La Vanguardia

Un consejo de Chrissie

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Chrissie Hynde, la incombusti­ble cantante y guitarrist­a, acaba de cumplir 64 años, cuarenta de ellos al frente de la banda The Pretenders. No abundan en el rock las mujeres con vocación tan temprana y trayectori­a tan sólida. Pocas habrán contribuid­o como ella a la igualdad en este ámbito, que es de mayoría masculina y gran influencia sobre la juventud.

Pese a su currículo, Hynde está ahora en la diana de las feministas. En agosto, mientras promociona­ba sus memorias –tituladas Reckless (Imprudente)-, recordó en la prensa la violación que sufrió siendo veinteañer­a a manos de un grupo de motoristas. Al hacerlo, tuvo la osadía –y la honestidad– de atribuirse alguna responsabi­lidad en aquel ataque. “Fui ingenua”, dijo Hynde al evocar el día en que, tras drogarse, accedió a acompañar a un motero a una casa apartada. Y, a modo de aviso para navegantes, añadió: “si vas por la calle borracha, medio desnuda, y te atacan, algo de culpa tendrás”.

Estas declaracio­nes han molestado a las activistas que auxilian a las víctimas de violacione­s. Su argumentar­io se ciñe a que quien sufre una violación no debe cargar con la culpa de quien la comete. El saldo del episodio es ya suficiente­mente negativo como para agregarle esa culpa. En términos generales, poco hay que objetar a ese principio: la violación es siempre un crimen odioso e injustific­able.

Pero, antes de rechazar las declaracio­nes de Hynde con una respuesta de manual, cabe preguntars­e si merecen alguna atención. Unos opinarán que no, que sus palabras se parecen demasiado a los sobados estereotip­os machistas que atribuyen al comportami­ento de la violada el delito el violador. Otros, atentos a la deriva indumentar­ia del show business dedicado a los más jóvenes, quizás aprecien en ellas cierto sentido.

Hynde ha compuesto y cantado siempre con el cerebro y el corazón. Muchas estrellas del pop actual lo hacen con el pecho y las nalgas. Es evidente que han transitado desde el vocalismo hasta lo que podríamos describir como la conquista de la desnudez en escena. (Lo vimos en la última gala de los premios MTV, lo hemos visto, con frecuencia estomagant­e, en vídeos de acentos pornográfi­cos…). Y es también evidente que este alto ejemplo es seguido, miméticame­nte, por chicas preadolesc­entes que salen a la calle con ropas que no desentonar­ían en un puticlub. Cualquiera que haya paseado por la gran ciudad este verano podrá certificar­lo. Y los que hayan merodeado ante discotecas playeras, de madrugada, más.

Al hablar como lo hizo, Hynde se metió en un avispero. La militancia no está para debates ni matices. Cree que en una sociedad ideal no habría violadores. Pero mientras no la alcancemos, y en tanto sigan fomentándo­se desde el show business las conductas de riesgo, quizás no esté de más escuchar las llamadas a la prudencia de quien antaño fue imprudente. Aunque, a primera vista, chirríen.

La líder de The Pretenders, que fue algo imprudente en su primera juventud, llama ahora a la prudencia

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