porcel, en el colegio concertado Claver de Lleida, de Jesuïtes Educació

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